Cada vez que paso por la Costa
del Sol y veo la palabra Marbella escrita en el puente sobre la carretera, se
me viene a la memoria un verano que pasé en ese pueblo; iba a descansar, ya que
había tenido un año horroroso de trabajo.
He hospedé en un hotelito que los
balcones daban a la playa, deshice las maletas y me baje a cenar, busque un
chiringuito, me senté y pedí pescadito frito, estaban tocando una canción que
no paró de sonar en todo el verano “Cuando calienta el sol”. Estando cenando,
note que alguien me estaba mirando la parte posterior del cuello; tengo una
especie de radar cuando me observan por detrás, me gusta y me altera, volví la
cabeza y vi a un hombre muy moreno, con el pelo de tan negro que lo tenía que
con la luz se tornaba azul y los ojos marrones oscuros, te comía con ellos y yo
pensé inmediatamente, aquí de descansar nada de nada.
Se acercó a la mesa con una copa
en la mano y se presentó, se llamaba Oscar, era gallego y también estaba solo pasando
unos días.
Empezamos a hablar solo de
tonterías, pero nuestros ojos no paraban de desear irnos de allí y pasar a
otras cosas. Pagamos y me dijo muy quedo, “a tu casa o a la mía”. Yo pensé
inmediatamente, por Dios, acabo de llegar al hotel y ya voy a subir con
compañía. Le dije, “a tu casa, sino está muy lejos”.
Estaba al lado, abrió la puerta
prácticamente conmigo en brazos, besándonos. Había visto la escena en
películas, pero nunca la había vivido.
Nos tiramos en el sofá y en el
suelo, fuimos rotando hasta el dormitorio, a la vez que nos quitábamos la ropa,
una vez en la cama, ¡que apoteósico!, ¡qué
hombre!, era un demonio, las cosas que sabía hacer. Cuando nos quedamos
dormidos, era la hora del desayuno.
Al despertarnos, lo primero que
pensamos fue en comer algo, estábamos hambrientos. Después nos bajamos a la
playa a bañarnos, a besuquearnos y a meternos mano en el agua y de vuelta a la
habitación.
Así estuvimos todos días,
hablando, tomando el sol, comiendo, durmiendo más bien poco, pero haciendo el
amor muchísimo…………..
¡Ah no sé que es
profesionalmente, ni nada de su vida. Tampoco el sabe nada de la mía.
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