lunes, 21 de octubre de 2013

GeoDemoFilosofía en Avda. de Europa, 11

GEOGRAFÍA:
La casa está situada en una urbanización de casas altas pero iguales, con fachadas blancas, zócalo anaranjado, cochera blanca, puerta de madera oscura y ventanas altas y enrejadas.
El interior también es mayormente blanco (con algún toque de color) y amplio, demasiado quizás, con habitaciones y baños de sobra: dormitorio escaso de muebles, un poco étnicos; vestidor con paredes verdes y muebles blancos o claros; una habitación con una única cama para invitados o noches de insomnio; y una habitación personal para cada habitante, en este caso dos: en la de Ángela tenemos la biblioteca común; en la mía una gran mesa de escritorio que debía ser común pero que sólo uso yo. Ella compró otra de cristal blanco con la que me es infiel.
El salón-comedor es alargado y sus muebles son sencillos, oscuros, suaves y de líneas rectas. Nos acompañan sillón y sofá color teja heredado de nuestra primera casa, que pronto será sustituido por otro más cómodo y moderno.
La cocina tiene un buen tamaño y es más bien cuadrada. En ella predominan el marrón muy claro y el crema, el blanco y el aluminio, el orden y un ocasional y ligero olor a especias.
El patio es muuuy grande, con lozas que simulan piedras ocres, dos arriates y algunas plantas en macetas, pocas para mi gusto, las justas para Ángela, pero que no me atrevo a incrementar porque la verdad es que no les dedico el tiempo necesario. Las noches de verano, después de regar, son una delicia de olor a jazmín, yerbabuena y lavanda. Es el mismo verano en el que sacamos las sillas y la mesa para las cenas al aire libre y la piscina de plástico para los chapuzones de la tarde.
En el patio hay además un gran cuarto lavadero, con percepciones otra vez distintas entre los dos habitantes: ordenado para mi gusto, insatisfecha ella.
También hay en la casa una cochera bastante oscura de paredes blancas y suelo demasiado gris, en el que no cabe más que un coche pequeño, una bici colgada de la pared, algunas lozas de repuesto, un zapatero y mis enseres ciclistas.
La casa da impresión de casa buena hasta que escuchas, a través de sus paredes de papel, a los vecinos en sus quehacer diario, o cuando por las ventanas se cuela el fresco del invierno sin mucho esfuerzo. Menos mal que también logran colarse el canto de los pájaros y gallos matutinos o el aullido nocturno del cercano tren de cercanías.

DEMOGRAFÍA:
Como habrá deducido el lector mínimamente avezado, somos dos: ella, Ángela, morena de piel y castaña de pelo, 36 años, bibliotecaria, chica ágil de risa poderosa hasta que llegan las diez de la noche, cuando sus pilas se acaban y se le abre la boca intermitentemente. Él, yo, de rasgos también mediterráneos, orientador escolar, 38 años y demasiadas aficiones; sus-mis pilas tardan en arrancar por la mañana pero se prolongan, vaya, por la noche.

FILOSOFÍA:
El alma de esta casa se adorna con mucho silencio, pocos cuadros y algunos olores. Yo diría que olor cremoso tras la limpieza semanal, olor a incienso y música suave ocasional y olor a vainilla y campo cuando las tuberías de la urbanización no andan indigestas. En el patio, ya está dicho, no es cuestión pues de cansar.
Mis rincones favoritos son ese gran patio, donde encuentro algo de esa vida vegetal que me es tan necesaria; el salón, donde puedo leer y escribir mientras tomó infusiones; y mi cuarto, donde a veces también escribo y donde se acumulan algunos libros, fotos y cuadros, muchas películas, mis proyectos y carpetas y, sobre una silla en una rincón, nadie es perfecto, la ropa que voy usando y que ahora mismo debería decidirme a guardar. En fin, os dejo, la conciencia me pesa. Me espera la vida prosaica.

Jesús Gelo Cotán
octubre de 2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cuenta, cuenta...