La azotea se concibió como un
lugar práctico. Allí están las placas solares, la antena parabólica (sin
estrenar aún) y uno de los tendederos. Pero también es el lugar que espero que
mi hija recuerde como aquel mirador en el que se tumbaba con sus padres a ver
las estrellas bajo una manta.
Desde la azotea accedemos a la
buhardilla.
La buhardilla, como otras
dependencias de la casa, es un espacio en construcción. Parte de ella está
destinada a trastero provisional, separado del resto por un biombo de Audrey
Hepburn. El techo a dos aguas y que esté totalmente forrada de madera, la
convierten en la habitación más acogedora e íntima de la casa. Unos sofás
grises, con cojines a juego y una peluda alfombra, invitan a sentarse y
quedarse allí. En el pequeño mueble de madera puedes encontrar mis útiles de
escritura, y también los de mi “quiero y no puedo”, la pintura.
Ya sé que el escritorio no pega
mucho con ese ambiente que he querido crear. También es provisional.
Desaparecerá en unos años, cuando mis hijos ya no rompan mesas de cristal.
Por una crujiente escalera de
madera bajamos a la primera planta. Una cristalera de pavés de colores, con
velas a sus pies, la llena de luz. Llegamos a un distribuidor decorado con una
maceta que comienza a secarse ya, y un vinilo de juncos que me transmite mucha
serenidad. Entre los juncos y la maceta está la puerta de a una coqueta
terracita que no utilizamos.
En esta planta están los
dormitorios y los baños. El azul es el de Sofía. Eternamente desordenado, como
puedes comprobar. Con la cama y la mesita de noche llenas de libros. Junto a
él, la “habitación malva”, como solemos llamarla. Ahí es donde dormiréis
vosotros. Ya os hemos dejado un hueco en el armario empotrado, y la cama de
matrimonio está lista. Frente a esta habitación está el baño de los niños, que
será el vuestro también. Equipado con bañera, gran mueble lavabo, wáter y bidé,
es un baño alegre y muy luminoso, gracias al lucernario del techo.
La puerta que queda es la de mi
dormitorio. Otra habitación sin terminar. Aún no tenemos lámpara, ni muebles
apropiados, pero nos hemos acostumbrado, y a mí me gusta el aire indolente que
tiene este espacio. Mi cama es lo suficientemente amplia como para tener mi
hueco, y a la vez, poder acercarme a Víctor cuando quiero acurrucarme.
No tenemos armario, ya que
disponemos de un vestidor que comunica con nuestro pequeño cuarto de baño, con
su gran ducha con mampara transparente, pensada para dos personas.
De vuelta al distribuidor, la
blanca escalera de mármol nos lleva a la planta baja, el alma de la casa, donde
más tiempo pasamos. En ella, el recibidor con un perchero de pie verde, lleno
de bolsos. Siempre decimos que vamos a comprar uno a tono con el resto de la
casa, pero nunca lo hacemos. Desde allí, el salón, la cocina, el estudio y el
aseo. No, el suelo no es de madera. Es gres que imita la madera. Las otras dos
plantas sí tienen tarima flotante.
Ya verás qué cómodo es comer en
la cocina, tú que estás acostumbrado a comer siempre en el salón, todo el día
con platos de acá para allá. La pensamos grande y práctica, para que todo
estuviera en su sitio y a mano. La encimera, de color claro, iluminada con
luces bajo los muebles altos, para focalizar la luz en las zonas de trabajo. La
alacena, en la que almacenamos comida para emergencias nucleares y hambrunas,
es un pequeño cuartito lleno de olores a especias, patatas, galletas, aceite,…
Esa puerta de cristales que ves
da al lavadero. Escueto: una lavadora y un armario escobero con todos los
productos de limpieza, escobas, tendedero plegable, mesa de la plancha, etc.
Nada más.
Junto a la cocina, con entrada
desde el recibidor, tienes el estudio, mi otro rincón de la casa. Ahí están mis
libros y materiales de trabajo, ocho estanterías llenas de libros y más libros,
y postales de viajes realizados por otras personas. Una mesa en forma de ele en
el centro, con el ordenador, la impresora, varios lapiceros atestados, y un
sillón de ruedas de lo más cómodo y ergonómico.
El aseo es pequeño, aunque
dispone de ducha, lavabo y wáter, y un armario bajo el hueco de escalera en el
que guardamos de todo.
Y el salón, bueno. El salón es el
lugar favorito de Sofía, ya que más de la mitad es suyo. No me desmontes el
parque en nuestra ausencia, por favor. Si cuando volvamos no está, Sofía puede
desmayarse (es broma). Nos hizo mucha ilusión montarle el parque. Fue nuestro
regalo por su octavo mes. Compramos una moqueta nada cursi, una valla verde de
granja para separarlo del resto del salón, un arcón para guardar los juguetes,
unos espejos para pegar en la pared,… yo hice letras y dibujos para decorarlo,
y así quedó. La de tardes que hemos pasado ahí tirados jugando con ella. Y las
que aún pasamos, ahora también con Diego.
No te preocupes por Pula, sabe
que ahí no puede entrar. Ella llega hasta su camita y nada más. Es una perra
muy buena.
La otra mitad del salón es la de
los adultos, con el sofá (perfecto para siestas), la tele, la mecedora…aunque
Sofía suele acapararla también. Niños, ya se sabe.
Puedes abrir las mallorquinas del
ventanal, y te entrará luz en el salón hasta tarde. Desde ese ventanal puedes
ver gran parte del jardín: el balancín que está bajo el porche, la falsa
pimienta, que está ya enorme, y el camino serpenteante flanqueado por abrótano,
romero y tomillo hasta la cancela de la calle.
Como ves el jardín está un poco asalvajado. Entre las últimas
lluvias y la falta de tiempo, el césped se ha disparado.
La parte del jardín que no se ve
desde el ventanal, es donde está el arce, que no crece mucho el pobre. Y la
cochera, donde duermen nuestros coches y Pula. Ahí tenemos la caldera de hueso
de aceituna que calienta la casa en invierno. Ya verás qué maravilla.
En el patio lateral está el toldo
que diseñó Víctor con gran acierto, y el tobogán y la casita de Sofía.
La entrada a pie la hacemos por la cancela pequeña. La
otra, más grande, es la salida de los coches.
Es una casa grande, con tejados de tejas entre naranjas y
rojas que contrastan con el amarillo suave y cremoso de la pared.
Mi casa está en una calle tranquila. Elegimos una parcela
orientada al sur, con un parque enfrente, y ahí la construimos.
No
tiene pérdida.
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