jueves, 13 de marzo de 2014

Objeto equívoco

El domingo se presentaba un tanto aburrido: salí por la mañana a desayunar (cosa que no suelo hacer), volví con los periódicos y salí al jardín al leerlos.
Empecé no por la política, como siempre hago, pues ya estoy saturada de que siempre digan lo mismo, sino por los suplementos. Uno de ellos me llamó la atención, el de los libros, yo soy un poco ratón de biblioteca. Lo hojeé y me quedé petrificada, pues vi uno que de joven me había causado muchas inquietudes , unas agradables y otras desagradables, ...me marcó. Eran las Confesiones de San Agustín.
Cuando era una cría de diecinueve años salía con un muchacho muy religioso. Estaba loca por él y tenía las hormonas bastante revueltas. Me gustaba todo de él. Su sonrisa: tenía las paletas un poco hacia fuera, cuando se reía parecía un ratoncillo, muy gracioso. Sus orejas muy pegaditas a la cabeza y pequeñitas. Sus ojos negros como carbones pero siempre con chispitas. Las cejas alineadas, el pelo negro, tanto, que cuando le daba el sol tenía reflejos azules. De cuerpo ya no digo nada: alto, ancho de espaldas, sin gota de grasa, era deportista. Bueno, un bellezón, pero (todo tiene un pero) su religiosidad era espantosa, alienante.
Un día de San Valentín me trajo un regalo, un paquetito. Lo desenvolví y me encontré con un libro precioso en forma de estuche. Eran las Confesiones de San Agustín. La verdad es que tuve que poner al mal tiempo buena cara, porque no me gustó nada, pero dije que me había gustado muchísimo, yo ya sabía por dónde iban los tiros.
Lo que yo quería en realidad era algo menos didáctico, más apasionado, vamos a decirlo claro: algún achuchón, muchos besos de tornillo, caricias y ponerse un poco a tono, pero qué va... Para el muchacho todo era pecaminoso, por eso me regaló el librito en cuestión, para que lo leyésemos juntos y así no tener malos pensamientos.
Cuando me fui a mi casa, no sabía si llorar o reír. En esta relación lo más parecido a un objeto sexual sería el dichoso libro.
Por eso, cuando han pasado los años y he visto una nueva edición y con el mismo formato, me he dado cuenta de que ahora lo veo como un recuerdo precioso y se me han vuelto a despertar todos los sentimientos que experimenté cuando tenía diecinueve años. Lo voy a comprar y serán los recuerdos los que llenarán mis pensamientos eróticos en la edad madura.


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