jueves, 20 de marzo de 2014

Naturaleza

El calor suave de la primavera que acariciaba su cuerpo y una leve brisa, la iban sumergiendo en un dulce sopor. Los aromas frescos que emanaban del jardín le llegaban llenando todo su ser en una vibrante y sensual vitalidad. Poco a poco se iba abandonando a aquel estado hipnótico y placentero.
Súbitamente, un tímido roce en su espalda, apenas perceptible, le saca de su estado de somnolencia y percibe los aromas de un, inesperado amante.  Suave y delicadamente, él va recorriendo cada parcela, cada pliegue de su tersa piel. Ella siente como su sangre le va activando cada rincón de su organismo.
Poco a poco, las caricias van dado paso a intensas  presiones de cuerpo contra cuerpo. Ella, desbordada ya por un intenso deseo, se vuelve, lo abraza, es mas corpulenta que él, lo arrastra y lo aprieta contra su vientre... su excitación  hace que sus movimientos sean convulsos. Siente entonces como él la penetra, su cuerpo se electriza, se contrae, se expande, la tensión es casi insoportable, la respiración difícil, siente como sus fluidos la invaden y, finalmente, llega el orgasmo. En ese  paroxismo, con sus entrañas aún llenas de él, clava sus potentes mandíbulas en la cabeza de su amante poniendo fin a todo. 
La Mantis Religiosa, continuó devorando a su macho cumpliendo una vez mas, el tremendo y trágico rito de su especie, de amor y de muerte.




Juan Carlos    Abril 2013

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