Van de la mano por un camino sombreado
por sauces y eucaliptos, que a ambos lados de la ancha senda les brinda un arco
de incontables tonos de verdes donde cobijar sus confidencias. El sol está alto
y se deja notar en esta cálida mañana de otoño.
Un lazo férreo se deja adivinar
entre ellas, emanan dulzura en esa
visible placidez de saberse a salvo de la soledad y en la forma de transmitirse
una a la otra que se tienen. La pequeña
alegra el generoso y delicado corazón de la mayor y ésta se sabe sostén
y defensa de su pequeño tesoro.
Serenas y ajenas a la
observación, con el polvo sobre sus zapatos en un tranquilo y armonioso paseo
en el que cada una va mirando su propio camino; una no es consciente de lo que
le queda por recorrer, por eso se deja llevar tranquila y sosegada por esa mano
que le da la confianza de que el mundo es suyo, y nada más que suyo. La otra sintiendo que su cuerpo le avisa de
que tiene que aprovechar estos momentos, pensando en que su camino es más corto
y por tanto ahora su intención es dejar una
hermosa huella tejida de palabras amorosas, de pequeñas historias compartidas
con su pequeña princesa, dejando que sepa quién es, qué le pasó cuando era pequeña, cuales era sus
deseos, sus temores, sus canciones...
Es un momento de transmisión del
legado de la vida, como un reloj de arena que va trasvasando su contenido
siempre desde arriba, pero que como el más necesario de los feeb-back, ha de
volcarse para que tenga sentido su existencia.
Así van ellas, mi madre contando
alguna historia, mi hija escuchando
distraída a su abuela.
Sus manos como el lado más
estrecho de los dos conos del reloj de cristal, por donde confluyen sus vidas; una mano se aferra para no irse, para servir
de guía, la otra se agarra feliz, confiada, tranquila, dejándose llevar.
Ítaca puede seguir esperando, es
este camino de confidencias y sosiego donde confluye un tiempo compartido y
precioso que ya pasó, el que seguimos
transitando, ahora sin ella de la mano, pero sintiéndola en nuestro interior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Cuenta, cuenta...