Como cada año la primavera llegó
deslumbrante a la Costa del Sol y en Málaga Antonio exhibía orgulloso su
condición de hijo predilecto de la ciudad asomando su sonrisa pastelera al
rutinario balcón, mientras el paso de Jesús de la Pasión cimbraba su talle al
compás de una música conmovedora.
Los flashes de los periodistas,
afincados en otro balcón cercano, no dejaban de centellear sobre sus sonrientes
rostros, que asentían y consentían con un ligero ademán de sus cabezas.
Este año estaba especialmente
contento porque en la primavera de hacía 50 años, justamente hoy, había llegado
al mundo en una calle adyacente y se sentía lleno de vida y de proyectos a
pesar de sus años y con tanta ilusión como cuando era un jovencito ignorado por
la prensa del corazón. En el fondo no le importaba que éstos se interesaran
tanto por las idas y venidas de él y su esposa y casi siempre les atendía
amablemente. Sabía que “todo lo que das vuelve a ti multiplicado”. Seguramente
por esta frase, que tenía muy por cierta —pensó— le habían ido tan bien las
cosas en la vida.
Inesperadamente la tarde se
oscureció, la temperatura ambiente bajó y comenzó a llover. Eso solía pasar en
esta época del año en Andalucía. Sin embargo él y su excelsa familia permanecíó
al abrigo de las inclemencias del tiempo en el interior de la habitación, calentada
por una potente estufa de gas que, además de calor, daba a aquel salón un brillo
amarillento, una luz especial, en contraste con la oscuridad reinante en el
exterior. Todo parecía perfecto.
De pronto, el joven turco Fathi Naguis
cruzó, desde la calle, el pequeño cordón de seguridad que protegía al actor y
se plantó frente a su persona gritando enloquecido: “¡Una oportunidad, quiero
una oportunidad!”
— ¿De qué me hablas? — dijo un Antonio
Candelas sorprendido y asustado, sin dejar de mirar de reojo a su familia (que
permanecía inmóvil y aterrada todo el rato, en un ángulo del salón).
— Una oportunidad. Quiero una
oportunidad para mi circo de animales.
— ¿Cómo?
— Mi circo de pulgas.
— ¿Qué?
— Sí, mi circo de pulgas. Necesito
un entrenador. Mejor dicho, un domador de pulgas, porque se han rebelado y ya
no obedecen mis reglas. Los honorarios de ese domador son muy considerables y
me es imposible asumirlos, por ello le pido ayuda a usted, que sé que tiene
dinero para pagarlo.
“Sin duda se trata de un loco —pensó
Antonio— y es conveniente actuar con sigilo mientras llega la policía.” Decidió
seguirle la corriente…
— ¿Ah sí? ¿Y dónde está ese circo?
— Aquí mismo, en mi mochila.
—…a ver…
Antonio acercó confiado la nariz a
la mochila, que colgaba indolente del hombro derecho de Fathi y no debió
hacerlo, pues de inmediato un reguero de animalitos negros se le engancharon en
la susodicha y treparon por los mechones de su morena frente hasta ir deslizándosele
desde la nuca hasta el cuello, como si de un tobogán se tratara, para ir diseminándose
progresivamente por todo el cuerpo, mientras Candelas, agobiado y con los ojos
abiertos como platos, no atinaba a saber si era cierto lo que le estaba
pasando.
Eran cientos de pulgas, inofensivas
y juguetonas, que sólo querían picar y chupar un poquito de sangre, como es
natural en una pulga.
La boca de Antonio se disponía a
gritar ¡Socorro!,
cuando su inteligencia, que volaba más veloz que el viento, le susurró “Ni lo intentes, nada de abrir la boca.
Permanece quieto y a la espera.”
Y así lo hizo, afortunadamente.
De pronto, un aluvión de
periodistas, alertados de que algo extraño pasaba tras el famoso balcón,
ascendió, herramientas fotográficas en mano, por la angosta escalera hasta
alcanzar el piso superior, para toparse con toda la familia adormecida por el CO2
de la estufa y a un Antonio Candelas dormido que se pellizcaba el cuerpo
desesperadamente, como un poseso.
Por una vez los paparazzi habían asaltado
a la famosa familia en el momento más adecuado, salvándolos sin duda de una
muerte cierta.
Para terminar, decir que no es
preciso explicar lo agradecidos que estuvieron Antonio y Malena a la prensa a
partir de esos momentos. Pues, moralismos aparte, es cierto que “todo lo que das vuelve a ti multiplicado”.
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