He tenido que huir de mi casa,
bueno dicho así, parece más melodramático de lo que es, normalmente vivo en
Madrid, pero tengo otra casa en Melilla donde llevo asuntos laborales. Un
marido un poco cabreado, porque su mujer prefiere a un tipo como yo, joven,
alto, guapo, simpático, bien situado, con despacho de abogado propio; comparado
con su marido, militar, aburrido, bajito y gordo, en fin no admite comparación,
pero siempre hay un pero, el tiene un arma y yo la tengo en casa, ya que me gusta la caza dispongo de
ella, pero no la tengo a mano. No me lo pensé dos veces, me fui al puerto y
embarqué en el primer barco que salía para la Península. La mujer estaba bien,
pero no merecía tanto, sobre todo que se le cruzaran los cables al marido y
llegara a pegarme un tiro. Siempre me pasa lo mismo, no sé porque me atraen los
malos rollos.
Fui a confesarme con mi amigo el
padre Juan, no sé porque lo hago, parece
que soy masoca.
-Gonzalo tienes que sentar la cabeza. Cásate
con una chavala buena, tuviste una novia estupenda, pero hijo es que lo formal
te da espanto, no entiendo como de una familia tan devota, tan trabajadora, tan
buena, has salido tan bala perdida.
La verdad tampoco entiendo tus
ideas tan radicales, tan de derechas, que digo derechas, extrema derecha,
rayando con el facismo, estás desfasado, viniendo de una familia tan sencilla,
humilde y trabajadora, porque todo lo que eres, es gracias a los sacrificios de
tus padres, que te dieron estudios siendo tu padre albañil, la cantidad de
tabiques que habrá levantado en su vida.
Bueno, lo que me has confesado va
contra dos de los mandamientos que te hacen más miserable. “Desear a la mujer
de tu prójimo y cometer adulterio con ella”. Ofendes y de que manera, a un
hombre que no te ha hecho nada, mancillas a una mujer, puedes destruir un hogar
con hijos, en fin no tienes por donde cojerte y además de todo lo dicho, te
tengo que absolver, aun sabiendo que lo vas a hacer de nuevo, porque eres un
inmoral, pero no cejare en mi empeño una y otra vez, lo mismo el Señor me
escucha las oraciones y te ilumina llevándote por un camino mejor.
Reza un rosario de penitencia y
piensa alguna vez de cintura para arriba y no de cintura para abajo.
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