viernes, 11 de octubre de 2013

Confidencias


Van de la mano por un camino sombreado por sauces y eucaliptos, que a ambos lados de la ancha senda les brinda un arco de incontables tonos de verdes donde cobijar sus confidencias. El sol está alto y se deja notar en esta cálida mañana de otoño.

Un lazo férreo se deja adivinar entre ellas, emanan  dulzura en esa visible placidez de saberse a salvo de la soledad y en la forma de transmitirse una a la otra que se tienen. La pequeña  alegra el generoso y delicado corazón de la mayor y ésta se sabe sostén y defensa de su pequeño tesoro.

Serenas y ajenas a la observación, con el polvo sobre sus zapatos en un tranquilo y armonioso paseo en el que cada una va mirando su propio camino; una no es consciente de lo que le queda por recorrer, por eso se deja llevar tranquila y sosegada por esa mano que le da la confianza de que el mundo es suyo, y nada más que suyo.  La otra sintiendo que su cuerpo le avisa de que tiene que aprovechar estos momentos, pensando en que su camino es más corto y por tanto ahora su intención es dejar  una hermosa huella tejida de palabras amorosas, de pequeñas historias compartidas con su pequeña princesa, dejando que sepa quién es,  qué le pasó cuando era pequeña, cuales era sus deseos, sus temores, sus canciones...

Es un momento de transmisión del legado de la vida, como un reloj de arena que va trasvasando su contenido siempre desde arriba, pero que como el más necesario de los feeb-back, ha de volcarse para que tenga sentido su existencia.

Así van ellas, mi madre contando alguna historia, mi hija  escuchando distraída a su abuela.
Sus manos como el lado más estrecho de los dos conos del reloj de cristal, por donde confluyen sus vidas;  una mano se aferra para no irse, para servir de guía, la otra se agarra feliz, confiada, tranquila, dejándose llevar.


Ítaca puede seguir esperando, es este camino de confidencias y sosiego donde confluye un tiempo compartido y precioso que ya pasó,  el que seguimos transitando, ahora sin ella de la mano, pero sintiéndola en nuestro interior.

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