A punto de cruzar el Puente Fitero sobre el río Pisuerga, río que separa Burgos de Palencia, encontramos a la izquierda del sendero el restaurado Albergue de San Nicolás. Y quizás hubiéramos pasado de largo si no hubiese reconocido en la puerta a Brrruno, con camiseta, chaleco sin mangas, pantalón corto y sin la cinta en el pelo, tan diferente de aquel caminante con el que nos cruzamos en la primera etapa, subiendo el Alto de Mezkiritz, que María José no lo reconoce a primera vista.
- Es Bruno -le digo.
Y ella reacciona tan sorprendida que sorprende aún más al italiano con un espontáneo abrazo:
- Lo siento, no lo ricordo, soy muy mal fisionomista -nos dice mientras sonríe-. ¿Hasta dónde vais hoy?
- Hasta Fromista.
- ¿Pero cómo...? ¡Hay que andar de Burgos a Hontanas y de Hontanas al albergue San Nicolás! ¡Hay que hacer parada aquí!
Y comprobamos que, detrás de la divertida recomendación, el lugar merece realmente la pena: una iglesia reformada para acoger además a 12 peregrinos en literas en una entreplanta; un albergue sobrio pero agradable. La nave rectangular conserva en un extremo el altar y un zona para el rezo; y en un lateral hay espacios para cocina, mochilas y aseos. En el centro una alargada mesa con sillas en la que Bruno nos sella la credencial.
- Este albergue lo mantiene la congregación a la que pertenezco, la Confraternitá de Santiago di Compostela de Perugia. Los hospitaleros se han tomado unos días libres y yo los he sustituido mientras tanto.
Me asombro pensando que este hombre de unos 65 años ha sido capaz de caminar tan rápido como para que lo encontremos 12 días después limpio, descansado y atendiendo a un albergue. Nos despedimos con besos y abrazos y con la felicidad del reencuentro.
Y por si esa sencilla alegría no fuera suficiente, un par de kilómetros más allá, en Itero de la Vega, Mari sale a nuestro paso y nos ofrece un momento de descanso en su pequeño y sombreado patio lleno de plantas. Nos regala un poco de conversación mientras nos muestra el cuaderno en el que han escrito los peregrinos que ha acogido y nos ofrece bebida y la sandía fresca que había troceado para ella con toda la generosidad que a veces se encuentra en esta aventura.
Escribimos en su cuaderno y le damos las gracias. A la salida memorizamos su número y el nombre de su calle: Santa Ana, número 6. Nos ha confesado uno de sus deseos aún no cumplidos: sustituir el ordinario azulejo con el 6 de su puerta por una concha amarilla con el número en el centro. En unos meses le llegará desde el sur un paquete con su deseada concha con el 6 elaborada por manos artesanas e impregnada de todo nuestro cariño.
Jesús Gelo Cotán
diciembre de 2013
- Es Bruno -le digo.
Y ella reacciona tan sorprendida que sorprende aún más al italiano con un espontáneo abrazo:
- Lo siento, no lo ricordo, soy muy mal fisionomista -nos dice mientras sonríe-. ¿Hasta dónde vais hoy?
- Hasta Fromista.
- ¿Pero cómo...? ¡Hay que andar de Burgos a Hontanas y de Hontanas al albergue San Nicolás! ¡Hay que hacer parada aquí!
Y comprobamos que, detrás de la divertida recomendación, el lugar merece realmente la pena: una iglesia reformada para acoger además a 12 peregrinos en literas en una entreplanta; un albergue sobrio pero agradable. La nave rectangular conserva en un extremo el altar y un zona para el rezo; y en un lateral hay espacios para cocina, mochilas y aseos. En el centro una alargada mesa con sillas en la que Bruno nos sella la credencial.
- Este albergue lo mantiene la congregación a la que pertenezco, la Confraternitá de Santiago di Compostela de Perugia. Los hospitaleros se han tomado unos días libres y yo los he sustituido mientras tanto.
Me asombro pensando que este hombre de unos 65 años ha sido capaz de caminar tan rápido como para que lo encontremos 12 días después limpio, descansado y atendiendo a un albergue. Nos despedimos con besos y abrazos y con la felicidad del reencuentro.
Y por si esa sencilla alegría no fuera suficiente, un par de kilómetros más allá, en Itero de la Vega, Mari sale a nuestro paso y nos ofrece un momento de descanso en su pequeño y sombreado patio lleno de plantas. Nos regala un poco de conversación mientras nos muestra el cuaderno en el que han escrito los peregrinos que ha acogido y nos ofrece bebida y la sandía fresca que había troceado para ella con toda la generosidad que a veces se encuentra en esta aventura.
Escribimos en su cuaderno y le damos las gracias. A la salida memorizamos su número y el nombre de su calle: Santa Ana, número 6. Nos ha confesado uno de sus deseos aún no cumplidos: sustituir el ordinario azulejo con el 6 de su puerta por una concha amarilla con el número en el centro. En unos meses le llegará desde el sur un paquete con su deseada concha con el 6 elaborada por manos artesanas e impregnada de todo nuestro cariño.
Jesús Gelo Cotán
diciembre de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Cuenta, cuenta...