jueves, 20 de marzo de 2014

Vacío


He despertado. Aún me invade esa rara sensación de sorpresa por lo que me rodea. Sopor y la impresión de estar metido en un cuerpo que no es el mío. ¿Ese olor? son los jazmines que pone la abuela en la cómoda todos los días. Voy sintiendo cada vez mas, mi cuerpo. Ahí, en el techo, están la mancha del que parece una cara y las sombras que se mueven de gente que pasa por la calle cerca de la ventana. ¿Por qué sombras en el techo? 
También está ahí el olor tan familiar de madera seca, del ropero y la peinadora. ¡Cuanta luz entra por esa ventana! Es tan grande...
¡Ah sí! Es verdad: hoy tengo que volver a casa. Esta tarde. Y ya no volveré aquí, la abuela se traslada a Sevilla al piso de Dª. María Coronel. Esto es demasiado grande e incómodo desde que murió abuelo Fernando y además, creo que los dueños han vendido esto pero, ¡que pena dejar San Francisco! Cuanto lo voy a echar de menos.
Sí, gracias abuela, he terminado el desayuno. Voy a dar una vuelta por el jardín y por el molino. Sí, ya lo sé, no te preocupes tendré cuidado de que no se me caiga una pared encima.
Este patio está casi todo el día en sombra, entre las paredes y las palmeras no dejan entrar luz ninguna, no sé cómo pueden salir tantas flores, fíjate toda esa verdina que tiene la tinaja del agua, desde luego, me gusta mas estar en el jardín.
Después de tantos años, me iré de aquí y no sabré como es el piso de arriba. Nunca me dejaron subir, el abuelo llevaba a rajatabla su responsabilidad como administrador. En fin, un misterio mas  como todas esa salas cerradas que no se lo que hay dentro ni para qué sirven, pero no sé dónde guardaba el abuelo las llaves si no, hubiera hecho alguna escapada.  La escalera es enorme y, dice mi padre, que ese relieve en mármol es romano. Allí es donde  los monjes tenían el dormitorio cuando esto era un convento. Ahora es donde dicen que se quedaban los dueños cuando venían aunque, realmente nunca los vi aquí, siempre estaban en Sevilla en la casa de las Sirenas.
Le voy a echar este poco de pan a los peces de la alberca y me acercaré a ver el pozo tan grande, desde la galería que lleva hasta el agua y ¡que miedo me da ese pasillo! tan húmedo y oscuro. El nogal del fondo ¿tendrá nueces verdes todavía? ¡ Que olor tan fuerte del romero ! Siempre me recuerda a la abuela.
 El alméz del tronco partido se está tragando, cada vez mas, la brida de hierro que le pusieron. Me pregunto si los nuevos dueños cuidarán de este árbol tan raro: tan grande y fuerte con esos frutillos tan chiquitos. ¡Que pena dejar todo esto! Tantos recuerdos de mis padres, de mis hermanos, míos, de mis abuelos...Todo este sitio tan grande para mi solo. Siento como un pellizco en me aprieta y vacía el pecho. Que raro se me hace pensar que ya no volveré. Es como si esto fuera alguien que se muere, que se va y no regresará...


Juan Carlos                  Febrero 2014

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