Querido amigo,
Me pides en tu carta que te describa la impresión que nos causó tu casa y, que tuvimos la suerte de ocupar unos días durante nuestra estancia en Valencina, gracias a tu generoso ofrecimiento.
Me pides que lo haga de la mejor manera literaria posible ya que se trata de un ejercicio para un taller de escritura al que asistes (¿no se llama esto Metaliteratura?). Y aunque me parece que esto es un poco tramposo, no puedo menos que hacerlo por puro agradecimiento. Bien, ahí va:
Ya antes de entrar, el color de la casa de un rojo de hierro, contrastando con los verdes que asoman al exterior del jazmín y la hierbaluisa, nos transmitieron una imagen de sereno equilibrio.
Traspasada la entrada, la profusión ordenada de plantas aromáticas que llenan de aromas y formas ese primer espacio, nos daba una primera señal de lo distinto de aquel del que procedíamos en nuestra fría Alemania. Abrimos ya la puerta de la casa y nos invade una cierta sensación de allanamiento al tiempo que contenemos la respiración ante, qué será lo que nos espera tras esa barrera.
Entramos en un mundo de intimidad, personal e intransferible, diferente al nuestro y que se nos antoja pequeña aventura. Como no, empezamos a explorar ávidamente cada rincón, respetando por supuesto, las mas recónditas intimidades de cajones, interiores de armarios etc. y, una vez satisfechas esas ansias de curiosidad natural, pasamos a comentar entre Gertrud y yo las impresiones que nos iban invadiendo.
Si hubiera que buscar un solo adjetivo que definiera globalmente el interior de tu casa sería: ecléctica.
Efectivamente, parece que habéis encontrado una rara fórmula para mezclar de manera armoniosa muebles modernos dialogando con otros antiguos, piezas variadas, sugerentes: cuchillos, monedas, cerámicas, libros, raras cajas, cristales. En cada una de ellas se percibe una historia que puedes jugar a imaginar de viajes, intercambios, encuentros...
Y sobre toda esta profusión, toda una exposición de tus incursiones en el complejo mundo del arte : grabados, pinturas, esmaltes, cerámicas, dibujos, esculturas...
Tanto y tan diverso que a primera vista, alguna mente ingenua podría pensar aquello de que se tratara de una diversión insustancial, sin percibir que son expresiones de un mismo pensamiento, de una misma indagación. Toda la casa es una exposición tuya.
Siguiendo nuestro periplo, vemos en cada habitación con sorpresa que cada una de ellas tiene un aire distinto, una diferente personalidad, es como si los habitantes de la casa no fueran dos sino muchos. Cada habitación sugiere un usuario concreto y diverso.
Cualquier espacio, incluida la cocina, tiene la atmósfera de una recoleta sala de estar donde pasar un rato leyendo o escuchando música.
Sin embargo, a pesar de ese barroquismo interior, persiste la funcionalidad y simplicidad de formas de la arquitectura de la casa: un cubo con geométricas simetrías en sus divisiones espaciales.
Satisfecha nuestra infantil y enfermiza curiosidad con los interiores, empezamos nuestras correrías por el cuidado jardín exterior que, en contraste con la casa, es sencillo, minimalista. Un pequeño prado en el que no falta un leve susurro de agua, evocación de vuestra cultura de la herencia musulmana. Una construcción en madera, tu taller-estudio, cálido y acogedor, cierra visualmente el espacio del jardín, aportando una vez mas, una imagen de serenidad.
Una última sorpresa nos esperaba tras el taller, un recoleto huertecillo flanqueado de flores y animado por el divertido parloteo de unas felices gallinas.
Si quieres que, resuma la experiencia, diría que la tuya, es una casa cálida, personal, moderna sin renunciar a pasados cargados de afectos y recuerdos.
Gracias por habernos permitido compartirla un poco.
Juan Carlos 2014
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