Fui una vez cuando era soltera a
la Costa del Sol, algunas veces que he vuelto, me acuerdo de como lo pasé, qué
tiempos, cuando conocí a un hombre extraordinario, dulce, amable, simpático,
culto y no veas en lo referente al sexo, genial, fueron unos días que nunca he
olvidado, ni olvidaré.
Después he vuelto a ir en otras
ocasiones. Con mis padres, estando
todavía soltera, les dieron plaza en la Residencia de Educación y Descanso de
Marbella, se pusieron pesados y los acompañé, vaya veraneo, no me quiero acordar,
ir al comedor a desayunar, a la playa, a comer, a dormir la siesta, a cenar, un
ratito de tertulia con unos amigos que tenían mis padres. Al ver que venía un
hijo con ellos, me entusiasmé, por lo menos había alguien de mi edad, estaba
bien, físicamente hablando, pero pronto descubrí que era un muermo. No me
llegue a enterar bien, pero creo estaba en el Seminario. Bueno, me leí todos los libros que pillaba a
mano. Las comparaciones son horrorosas, ya lo sé, pero cuando has tenido jamón,
no te gusta la mortadela. Este veraneo fue un autentico desastre.
La otra vez que fui a Marbella,
estaba casada y tenía 2 niños, el colmo, se pusieron malos con tosferina, los
angelitos no tuvieron la culpa; me pasé el verano en la orilla del mar, pero
luchando para que no se bañaran, ya que solo les podía dar el aire, pero no
mojarse. Una delicia, mi marido, ni te cuento, cabreado como un mono, sin poder
hacer lo que le gustaba, ir a cenar, ir de excursiones, todo lo normal, pero
cuando no se puede, no se puede, hay que aceptar las cosas como vienen.
La última que fui a pasar unos
días allí, estaba recién operada y tenía una depresión que ni te cuento, todo
lo veía negro, el pobre de mi marido no entendía que me podía pasar, tenía 51
años, no se daba cuenta que estaba harta de mi vida, harta de matrimonio, harta
de todo, hasta de vivir. El me quería mucho, pero Dios no le había dado
sutileza, no se percataba de nada y yo
no quería sincerarme, estaba encerrada en mi misma. Todavía no sé cómo pude
superar aquella situación y no mandar todo a hacer gárgaras. Quizás detrás
estaba mi madre dándome ánimo, yo creo que la gente que te quiere, aunque haya
muerto, siempre está a tu lado apoyándote, guiándote para que no hagas lo que a
veces te pide el cuerpo hacer y te da algún motivo para pasar la mala racha.
Bendita sea la hora que me iluminó, ahora tengo una vida llena. No tengo a mi
marido por desgracia, pero si a mis hijos
y nietos que adoro. Siempre hay que ir adelante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Cuenta, cuenta...