lunes, 13 de mayo de 2013

Cartas de amor

Para que me conozcáis un poco mejor y, sin darle vueltas, porque quiero contároslo, pese a ser una charlatana entre amigos no suelo encontrar las palabras adecuadas de manera rápida y concisa frente a personas o situaciones desconocidas. Este hecho, además de delatar que mi faceta de "escritora" está en absoluta construcción, también es síntoma de una timidez que, los que seáis tímidos lo sabéis, es una pared que crece frente a nosotros ocultándonos del mundo, pared que hay que derribar una y otra vez para no vivir aislados. Creo que lo dije el primer día y si no lo hice fue por olvido; escribir, cura. Escribir, libera. Escribir, abre los sentidos, amplía las miras. Escribir, en definitiva, es vivir más y mejor. Un papel en blanco puede resultarnos un lugar duro, un vacío áspero, un camino empinado, pero es algo que enfrentaremos solos y ahí está la ventaja. Los otros no nos verán en las horas bajas, sin duchar vestidos de casa o sin peinar. Solo mostraremos lo mejor de nosotros mismos, aquello a lo que demos el visto bueno, el mejor resultado que encontremos de nuestro trabajo. Nadie verá las frases tachadas ni los párrafos completos tirados a la basura. Todo esto será solo nuestro y en este proceso ensayo-error, aprenderemos y aprenderemos mucho. Por eso os lo digo siempre, me lo digo a mí misma. Escribid. Un poquito cada día. En vuestro cuarto propio, por vosotros mismos y para la gente que os rodea. Araceli, Teresa, Adela, Juan Carlos, Rosa, Jesús, Rafael, Carmen y Mari Carmen, sois únicos para mí. Por el momento de mi vida en que habéis aparecido, por las frías, divertidas, emocionantes y deseadas tardes de los jueves. Porque no sabéis lo orgullosa que estoy de todos vosotros, mis chicos de Valencina y lo feliz que me hacéis cada semana un ratito, os escribo esta carta. Un escritor (quién si no) dijo una vez que "escribir es corregir la vida". Escribid mucho. Siempre. María.

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