lunes, 13 de mayo de 2013

Otro más...

En respuesta a don Jesús Gelo, y ya puestos a subir la temperatura, me veo obligada a colgar uno de los últimos que escribí. También es una cena, aunque no llega al nivel de la suya. No subí los anteriores porque no quería acaparar el blog.




Llego a tu casa un poco antes y te encuentro en plena faena: estás preparándome la cena especial que me prometiste. Un delantal negro de medio cuerpo atado a tu cintura, un paño colgando del bolsillo del mandil y las mejillas sonrosadas por el calor que desprenden el horno y los fogones.
Sobre la mesa, dos copas de tu blanco favorito. Me pones en la mano una de las copas después de haberle dado un sorbo, dejando en ella el sabor de tu boca. Bebo por donde se han posado tus labios un segundo antes, e imagino que te beso.
Sazonas el pescado que vas a meter en el horno ya caliente, y le añades un poco del vino que bebemos. La posición de tu boca en la paleta de madera al probar la crema de verduras me transporta momentáneamente a dentro de dos horas, cuando esa misma boca adquiera esa posición en algún lugar de mi cuerpo. Me estremezco. Lo notas y sonríes. Tus ojos brillan mientras recorren las líneas de mi vestido rojo oscuro. Bebes de tu copa sin dejar de mirarme, hasta que me obligas a apartar mis ojos de los tuyos.
El vino, el calor de la cocina, el olor del tomillo y el romero en el pescado, tu mirada, tu boca… me embriagan y me apoyo sobre la pared para disimular el súbito vértigo que siento.
Malinterpretas mi gesto. Vienes hacia mí y me besas. Suavemente primero, lascivamente después y, antes de cenar, nos comemos.

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