Nací en una
familia humilde, mis padres trbajaron sin descanso para que no me faltara de
nada. Mi padre era agricultor y mi madre asistenta.Eran ya mayores y con las
esperanzas perdidas de tener hijos, cuando nací yo. Hicieron lo imposible para
darme la educación que ellos no tuvieron y estudié la carrera de enfermeria.
En la Facultad,
conocí a Alejandro, tocaba el oboe y le faltaban dos años de conservatorio.
Presionada por una educación religiosa muy estricta, tuve el fallo de quedarme
embarazaada, antes de terminar la carrera. Boda rápida y tiempos de sacrificio:
trabajo y estudio, para tener las titulaciones de los dos. Él entró a formar parte
de una orquesta, y casi siempre estaba dando conciertos fuera de la ciudad
donde vivíamos.Yo trabajaba de auxiliar de quirófano en el Hospital. Nació
nustro segundo hijo.
Pasamos unos
años de una relativa estabilidad económica y de aburrimiento.
Yo tenía un
temperamento fuerte y siempre se hacía lo que yo decia y organizaba. A mi
marido le daba igual, él lo que queria era tener todo resuelto y lo único que
le importaba era los ensayos y las giras.
Me entregué a
mis hijos y a mi trabajo co toda la generosidad y cariño que pude.
Ahora a mis 45
años, mis hijos han volado de casa. Alejandro me dice que me va a dejar, porque
hay otra mujer hace mucho tiempo. Es Ana y toca el violon cello en la misma
orquesta, es 15 años más joven que yo y va a tener un hijo con ella.
Me encuentro
sola. Después de toda una vida de sacrificio y de entrega a la familia, ahora
siento una soledad aplastante.
Toco fondo, y
decido hacer lo que siempre quise. Me voy, me voy...El Congo es mi destino.Allí
hay mucha gente que me necesita y puedo ayudarla y entregarme a ella.
La sensación de
huir de todo es de liberación.
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