domingo, 20 de octubre de 2013

La casa por el tejado

La azotea se concibió como un lugar práctico. Allí están las placas solares, la antena parabólica (sin estrenar aún) y uno de los tendederos. Pero también es el lugar que espero que mi hija recuerde como aquel mirador en el que se tumbaba con sus padres a ver las estrellas bajo una manta.
Desde la azotea accedemos a la buhardilla.
La buhardilla, como otras dependencias de la casa, es un espacio en construcción. Parte de ella está destinada a trastero provisional, separado del resto por un biombo de Audrey Hepburn. El techo a dos aguas y que esté totalmente forrada de madera, la convierten en la habitación más acogedora e íntima de la casa. Unos sofás grises, con cojines a juego y una peluda alfombra, invitan a sentarse y quedarse allí. En el pequeño mueble de madera puedes encontrar mis útiles de escritura, y también los de mi “quiero y no puedo”, la pintura.
Ya sé que el escritorio no pega mucho con ese ambiente que he querido crear. También es provisional. Desaparecerá en unos años, cuando mis hijos ya no rompan mesas de cristal.
Por una crujiente escalera de madera bajamos a la primera planta. Una cristalera de pavés de colores, con velas a sus pies, la llena de luz. Llegamos a un distribuidor decorado con una maceta que comienza a secarse ya, y un vinilo de juncos que me transmite mucha serenidad. Entre los juncos y la maceta está la puerta de a una coqueta terracita que no utilizamos.
En esta planta están los dormitorios y los baños. El azul es el de Sofía. Eternamente desordenado, como puedes comprobar. Con la cama y la mesita de noche llenas de libros. Junto a él, la “habitación malva”, como solemos llamarla. Ahí es donde dormiréis vosotros. Ya os hemos dejado un hueco en el armario empotrado, y la cama de matrimonio está lista. Frente a esta habitación está el baño de los niños, que será el vuestro también. Equipado con bañera, gran mueble lavabo, wáter y bidé, es un baño alegre y muy luminoso, gracias al lucernario del techo.
La puerta que queda es la de mi dormitorio. Otra habitación sin terminar. Aún no tenemos lámpara, ni muebles apropiados, pero nos hemos acostumbrado, y a mí me gusta el aire indolente que tiene este espacio. Mi cama es lo suficientemente amplia como para tener mi hueco, y a la vez, poder acercarme a Víctor cuando quiero acurrucarme.
No tenemos armario, ya que disponemos de un vestidor que comunica con nuestro pequeño cuarto de baño, con su gran ducha con mampara transparente, pensada para dos personas.
De vuelta al distribuidor, la blanca escalera de mármol nos lleva a la planta baja, el alma de la casa, donde más tiempo pasamos. En ella, el recibidor con un perchero de pie verde, lleno de bolsos. Siempre decimos que vamos a comprar uno a tono con el resto de la casa, pero nunca lo hacemos. Desde allí, el salón, la cocina, el estudio y el aseo. No, el suelo no es de madera. Es gres que imita la madera. Las otras dos plantas sí tienen tarima flotante.
Ya verás qué cómodo es comer en la cocina, tú que estás acostumbrado a comer siempre en el salón, todo el día con platos de acá para allá. La pensamos grande y práctica, para que todo estuviera en su sitio y a mano. La encimera, de color claro, iluminada con luces bajo los muebles altos, para focalizar la luz en las zonas de trabajo. La alacena, en la que almacenamos comida para emergencias nucleares y hambrunas, es un pequeño cuartito lleno de olores a especias, patatas, galletas, aceite,…
Esa puerta de cristales que ves da al lavadero. Escueto: una lavadora y un armario escobero con todos los productos de limpieza, escobas, tendedero plegable, mesa de la plancha, etc. Nada más.
Junto a la cocina, con entrada desde el recibidor, tienes el estudio, mi otro rincón de la casa. Ahí están mis libros y materiales de trabajo, ocho estanterías llenas de libros y más libros, y postales de viajes realizados por otras personas. Una mesa en forma de ele en el centro, con el ordenador, la impresora, varios lapiceros atestados, y un sillón de ruedas de lo más cómodo y ergonómico.
El aseo es pequeño, aunque dispone de ducha, lavabo y wáter, y un armario bajo el hueco de escalera en el que guardamos de todo.
Y el salón, bueno. El salón es el lugar favorito de Sofía, ya que más de la mitad es suyo. No me desmontes el parque en nuestra ausencia, por favor. Si cuando volvamos no está, Sofía puede desmayarse (es broma). Nos hizo mucha ilusión montarle el parque. Fue nuestro regalo por su octavo mes. Compramos una moqueta nada cursi, una valla verde de granja para separarlo del resto del salón, un arcón para guardar los juguetes, unos espejos para pegar en la pared,… yo hice letras y dibujos para decorarlo, y así quedó. La de tardes que hemos pasado ahí tirados jugando con ella. Y las que aún pasamos, ahora también con Diego.
No te preocupes por Pula, sabe que ahí no puede entrar. Ella llega hasta su camita y nada más. Es una perra muy buena.
La otra mitad del salón es la de los adultos, con el sofá (perfecto para siestas), la tele, la mecedora…aunque Sofía suele acapararla también. Niños, ya se sabe.
Puedes abrir las mallorquinas del ventanal, y te entrará luz en el salón hasta tarde. Desde ese ventanal puedes ver gran parte del jardín: el balancín que está bajo el porche, la falsa pimienta, que está ya enorme, y el camino serpenteante flanqueado por abrótano, romero y tomillo hasta la cancela de la calle.
Como ves el jardín está un poco asalvajado. Entre las últimas lluvias y la falta de tiempo, el césped se ha disparado.
La parte del jardín que no se ve desde el ventanal, es donde está el arce, que no crece mucho el pobre. Y la cochera, donde duermen nuestros coches y Pula. Ahí tenemos la caldera de hueso de aceituna que calienta la casa en invierno. Ya verás qué maravilla.
En el patio lateral está el toldo que diseñó Víctor con gran acierto, y el tobogán y la casita de Sofía.
La entrada a pie la hacemos por la cancela pequeña. La otra, más grande, es la salida de los coches.
Es una casa grande, con tejados de tejas entre naranjas y rojas que contrastan con el amarillo suave y cremoso de la pared.
Mi casa está en una calle tranquila. Elegimos una parcela orientada al sur, con un parque enfrente, y ahí la construimos.

No tiene pérdida.

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