jueves, 31 de octubre de 2013

Enero (...o: Cómo no hacer lo que la profe pide...)

Habían pasado la tarde hablando mientras paseaban. Hablando sin concretar nada, sin atreverse a dar un paso, siquiera una mirada a los ojos.
Durante un segundo, él había tomado la mano de ella, pero ella se zafó, por lo que él ya no hizo nada más.
La noche caía sobre ellos. El frío también. Se sentaron en un banco helado. “Que me coja la mano, que me coja la mano. Esta vez no me soltaré” Pensaba ella. Pero él no le cogió la mano.
Se apresuraron a hablar de sus vidas. Las relaciones de cada uno, los sinsabores, las experiencias. El tiempo apremiaba, los dos lo sabían, así que no les quedaba más remedio que ir acercándose al tema que aquella tarde les había llevado hasta allí.
El frío aumentaba. Pronto no lo soportarían y cada uno se marcharía en su coche, sin haberse atrevido.
Ella fue la primera en proponerlo.
“Hace frío y es tarde, creo que deberíamos irnos ya.”
“Sí, claro.” Contestó él.
En silencio marcharon hasta sus coches. Siempre aparcaban en el mismo sitio, frente a la gasolinera, en una pequeña calle. Se iban pero no querían irse, así que se miraban, cada uno esperando que el otro fuera capaz.
“Bueno, dos besos.” Dijo él, y se acercaron para besarse en la mejilla, nerviosos. Al aproximar sus rostros, desviaron sus bocas y les atropelló un beso. Un beso breve cargado de anhelos, deseos, contención. Se miraron un segundo y volvieron a besarse, esta vez queriendo, deseando. Se besaron y dejaron de sentir frío, prisa, vergüenza.
“¿Y ahora, qué hacemos?” Preguntó ella. Y juntos se perdieron en la noche.


martes, 29 de octubre de 2013

Entrevista de trabajo.

– Buenos días señora Arcos, soy Malena Gómez, la responsable de Recursos Humanos de esta empresa. Quiero informarle que el puesto que se ofrece requiere una cualificación muy específica aparte de responsabilidad, experiencia y resolución – dijo entrando en el despacho, a modo de frío saludo la entrevistadora.

Malena se sentó con la espada muy recta en un sillón que, estratégicamente,  estaba unos centímetros más alto que el de su entrevistada, la barbilla levantada hacia arriba, la mirada clavada en la mujer que tenía en frente y la voz firme y segura.

– Lo sé. Por eso estoy aquí – Respondió Laura con una voz firme que denotaba seguridad y aplomo.

– He revisado su curriculum y su cualificación no es la que requiere el puesto. Es cierto que tiene experiencia en otros campos, pero en concreto, en este sector no ha trabajado nunca;
Por otro lado, siento decirle que su edad  no se ajusta a la requerida, ya que, como bien sabe, en los requisitos se especifica  “entre 25 y 35 años”  con el objetivo de dar una imagen joven y atractiva a nuestros clientes.

– Es cierto,  ya paso de los cuarenta y le aseguro que me siento joven,  atractiva y además capaz de trabajar duro y de resolver problemas y conflictos que puedan surgir de manera inesperada.

– Perdone Sra. Arcos, pero no la veo preparada para asumir la responsabilidad que conlleva ser la primera imagen que verán nuestros clientes al entrar en nuestras instalaciones.

– ¿Se refiere a que me ve incapaz de indicar donde están los despachos,  los baños, o de atender una llamada de teléfono después de llevar trabajado en oficinas veinte años?.  Porque estamos hablando del puesto de recepcionista ¿verdad?, a ver si estoy confundida y me está usted  entrevistando para un puesto de ingeniero de finanzas – dijo Laura con un gesto de asombro y una sonrisa fingida.

– Efectivamente es para recepcionista, por eso le insisto en la necesidad de que el puesto sea para alguien que de la mejor imagen de nuestra entidad.

– Querida Malena, es una pena que usted  le haga el juego a sus jefes-hombres-machos, seleccionando con sus criterios y en base a una imagen diseñada por ellos, a una joven guapa e inexperta a la que prometan ascensos si son simpáticas,  agradables y sumisas con el staff, en vez de valorar el bagaje, la soltura, el saber hacer y la mano izquierda de alguien que sabe hacer su trabajo – dijo Laura levantándose de la mesa, y prosiguió encaminándose hacia la puerta,

– La buena imagen la dará la empresa, no por la fachada de la recepcionista, sino por el trato personalizado que reciba cada cliente, por la complicidad que se establezca con cada uno de ellos, por la confianza que ofrezca la persona que los trate...  Y eso es lo que yo le ofrezco.
Y si me permite Malena, ¿puedo preguntarle su edad?

Malena con los hombros relajados, levantándose y mirando a Laura con media sonrisa en la comisura de los labios, le extendió su mano al tiempo que le anunciaba:

– Laura, es usted la persona que buscamos.

Araceli Míguez

Octubre 2013

Caricatura de Jesús


Mente barroca y canalla
Carne cruda y mucha sorna
Y aunque muy locuaz  se torna    
Sabe más por lo que calla.

Pícara sonrisa y pica
Y si te pica, te rascas,
pluma fértil y cínica,
Entre cafés y palabras.

Su mente libidinosa
Por las teclas corretea
Sin estar nunca ociosa.

Y no me quiero  imaginar
En su ardiente cabecita
Que pecados pasearán.
  
Con mucho cariño
Araceli Míguez

Octubre 2013

lunes, 21 de octubre de 2013

GeoDemoFilosofía en Avda. de Europa, 11

GEOGRAFÍA:
La casa está situada en una urbanización de casas altas pero iguales, con fachadas blancas, zócalo anaranjado, cochera blanca, puerta de madera oscura y ventanas altas y enrejadas.
El interior también es mayormente blanco (con algún toque de color) y amplio, demasiado quizás, con habitaciones y baños de sobra: dormitorio escaso de muebles, un poco étnicos; vestidor con paredes verdes y muebles blancos o claros; una habitación con una única cama para invitados o noches de insomnio; y una habitación personal para cada habitante, en este caso dos: en la de Ángela tenemos la biblioteca común; en la mía una gran mesa de escritorio que debía ser común pero que sólo uso yo. Ella compró otra de cristal blanco con la que me es infiel.
El salón-comedor es alargado y sus muebles son sencillos, oscuros, suaves y de líneas rectas. Nos acompañan sillón y sofá color teja heredado de nuestra primera casa, que pronto será sustituido por otro más cómodo y moderno.
La cocina tiene un buen tamaño y es más bien cuadrada. En ella predominan el marrón muy claro y el crema, el blanco y el aluminio, el orden y un ocasional y ligero olor a especias.
El patio es muuuy grande, con lozas que simulan piedras ocres, dos arriates y algunas plantas en macetas, pocas para mi gusto, las justas para Ángela, pero que no me atrevo a incrementar porque la verdad es que no les dedico el tiempo necesario. Las noches de verano, después de regar, son una delicia de olor a jazmín, yerbabuena y lavanda. Es el mismo verano en el que sacamos las sillas y la mesa para las cenas al aire libre y la piscina de plástico para los chapuzones de la tarde.
En el patio hay además un gran cuarto lavadero, con percepciones otra vez distintas entre los dos habitantes: ordenado para mi gusto, insatisfecha ella.
También hay en la casa una cochera bastante oscura de paredes blancas y suelo demasiado gris, en el que no cabe más que un coche pequeño, una bici colgada de la pared, algunas lozas de repuesto, un zapatero y mis enseres ciclistas.
La casa da impresión de casa buena hasta que escuchas, a través de sus paredes de papel, a los vecinos en sus quehacer diario, o cuando por las ventanas se cuela el fresco del invierno sin mucho esfuerzo. Menos mal que también logran colarse el canto de los pájaros y gallos matutinos o el aullido nocturno del cercano tren de cercanías.

DEMOGRAFÍA:
Como habrá deducido el lector mínimamente avezado, somos dos: ella, Ángela, morena de piel y castaña de pelo, 36 años, bibliotecaria, chica ágil de risa poderosa hasta que llegan las diez de la noche, cuando sus pilas se acaban y se le abre la boca intermitentemente. Él, yo, de rasgos también mediterráneos, orientador escolar, 38 años y demasiadas aficiones; sus-mis pilas tardan en arrancar por la mañana pero se prolongan, vaya, por la noche.

FILOSOFÍA:
El alma de esta casa se adorna con mucho silencio, pocos cuadros y algunos olores. Yo diría que olor cremoso tras la limpieza semanal, olor a incienso y música suave ocasional y olor a vainilla y campo cuando las tuberías de la urbanización no andan indigestas. En el patio, ya está dicho, no es cuestión pues de cansar.
Mis rincones favoritos son ese gran patio, donde encuentro algo de esa vida vegetal que me es tan necesaria; el salón, donde puedo leer y escribir mientras tomó infusiones; y mi cuarto, donde a veces también escribo y donde se acumulan algunos libros, fotos y cuadros, muchas películas, mis proyectos y carpetas y, sobre una silla en una rincón, nadie es perfecto, la ropa que voy usando y que ahora mismo debería decidirme a guardar. En fin, os dejo, la conciencia me pesa. Me espera la vida prosaica.

Jesús Gelo Cotán
octubre de 2013

domingo, 20 de octubre de 2013

Cómo escribir cuentos cortos

Comparto aquí unas claves que propone el blog Literautas, para la escritura de cuentos cortos.

1. Céntrate en la acción


Que no en la anécdota. El cuento no es solo una anécdota, ya que cuenta una historia, pero la narración ha de estar más condensada que en la novela y centrarse en lo que sucede, sin tiempo ni espacio para otras disertaciones.
En el cuento no hay lugar para largas descripciones o extensas divagaciones morales o psicológicas. Esto no quiere decir que el cuento tenga que ser simple y carecer de estos elementos. Pueden estar, pero en forma de subtexto, escondidas entre líneas o dichas directamente con las palabras justas. ¡Es todo cuestión de espacio!
Hace tiempo leí una frase que se me quedó grabada: una novela de ciencia ficción describe un mundo de ciencia ficción; un cuento de ciencia ficción narra hechos de ciencia ficción. Sin embargo, ambos subgéneros narrativos pueden hacernos reflexionar al leerlos.

2. No quieras abarcarlo todo


A veces pecamos de querer contar historias muy ambiciosas que no tienen cabida en un relato corto. Recuerda que el cuento, por lo general, debe ocurrir en un espacio de tiempo breve, tener pocos personajes principales (2 o 3 como mucho) y una localización principal. Si no logras adaptar tu historia a estas premisas, puede que estés ante una novela corta y no de un cuento corto.

3. Busca una idea y simplifícala


Toda idea puede simplificarse siempre, sólo hay que darle una vuelta. Por ejemplo, queremos contar la historia de un hombre que, tras pasarse muchos años dedicado a su trabajo, logró alcanzar el éxito profesional. Fue un tipo importante, ambicioso y que llegó a lo más alto, pero a costa de arriesgar su vida personal. Con el tiempo, cometió una serie de errores y se arruinó, dándose cuenta de lo que realmente era importante.
¿Se puede contar una historia así en apenas 750 palabras? Sí, pero solo si la simplificamos. Para ello, busquemos el instante con mayor fuerza, el momento de impacto de la historia, así sabremos dónde hay que centrarse. Yo creo que el punto álgido lo encontramos cuando se da cuenta de que se equivocó, por ello creo que deberíamos contar la historia cuando ya lo ha perdido todo.
Por ejemplo, Fulanito es un mendigo que cada mañana pide en una esquina del centro de la ciudad, en una zona de oficinas cerca de donde él trabajaba tiempo atrás. Los mismos ejecutivos entre los que él se incluía antes, son ahora los que le ignoran y pasan por su esquina sin mirarle.
Recuerda, cuando tengas tu idea, simplifícala: busca el impacto, el instante.

4. No lo cuentes, muéstralo


Este debe de ser el consejo en el que más se insiste en cualquier libro o artículo sobre escritura, ¿verdad? Pero es que resulta fundamental y muchas veces se nos olvida, sobre todo a la hora de escribir cuentos.
Un cuento no es un resumen de una historia, sino una historia en sí. Tomando el mismo ejemplo del punto anterior, podríamos decir que Fulanito es un mendigo que cada mañana pide en una esquina cerca de donde antes trabajaba. Entonces tenía mucho éxito, aunque se acababa de divorciar y no tenía mucho tiempo para sus hijos porque solo le importaba su trabajo, etcétera… ¿Qué es esto? ¿Es una historia o el resumen de una historia? En realidad es lo segundo.
Para narrar la historia tenemos que centrarnos en el instante, en la acción: Fulanito cuenta las monedas de su caja y se da cuenta de que no ha sido una buena mañana. Duda si le alcanzará para tomarse algo caliente… Mostremos lo que ocurre, demos imágenes, enseñemos la historia a través de la acción.

5. Mantén la estructura


Aún siendo un relato muy corto, todo cuento ha de tener una introducción, un nudo y un desenlace. Por ejemplo: “el mendigo contando las monedas en su esquina y los ejecutivos pasando ante él envueltos en su abrigo” sería la introducción. Es lo que nos sitúa en la historia, en el qué, quién, dónde y cuándo.
El nudo podría ser “el mendigo está preocupado porque necesita tomarse algo caliente pero no le llega el dinero. Sigue pidiendo pero los ejecutivos lo ignoran.” El desenlace sería el final que le demos. Por ejemplo: “alguien se apiada de él y le da el dinero para que se tome el café”.

6. No lo des todo, sugiérelo


En el cuento es tan importante lo que se dice como lo que se calla. Como decíamos antes, no hay lugar para disertaciones, así que olvídate de explicar que el mendigo se siente mal por su situación o que se arrepiente de haber perdido a su familia. Eso ha de quedar implícito en la acción. Deja que el lector lo deduzca.
Por ejemplo, en lugar de explicar que el mendigo tenía familia y la perdió junto con su trabajo, podemos hacer que entre los ejecutivos que cruzan ante él, el mendigo reconoce a su hijo e intenta decirle algo. El hijo se vuelve hacia él con cara de fastidio y, sin reconocer a su padre, le da una moneda, solucionando el problema de tomar algo caliente esa mañana. Pero, obviamente, al mendigo ya no le importa el café.

7. Cada frase cuenta


Del principio al final, cada frase del cuento tiene que estar ahí con una función. Si tienes poco espacio, pocas palabras, aprovéchalas bien. Esto no es necesario hacerlo en la primera escritura, pero sí en la revisión. Desmenúzalo, analiza cada frase, cada elemento, y piensa qué función cumple en la historia. ¿Es imprescindible? Si la esencia del texto se comprende sin esa frase, elimínala.

8. Mantén el suspense


No des toda la información al inicio. Dosifícala y lleva al lector hasta la última palabra. Si contamos de partida que el mendigo era antes un ejecutivo y que acaba de encontrarse con su hijo, luego nos quedamos sin dinamita.
Siempre que puedas, intenta que al final del texto haya un giro, un golpe de efecto, una sorpresa. Que esté justificada, claro, pero que dé un nuevo sentido al texto.
Es mejor empezar por el mendigo con frío que ha de conseguir dinero para algo caliente. Así creamos un buen punto de partida. Luego podemos contar ya que él antes era uno de esos ejecutivos que ahora le ignoran, porque esto nos produce más curiosidad sobre el personaje. De pronto, reconoce a alguien entre la multitud y llama su atención (más intriga). Esta persona no le reconoce, pero le da dinero, aunque al mendigo ya no le importa el dinero, porque el ejecutivo era su hijo (dejamos el golpe de efecto para el final).

9. Impacto posterior


Una de las cosas más difíciles pero también de las más importantes es lograr que el cuento deje huella en el lector. Una vez haya terminado, el texto ha de dejar un eco en su interior, una reflexión, un sentimiento.
Para ello, la última frase es fundamental. Si logramos que contenga un giro o una imagen impactante que arroje luz sobre el resto de la narración, estaremos en el buen camino.
Volviendo al caso del ejemplo, lo ideal es llegar al final sin saber quién es el ejecutivo al que el mendigo ha reconocido y que acaba de darle el dinero. En esa última frase (que además debería ser corta, sencilla y directa para causar mayor impacto) revelaremos que se trata de su hijo (un buen giro final) y dejaremos entrever que el mendigo ya no está preocupado por el dinero (ni lo mira), sino que observa cómo su hijo se aleja sin poder hacer nada para evitar que cometa los mismos errores que él cometió en el pasado.

10. Ambienta con poco


No tienes espacio para descripciones largas ni disertaciones, pero el cuento también ha de tener ambientación para envolver al lector. Para ambientar en un texto muy corto, usa el tono, el narrador, el lenguaje y selecciona las palabras adecuadas. No es lo mismo decir “ciénaga” que decir “pantano”; tampoco es igual “bruma” que “niebla”. Cada palabra te ayuda a construir la atmósfera. Elígelas con cuidado.
Por ejemplo, para la historia del mendigo, nos encontramos en una ciudad, una mañana de invierno en la que hace mucho frío, pero no es necesario decir todo esto. Podemos ver el frío en el vaho que sale de la boca del personaje o haciendo que se frote las manos envueltas en guantes antes de contar el dinero. Incluso, mejor aún, podemos verlo todo a través de los ejecutivos que entran en sus oficinas envueltos en gruesos abrigos mientras ignoran al mendigo. En esta imagen sabemos que es una ciudad, que es por la mañana, es invierno y hace frío.

11. La importancia del título


Tenemos muy poco espacio para desarrollar nuestra historia y ya hemos dejado claro que cada palabra cuenta, ¿verdad? Pues tengamos algo de picardía y aprovechémoslas bien todas. El título es un espacio extra que puede resultar muy útil. Lo ideal: que sugiera, intrigue y arroje una nueva luz sobre el texto una vez se haya terminado su lectura.
¿Se os ocurre algún título para el relato del mendigo que cumpla estas características?

12. Una regla extra para escritores de cuento


Por último, nos queda un consejo fundamental para cualquier escritor que quiera dedicarse a escribir cuentos, aunque no tenga que ver con la escritura en sí: tenemos que leer cuentos. Si queremos entender cómo funcionan y cómo se escriben, es fundamental que los conozcamos. Hay que leer a Chéjov, a Horacio Quiroga, a Cortázar, a García Márquez, a Poe, a Borges, a Saki, a Ray Bradbury, a Bioy Casares, a Benedetti, a Monterroso… Tantos cuentos como se pueda.


Y hasta aquí las reglas fundamentales para escribir un relato corto. ¿Qué os han parecido? ¿Alguna más que añadiríais a la lista? Y, ¿qué me decís de los cuentos? ¿Soléis leer muchos? ¿Algún cuento o cuentista que os parezca imprescindible?
¡Feliz escritura!

La casa por el tejado

La azotea se concibió como un lugar práctico. Allí están las placas solares, la antena parabólica (sin estrenar aún) y uno de los tendederos. Pero también es el lugar que espero que mi hija recuerde como aquel mirador en el que se tumbaba con sus padres a ver las estrellas bajo una manta.
Desde la azotea accedemos a la buhardilla.
La buhardilla, como otras dependencias de la casa, es un espacio en construcción. Parte de ella está destinada a trastero provisional, separado del resto por un biombo de Audrey Hepburn. El techo a dos aguas y que esté totalmente forrada de madera, la convierten en la habitación más acogedora e íntima de la casa. Unos sofás grises, con cojines a juego y una peluda alfombra, invitan a sentarse y quedarse allí. En el pequeño mueble de madera puedes encontrar mis útiles de escritura, y también los de mi “quiero y no puedo”, la pintura.
Ya sé que el escritorio no pega mucho con ese ambiente que he querido crear. También es provisional. Desaparecerá en unos años, cuando mis hijos ya no rompan mesas de cristal.
Por una crujiente escalera de madera bajamos a la primera planta. Una cristalera de pavés de colores, con velas a sus pies, la llena de luz. Llegamos a un distribuidor decorado con una maceta que comienza a secarse ya, y un vinilo de juncos que me transmite mucha serenidad. Entre los juncos y la maceta está la puerta de a una coqueta terracita que no utilizamos.
En esta planta están los dormitorios y los baños. El azul es el de Sofía. Eternamente desordenado, como puedes comprobar. Con la cama y la mesita de noche llenas de libros. Junto a él, la “habitación malva”, como solemos llamarla. Ahí es donde dormiréis vosotros. Ya os hemos dejado un hueco en el armario empotrado, y la cama de matrimonio está lista. Frente a esta habitación está el baño de los niños, que será el vuestro también. Equipado con bañera, gran mueble lavabo, wáter y bidé, es un baño alegre y muy luminoso, gracias al lucernario del techo.
La puerta que queda es la de mi dormitorio. Otra habitación sin terminar. Aún no tenemos lámpara, ni muebles apropiados, pero nos hemos acostumbrado, y a mí me gusta el aire indolente que tiene este espacio. Mi cama es lo suficientemente amplia como para tener mi hueco, y a la vez, poder acercarme a Víctor cuando quiero acurrucarme.
No tenemos armario, ya que disponemos de un vestidor que comunica con nuestro pequeño cuarto de baño, con su gran ducha con mampara transparente, pensada para dos personas.
De vuelta al distribuidor, la blanca escalera de mármol nos lleva a la planta baja, el alma de la casa, donde más tiempo pasamos. En ella, el recibidor con un perchero de pie verde, lleno de bolsos. Siempre decimos que vamos a comprar uno a tono con el resto de la casa, pero nunca lo hacemos. Desde allí, el salón, la cocina, el estudio y el aseo. No, el suelo no es de madera. Es gres que imita la madera. Las otras dos plantas sí tienen tarima flotante.
Ya verás qué cómodo es comer en la cocina, tú que estás acostumbrado a comer siempre en el salón, todo el día con platos de acá para allá. La pensamos grande y práctica, para que todo estuviera en su sitio y a mano. La encimera, de color claro, iluminada con luces bajo los muebles altos, para focalizar la luz en las zonas de trabajo. La alacena, en la que almacenamos comida para emergencias nucleares y hambrunas, es un pequeño cuartito lleno de olores a especias, patatas, galletas, aceite,…
Esa puerta de cristales que ves da al lavadero. Escueto: una lavadora y un armario escobero con todos los productos de limpieza, escobas, tendedero plegable, mesa de la plancha, etc. Nada más.
Junto a la cocina, con entrada desde el recibidor, tienes el estudio, mi otro rincón de la casa. Ahí están mis libros y materiales de trabajo, ocho estanterías llenas de libros y más libros, y postales de viajes realizados por otras personas. Una mesa en forma de ele en el centro, con el ordenador, la impresora, varios lapiceros atestados, y un sillón de ruedas de lo más cómodo y ergonómico.
El aseo es pequeño, aunque dispone de ducha, lavabo y wáter, y un armario bajo el hueco de escalera en el que guardamos de todo.
Y el salón, bueno. El salón es el lugar favorito de Sofía, ya que más de la mitad es suyo. No me desmontes el parque en nuestra ausencia, por favor. Si cuando volvamos no está, Sofía puede desmayarse (es broma). Nos hizo mucha ilusión montarle el parque. Fue nuestro regalo por su octavo mes. Compramos una moqueta nada cursi, una valla verde de granja para separarlo del resto del salón, un arcón para guardar los juguetes, unos espejos para pegar en la pared,… yo hice letras y dibujos para decorarlo, y así quedó. La de tardes que hemos pasado ahí tirados jugando con ella. Y las que aún pasamos, ahora también con Diego.
No te preocupes por Pula, sabe que ahí no puede entrar. Ella llega hasta su camita y nada más. Es una perra muy buena.
La otra mitad del salón es la de los adultos, con el sofá (perfecto para siestas), la tele, la mecedora…aunque Sofía suele acapararla también. Niños, ya se sabe.
Puedes abrir las mallorquinas del ventanal, y te entrará luz en el salón hasta tarde. Desde ese ventanal puedes ver gran parte del jardín: el balancín que está bajo el porche, la falsa pimienta, que está ya enorme, y el camino serpenteante flanqueado por abrótano, romero y tomillo hasta la cancela de la calle.
Como ves el jardín está un poco asalvajado. Entre las últimas lluvias y la falta de tiempo, el césped se ha disparado.
La parte del jardín que no se ve desde el ventanal, es donde está el arce, que no crece mucho el pobre. Y la cochera, donde duermen nuestros coches y Pula. Ahí tenemos la caldera de hueso de aceituna que calienta la casa en invierno. Ya verás qué maravilla.
En el patio lateral está el toldo que diseñó Víctor con gran acierto, y el tobogán y la casita de Sofía.
La entrada a pie la hacemos por la cancela pequeña. La otra, más grande, es la salida de los coches.
Es una casa grande, con tejados de tejas entre naranjas y rojas que contrastan con el amarillo suave y cremoso de la pared.
Mi casa está en una calle tranquila. Elegimos una parcela orientada al sur, con un parque enfrente, y ahí la construimos.

No tiene pérdida.

lunes, 14 de octubre de 2013

Etopeya de Carmen Soria (por Mari Carmen Lasarte)

Sensible, tierna, imaginativa, un buen sentido del humor, llena de vivencias, que expone con  una magnífica facilidad y sencillez, risueña, activa, inteligente, curiosa con ganas de aprender. Da la sensación de ser feliz

viernes, 11 de octubre de 2013

Mari Carmen (por Rosa)

Desde que la conozco lo pienso, y creo que seguiré pensando igual con el tiempo: de mayor quiero ser como ella. 
Mari Carmen representa, en algunos aspectos, un modelo de mujer que yo envidio, porque posee cualidades que yo no tengo, y que creo no ser capaz de alcanzar. Me admira que sea capaz de hacer parapente, o montar en globo; que tenga una visión tan positiva de la vida. Que sonría y dé calorcito del bueno cuando en más de una ocasión está triste; que lleve para delante taantas cosas, como madre, esposa, abuela y además pueda hacer francés, escritura, taichi,...
Es fuerte, o aparenta serlo. 
Alegre, viva, con unos ojos juguetones y brillantes, que cuentan de ella más de lo que ella cree.

Confidencias


Van de la mano por un camino sombreado por sauces y eucaliptos, que a ambos lados de la ancha senda les brinda un arco de incontables tonos de verdes donde cobijar sus confidencias. El sol está alto y se deja notar en esta cálida mañana de otoño.

Un lazo férreo se deja adivinar entre ellas, emanan  dulzura en esa visible placidez de saberse a salvo de la soledad y en la forma de transmitirse una a la otra que se tienen. La pequeña  alegra el generoso y delicado corazón de la mayor y ésta se sabe sostén y defensa de su pequeño tesoro.

Serenas y ajenas a la observación, con el polvo sobre sus zapatos en un tranquilo y armonioso paseo en el que cada una va mirando su propio camino; una no es consciente de lo que le queda por recorrer, por eso se deja llevar tranquila y sosegada por esa mano que le da la confianza de que el mundo es suyo, y nada más que suyo.  La otra sintiendo que su cuerpo le avisa de que tiene que aprovechar estos momentos, pensando en que su camino es más corto y por tanto ahora su intención es dejar  una hermosa huella tejida de palabras amorosas, de pequeñas historias compartidas con su pequeña princesa, dejando que sepa quién es,  qué le pasó cuando era pequeña, cuales era sus deseos, sus temores, sus canciones...

Es un momento de transmisión del legado de la vida, como un reloj de arena que va trasvasando su contenido siempre desde arriba, pero que como el más necesario de los feeb-back, ha de volcarse para que tenga sentido su existencia.

Así van ellas, mi madre contando alguna historia, mi hija  escuchando distraída a su abuela.
Sus manos como el lado más estrecho de los dos conos del reloj de cristal, por donde confluyen sus vidas;  una mano se aferra para no irse, para servir de guía, la otra se agarra feliz, confiada, tranquila, dejándose llevar.


Ítaca puede seguir esperando, es este camino de confidencias y sosiego donde confluye un tiempo compartido y precioso que ya pasó,  el que seguimos transitando, ahora sin ella de la mano, pero sintiéndola en nuestro interior.

jueves, 10 de octubre de 2013

Araceli (por Rosa)

El físico es lo primero que conocemos de quien no conocemos y puede darnos pistas de la forma de ser de esa persona, o llevarnos a error. En mi caso, la primera impresión que llevé de ella al verla fue la de ser una mujer alegre. Por el color de su pelo, el corte, el color de sus gafas y su forma de vestir.
Desde las uñas de los pies hasta la cabeza, pasando por sus andares, desprende un halo de alegría, ternura y cariño que envuelve.
Sus curvas invitan a abrazarla, con abrazo de oso, de esos en los que apetece quedarse un rato.
Su sonrisa, llena de dientes. Sus manos, grandes, generosas.
Y ella, entera, dispuesta siempre para los demás.

Soledad

Tengo la piel de gallina. Me ha despertado el temblor de mi cuerpo. Qué frío hace. Ellos están en mangas cortas y no parecen incómodos. Será que el frío está dentro de mí.
No me miran. Hablan fuerte, como si yo no estuviera. No me miran y yo no puedo moverme de esta cama ni hablarles porque el castañeteo de mis dientes me impide articular palabra. Tengo frío. Quiero una manta. Quiero una manta. Miradme, por favor. Estoy aquí. ¿Cuánto tiempo llevo durmiendo? ¿Cuánto hace que se lo llevaron de mi lado? ¿Y Víctor, estará bien? ¿Habrá podido descansar un poco? ¿Lo habrá visto? ¿Cómo estará Sofía?
Me miran. ¿Y mi hijo? ¿Está bien? ¿Sabéis si está bien? ¿Cuánto tiempo más tengo que estar aquí? Regresan a su insulsa conversación y me hacen desaparecer. He olvidado pedirles la manta.
El temblor de mi cuerpo me agota. Me duermo. Me duermo. Tengo frío.
Me despierto de nuevo. Mi cerebro aún no puede mover mis piernas. Las toco. Las pellizco. No. No siento nada. Sólo existo de caderas para arriba. Las extensiones que salen de debajo de ellas no me pertenecen.
Me quiero ir ya. Quiero saber. Quiero ver a Víctor y a mi bebé. Lo primero que haré cuando suba será coger mi teléfono. Hoy es el cumpleaños de Esther. No puedo olvidar felicitarla. Le mandaré la foto que Víctor nos ha hecho en el paritorio. ¿Qué hora será?

Tengo la boca seca. Agua. ¿Por qué no me miran? Agua. Agua y una manta. Por favor, por favor. Cuánto frío.

Cerrando círculos

De manera automática la enumeración que me viene a la mente: descubrimiento, sensaciones, cariño, compañerismo, recuerdos, amistad, vivencias, pasado, sinceridad, amor, imaginación, futuro, terapia, esperanza……

¿ESCRIBES?
Para mí ha sido todo un descubrimiento, nunca había realizado este experimento, ni cuando era jovencita con la poesía, ni con relatos cortos sobre algún amorcillo, ni diarios, ni nada, pero es estupendo, cuando estoy en casa sola, se me viene a la memoria algún hecho que haya tenido lugar y lo escribo, esto es nuevo para mí, era una neófita total, pero estoy muy contenta, porque este Taller me ha servido, primero para descubrir cosas de mi interior que estaban ocultas y después para conocer gente muy “maja”, de verdad, no es peloteo.  Espero y deseo que después de este tiempo haya adquirido el hábito, que seguro será bueno para mí “yo personal” y muchas de las cosas que me sucedan, las plasme en el papel, así podre recurrir a ellas para recordar,  se dice que recordar es volver a vivir.   
Me gustaría algún día saber escribir bien para poder, no solo relaticos cortos, sino, historias de verdad, no sé donde he leído que escribir es viajar, a mí los viajes me entusiasman, pero me falta imaginación, siempre he sido muy alemana, todo tiene que estar tabulado, por eso quizás mi trabajo de funcionaría me gustaba, todo te lo dan masticado, casi digerido.
Debe de ser maravilloso y a la vez doloroso, ponerse ante una hoja en blanco y que no te venga ninguna  idea, pero de pronto se te almacenan todas juntas y debes de correr como una posesa, porque se te van de la cabeza, Espero este verano, como ya he dicho que soy germánica, ponerme tareas diarias y escribir un poquito o un muchito cada día 

Siento mucha pena de que me falten los jueves a las 6,30 y no poder estar con todos vosotros, hemos conectado muy bien o por lo menos yo,  a esa hora hasta octubre y si tenéis ganas y tiempo pensar en Carmen Soria, que estará pensando en vosotros.

Historia erótica pero menos

Fui una vez cuando era soltera a la Costa del Sol, algunas veces que he vuelto, me acuerdo de como lo pasé, qué tiempos, cuando conocí a un hombre extraordinario, dulce, amable, simpático, culto y no veas en lo referente al sexo, genial, fueron unos días que nunca he olvidado, ni olvidaré.
Después he vuelto a ir en otras ocasiones.  Con mis padres, estando todavía soltera, les dieron plaza en la Residencia de Educación y Descanso de Marbella, se pusieron pesados y los acompañé, vaya veraneo, no me quiero acordar, ir al comedor a desayunar, a la playa, a comer, a dormir la siesta, a cenar, un ratito de tertulia con unos amigos que tenían mis padres. Al ver que venía un hijo con ellos, me entusiasmé, por lo menos había alguien de mi edad, estaba bien, físicamente hablando, pero pronto descubrí que era un muermo. No me llegue a enterar bien, pero creo estaba en el Seminario.  Bueno, me leí todos los libros que pillaba a mano. Las comparaciones son horrorosas, ya lo sé, pero cuando has tenido jamón, no te gusta la mortadela. Este veraneo fue un autentico desastre.
La otra vez que fui a Marbella, estaba casada y tenía 2 niños, el colmo, se pusieron malos con tosferina, los angelitos no tuvieron la culpa; me pasé el verano en la orilla del mar, pero luchando para que no se bañaran, ya que solo les podía dar el aire, pero no mojarse. Una delicia, mi marido, ni te cuento, cabreado como un mono, sin poder hacer lo que le gustaba, ir a cenar, ir de excursiones, todo lo normal, pero cuando no se puede, no se puede, hay que aceptar las cosas como vienen.

La última que fui a pasar unos días allí, estaba recién operada y tenía una depresión que ni te cuento, todo lo veía negro, el pobre de mi marido no entendía que me podía pasar, tenía 51 años, no se daba cuenta que estaba harta de mi vida, harta de matrimonio, harta de todo, hasta de vivir. El me quería mucho, pero Dios no le había dado sutileza,  no se percataba de nada y yo no quería sincerarme, estaba encerrada en mi misma. Todavía no sé cómo pude superar aquella situación y no mandar todo a hacer gárgaras. Quizás detrás estaba mi madre dándome ánimo, yo creo que la gente que te quiere, aunque haya muerto, siempre está a tu lado apoyándote, guiándote para que no hagas lo que a veces te pide el cuerpo hacer y te da algún motivo para pasar la mala racha. Bendita sea la hora que me iluminó, ahora tengo una vida llena. No tengo a mi marido por desgracia, pero si a mis hijos  y nietos que adoro. Siempre hay que ir adelante.

Año 2053

Estoy en ese estado en el que no sabes qué día es, que digo día, ni semana, ni mes, ni nada; tengo que reconocer que soy muy dormilona. En esas estoy, cuando consigo abrir los ojos, hace frio, mucho frio o por lo menos yo lo tengo, busco mis zapatillas y la bata, pero la ropa que veo no es mía, me asusto un montón, miro a mi alrededor y no reconozco el sitio donde me encuentro, ni mi dormitorio, ni mi cama;  me entra pánico, llamo a mi madre para preguntarle qué pasa, me levanto y en el espejo de una tocadora que no es mía, veo a una mujer que no soy yo. Qué horror. Yo tengo 20 años, tengo que ir a trabajar al Ministerio, estamos en época de mucho trabajo, hay varios Convenio Colectivos, tengo que tener los papeles ordenados en sus carpetas para que los firme D. Jesús,  el Director de Trabajo.
Quiero ir al cuarto de baño a arreglarme, pero me doy cuenta que me duele la espalda, que tengo canas, que tengo arrugas. ¡Dios mío!, que ha pasado, no lo entiendo,  me parece cosa de brujería, porque no es posible que te acuestes con 20 años y te levantes con 68 es una pesadilla, ¿donde están los años que faltan?, ¿como los he vivido?, ¿qué clase de vida habré tenido?.
Decido meterme en la cama a dormir otra vez y que sea lo que Dios quiera.  

CUENTO COMICO
Para la edad que tengo, 108 años estoy bastante bien, ya no puedo andar deprisa, arrastro los pies, pero me niego al bastón y mucho menos el andador. Ver, veo poco, por no decir casi nada, pero ahora hay unas gotas que te las pones por la mañana y te aclaran bastante la visión, pero claro al día siguiente tienes que repetir la operación, esto es bueno, así estas entretenida.
La vida ha cambiado muchísimo, ahora a todos los vejestorios estamos todos juntos, pero no  son los antiguos asilos, sino casitas pequeñas, nos traen de comer y eso sí, los hijos, nietos o biznietos por Ley tienen que venir a darnos der comer cada día uno, se lo pagan como si estuvieran trabajando.
Tenemos nuestras reuniones en el jardín o en el salón, jugamos, hacemos ejercicio físico, nadamos, pilates y nos dan las medicinas que necesitamos. Nos ponen un rato la tele, elegimos votando lo que quieres ver al día siguiente y eso vemos, sino te gusta, te pones a leer y hacer tertulia con otros compañeros.
Hay también amores tardíos, son comprensibles, se está muy solo y si no tienes costumbre, se pasa mal; son entrañables, cojiditos de la mano, parecen adolescente.
Bueno, pues todo esto que he escrito es mentira podrida, me he quedado con todos vosotros, vete tú a saber, primero llegar a esa edad y después que todo esté tan ordenado y reglado. Es pura fantasía.



TESTAMENTO

No sé la vida que habrá cuando no esté por aquí, desearía que los que hemos pasado por el mundo, hayamos dejado alguna cosa buena, siendo objetiva, poquitas cosas, pero hay que ser optimista y ver el vaso medio lleno.
Mi yo personal, espera dejar un buen recuerdo en los que han compartido mi vida, en pequeñas o en grandes parcelas.
En las pequeñas, no creo que haya hecho daño a nadie a sabiendas, quizás sin querer o por no pensar bien lo dicho o hecho en algún momento. Espero que sean benevolentes conmigo.
En las grandes parcelas, o sea los que están directamente ligados a mí, por amistad o por parentesco, ahí la cosa es más complicada, ya que no son solo palabras o hechos, sino malos ejemplos  realizados por mí, no quisiera que alguno de ellos, llevara a alguien querido a cometer algún error irreparable.
A mis hijos siempre les he dejado libertad a la hora de tomar decisiones, en algunas han acertado y en otros no, de todas formas, en estas última he tratado de estar a su lado queriéndoles mucho.
Desearía que me vean cuando me muera, como alguien que ha intentado ser coherente consigo misma y sobre todo que he querido mucho a la gente de la que he tenido la suerte de tener cerca.
CARMEN



Marbella

Cada vez que paso por la Costa del Sol y veo la palabra Marbella escrita en el puente sobre la carretera, se me viene a la memoria un verano que pasé en ese pueblo; iba a descansar, ya que había tenido un año horroroso de trabajo.
He hospedé en un hotelito que los balcones daban a la playa, deshice las maletas y me baje a cenar, busque un chiringuito, me senté y pedí pescadito frito, estaban tocando una canción que no paró de sonar en todo el verano “Cuando calienta el sol”. Estando cenando, note que alguien me estaba mirando la parte posterior del cuello; tengo una especie de radar cuando me observan por detrás, me gusta y me altera, volví la cabeza y vi a un hombre muy moreno, con el pelo de tan negro que lo tenía que con la luz se tornaba azul y los ojos marrones oscuros, te comía con ellos y yo pensé inmediatamente, aquí de descansar nada de nada.
Se acercó a la mesa con una copa en la mano y se presentó, se llamaba Oscar, era gallego y también estaba solo pasando unos días.
Empezamos a hablar solo de tonterías, pero nuestros ojos no paraban de desear irnos de allí y pasar a otras cosas. Pagamos y me dijo muy quedo, “a tu casa o a la mía”. Yo pensé inmediatamente, por Dios, acabo de llegar al hotel y ya voy a subir con compañía. Le dije, “a tu casa, sino está muy lejos”.
Estaba al lado, abrió la puerta prácticamente conmigo en brazos, besándonos. Había visto la escena en películas, pero nunca la había vivido.
Nos tiramos en el sofá y en el suelo, fuimos rotando hasta el dormitorio, a la vez que nos quitábamos la ropa, una vez en la cama, ¡que apoteósico!, ¡qué  hombre!, era un demonio, las cosas que sabía hacer. Cuando nos quedamos dormidos, era la hora del desayuno.
Al despertarnos, lo primero que pensamos fue en comer algo, estábamos hambrientos. Después nos bajamos a la playa a bañarnos, a besuquearnos y a meternos mano en el agua y de vuelta a la habitación.
Así estuvimos todos días, hablando, tomando el sol, comiendo, durmiendo más bien poco, pero haciendo el amor muchísimo…………..

¡Ah no sé que es profesionalmente, ni nada de su vida. Tampoco el sabe nada de la mía.

Carta de amor

Amado mío:

Lo que voy a escribir, no es propiamente una carta de amor, puesto que tu nunca la leerás; son sensaciones sentidas por mí en otro tiempo y que no supe apreciar y mucho memos comunicártelas.
Me sentía llena de amor, loca por que llegara la hora de verte, de sentir tu voz tan aterciopelada, tus ojos color de miel, profundos y sosegados y tus besos ¡Dios mío!, dulces, nunca con prisas, ni bruscos; me abrazabas con tanto amor que me sentía levitar, era misticismo lo que experimentaba en todo mi cuerpo, me llenaba de ti.
Cuando me iba a casa estaba impregnada de tu olor, en cada sitio que me habías acariciado olía a ti, era como el aire que respiraba, fresco y maravilloso.
¡Estábamos tan enamorados! Todo era bonito y maravilloso.
 Por más vuelta que he dado a todo, no sé como pudo acabar, pero acabó.
A lo largo de los años con la perspectiva que da el tiempo, pienso que éramos demasiado jóvenes, tan inexpertos, tan inmaduros, cuando lo recuerdo se me pone cara de boba, no te das cuenta de lo que estas experimentando, de que ya no volverá a ocurrir nunca más en tu vida, te enamoraras otras veces, pero nunca como la primera vez.
De todas formas, aunque tú nunca lo puedas llegar a saber, te llevo en mi corazón y siempre te llevaré

MARY CARMEN

Para llegar a ser yo

Se debe de sacar enseñanzas al mirarse por dentro, debería de ser un ejercicio diario, como el lavarse los dientes, el verte que eres de otra forma a la que te ves y la que te ven. A veces tienes el sentimiento de rechazo que sientes hacía ti mismo. Hay que empezar por decir YO SOY y desear decir YO DEBERIA DE SER.
El limar aristas en las relaciones, es un trabajo largo, árido y no siempre se llega a alcanzar el entorno agradable, pero aunque siembres algo que tu no lo disfrutarás, otros que vengan detrás de ti si lo harán y te recordaran con cariño, creo que casi lo más importante del paso por esta vida, es el recuerdo que dejes y mientras exista alguien que te recuerde, no te iras del todo de este mundo.

Hay que aprender a plantearse muchas cosas y desear crear un entorno que esté lleno de bondad, de verdad, en definitiva de amor hacía los que te rodean y dejar el egoísmo fuera de tu corazón. Es francamente muy difícil de lograr, pero si lo consigues serás muy feliz.

Familia Soria Pastor

Abuelos Paternos:
Purificación.- Gallega de Orense, era medio meiga, tenía unos ojos rarísimos, uno verde turquesa y otro azul clarísimo. Sabía muchas historias de Maragatos, Santa Compaña y Meigas. Me contaba cuentos que me daban miedo. Era dulcísima.
Simón.- Nació en Navarra, no lo conocí, militar, hizo la guerra de África, no juro adhesión a la Republica. Murió en Madrid en una saca, junto con sus tres hijas de 15, 22 y 24 años, no llegaron a una checa, se cree que los fusilaron en las tapias de la Almudena, nunca aparecieron los cuerpos.
Abuelos Maternos:
Cirila.- Nació en Guadalajara su padre tenía un tejar, era muy gruñona y con mal genio, pero a mí me quería muchísimo, murió cuando yo tenía 4 años.
Estanislao.- Nació en Orihuela, era pastor, aprendió a leer solo en el campo con la hoja parroquial que le daba el cura. Después se fue a Madrid y llego a Jefe de Imprenta. Socialista, de misa antes de entrar a trabajar, iba a diario, era un  pedazo de pan, no tuve la suerte de conocerle.
Padres.
Francisco.- Nació  en León, militar republicano a la fuerza, vivía en Madrid con mi abuela, el decía que estaba más seguro en el frente que en su casa. Como persona una maravilla, había vivido mucho y sufrido más. Como padre generoso, buenísimo, un ser excepcional.
Paula.- Nació en Guadalajara, pero madrileña hasta los huesos. Empezó a trabajar con 12 años en un taller de modistilla, llegó a encargada y cortadora de una casa de Alta Costura que estaba frente al Retiro en el Barrio de Salamanca. Cuando ella nació se rompió el molde. Maravillosa. 


Siento no remontarme más lejos en el tiempo, pero es que no dispongo de suficiente información, solo tengo algunos retazos de lo contado por mis padres, pero lo expuesto en estas líneas lo he hecho de mis recuerdos más recientes.

Personaje impuesto

He tenido que huir de mi casa, bueno dicho así, parece más melodramático de lo que es, normalmente vivo en Madrid, pero tengo otra casa en Melilla donde llevo asuntos laborales. Un marido un poco cabreado, porque su mujer prefiere a un tipo como yo, joven, alto, guapo, simpático, bien situado, con despacho de abogado propio; comparado con su marido, militar, aburrido, bajito y gordo, en fin no admite comparación, pero siempre hay un pero, el tiene un arma y yo la tengo  en casa, ya que me gusta la caza dispongo de ella, pero no la tengo a mano. No me lo pensé dos veces, me fui al puerto y embarqué en el primer barco que salía para la Península. La mujer estaba bien, pero no merecía tanto, sobre todo que se le cruzaran los cables al marido y llegara a pegarme un tiro. Siempre me pasa lo mismo, no sé porque me atraen los malos rollos.
Fui a confesarme con mi amigo el padre Juan, no sé porque  lo hago, parece que soy masoca.
 -Gonzalo tienes que sentar la cabeza. Cásate con una chavala buena, tuviste una novia estupenda, pero hijo es que lo formal te da espanto, no entiendo como de una familia tan devota, tan trabajadora, tan buena, has salido tan bala perdida.
La verdad tampoco entiendo tus ideas tan radicales, tan de derechas, que digo derechas, extrema derecha, rayando con el facismo, estás desfasado, viniendo de una familia tan sencilla, humilde y trabajadora, porque todo lo que eres, es gracias a los sacrificios de tus padres, que te dieron estudios siendo tu padre albañil, la cantidad de tabiques que habrá levantado en su vida.
Bueno, lo que me has confesado va contra dos de los mandamientos que te hacen más miserable. “Desear a la mujer de tu prójimo y cometer adulterio con ella”. Ofendes y de que manera, a un hombre que no te ha hecho nada, mancillas a una mujer, puedes destruir un hogar con hijos, en fin no tienes por donde cojerte y además de todo lo dicho, te tengo que absolver, aun sabiendo que lo vas a hacer de nuevo, porque eres un inmoral, pero no cejare en mi empeño una y otra vez, lo mismo el Señor me escucha las oraciones y te ilumina llevándote por un camino mejor.

Reza un rosario de penitencia y piensa alguna vez de cintura para arriba y no de cintura para abajo.   

La casa


La historia de esta casa es como millones construídas en Madrid, ni peor ni mejor, no hay ricos, ni pobres, es una casa corriente dentro de sus diferencias.
Tengo un portal muy grande, demasiado, comparándolo con los pisos, con dos puertas, una da al jardín y otra al garaje.
Hay un portero un tanto antipático, sobre todo con los niños y bastante cotilla, siempre amigo del presidente que toque de turno, esto suele ser muy corriente, además le gusta llevar y traer chismes.
En el momento actual le ha dado por criticar y levantar bulos sobre una señora llamada María Claudia, es muy guapa, está casada con Enrique un buen hombre, pero según las cotillas de la casa y sobre todo del portero, tiene demasiados amigos, no puedo decir si son muchos o pocos yo no entiendo de eso, pero sí sé que Enrique se marchó de la casa y según oí en el ascensor, le había puesto los cuernos, que no sé lo que es, pero debe de ser muy malo. Tan solo hubo una señora, doña Lidia que se puso a favor de María Claudia  tuvo bastantes discusiones con varios vecinos, sobre todo mujeres, no lo entiendo, siendo mujeres como la atacaban en vez de defenderla, convivo con los vecinos, pero son unos desconocidos para mí.
Esto último no sé como lo he escrito, pretender entender a los humanos, siendo una casa, no estoy muy fina.
Bueno volviendo al relato, hay gente muy maja, con muchos niños, chicos solteros, abuelitos, hay de todo y también tenemos unos vecinos bastante extravagantes. Ella es rumana y el español, son muy raritos, en su forma vestir y vivir con horarios muy extraños. Tiene tres perros, uno enorme parece chino con mucho pelo que va soltando por todas las partes, el segundo salchicha y el tercero chiguagua pequeñísimo, se pierde entre los pelos del chino.
Siempre van sueltos y a la gente les da miedo, nunca los llevan atados y no sirve lo que dicen los amos de perros “No hacen nada” hasta que un día lo hacen.

Os he descrito como soy, nunca ha tenido una tragedia que salga en los periódicos, nada más que lo corriente, fallecimientos, enfermedades, etc., pero en líneas generales soy una buena casa donde se vive tranquilo y bien.

Mi almohadita

Tengo que haber venido de un pueblo, ya que soy una almohada y la lana sale de las ovejas. Entre a formar parte de la vida de Mary Carmen, pero no puedo decir cuando, solo sé que era muy pequeñita.
Pasé con ella unas enfermedades llamadas sarampión, rubeola y escarlatina, se puso roja y muy caliente.
Después me fui con ella al Colegio interna.
Cuando salió a los 15 años seguía abrazada a mí todas las noches, supe de sus problemas, para mi rarísimos, que si un chico la había mirado, que si no la hacía caso, ¡puaf! cosas todas ellas extrañas. Según oía a su madre, la adolescencia.
Luego un día estaba muy nerviosa porque se tenía que examinar, que no se bien que es, pero estuvo toda la noche sin pegar ojo y yo para arriba y para abajo. En fin una tortura.
Después a los pocos días me entere que había aprobado y que entraría a trabajar en el Ministerio de Trabajo, la oía decir que era su sueño, lo que ella quería ser desde siempre, yo la verdad no lo sabía.
También a los 18 años tuvo un novio que se querían mucho, pero no sé porque rompieron, creo que otro chico se metió por medio, más mayor y con más experiencia. Se caso con él,  de este matrimonio, su segunda hija también tenía la misma costumbre, dormía con una almohadita.

Bueno no puedo extenderme más contando historias, solo puedo decir que sigo con ella, a pesar de los años y de que sus hijas le dicen que hay almohadas más modernas, ella sigue siéndome fiel.

El soldadito y la bailarina


Había una vez un soldadito de plomo que le faltaba una pierna, nadie lo quería comprar por ser cojo. En la tienda de juguetes tan solo tenía una amiga, era una bailarina preciosa, pero también había perdido una pierna, eran amigos y estaban unidos por la misma desgracia.
Veían como entraban juguetes nuevos y rápidamente los compraban, entre estos existía mucha crueldad. Se reían de ellos.
Un día entró en la tienda un padre con su hijo, queriendo comprar algún juguete por su santo. El niño era ciego y el padre no tenía mucho dinero.
El dueño de la tienda vio  la oportunidad de vender al soldadito y a la bailarina. Al oír la explicación del dueño de la tienda de porque se los dejaba tan barato, fue el niño quién respondió:
 A mí me da igual, soy ciego y lo importante para mi es tener unos juguetes con los que jugar.

La moraleja de este cuento es que a todo el mundo no les parece igual lo hermoso y perfecto, sino que es a uno mismo a quién nos debe de parecer bonito y deseable.

Confesiones


Ahora paso a recordar el único momento triste y que me hace sentir mal, porque no fui buena, ni generosa, es un hecho que jamás he contado a nadie, pero que a lo largo de los años no he podido olvidar.
Os he explicado que una amiga y compañera murió, yo tenía menos de 10 años, porque con 10  se hacía el Ingreso y estaba en el colegio de mi barrio donde lo prepare, fue un mazazo, no asimile, ver a mi amiga muerta, vestida con el traje de comunión en el ataúd. Mi madre no se enteró, me llevó el colegio. Se llamaba Mary Carmen, era preciosa, con el pelo rubio, rizado y los ojos azules, muy alta y siempre estaba riendo. No entendí que de un día para otro se pudiera morir y así fue, nos dijeron  que de un corte de digestión, ahora me suena un poco raro.

Pero el hecho que me hace sentir mal, fue que dentro del ataúd habían metido sus cosas, entre ellas tebeos que yo le había dejado. Me callé, pero no me gustó nada. Fui egoísta y mezquina, antepuse durante un instante una cosa tan simple y superficial a la pena de la muerte de mi amiga. Lamentable.

Recuerdos de mi infancia

1.- Me acuerdo de los primeros días de colegio.
2.- Me acuerdo de lo bien que lo pasaba quitando los lazos de las coletas de mis compañeras. Tenía 3 años.
3.- Me acuerdo de lo mal que lo pasaba castigada por quitar los lazos, con mi sillita de cara a la   pared.
4.- Me acuerdo que mi madre me sacó del Colegio porque me contagiaron la rubeola, el  sarampión y la escarlatina, el lote completo. 
5.- Me acuerdo de aprender a leer en el Quijote, no lo he vuelto a leer.
6.- Me acuerdo de la muerte de una compañera y amiga del Cole, no lo entendí.
7—Me acuerdo de cuando hice el Ingreso de Bachiller en el Instituto San Isidro de Madrid.
8.- Me acuerdo de lo serio que me parecía el Instituto.
9.- Me acuerdo lo grandes que eran los bancos y las mesas.
10.- Me acuerdo del Internado con las monjitas.
11.- Me acuerdo que mi madre lo pasaba muy mal cuando me dejaba los domingos por la noche.
12.- Me acuerdo de los primeros recreos, siempre sola, sentada en un banco del jardín ya que no  conocía a nadie.
13.- Me acuerdo después estaba deseando salir de la clase o del estudio para ir al jardín a 
14.- Me acuerdo de los domingos, después del Ángelus, sonaba el teléfono de portería y siempre era mi nombre el primero.
15.- Me acuerdo de mis monjitas, de Sor Beatriz, una bendita de Dios, de Sor María Dolores, una valenciana que decían que era marquesa y además guapísima, de Sor María Luisa, muy viejecita, con chepita, pero buena y dulce a más no poder.
16.- Me acuerdo de mis Santos, mis padres se volvían locos me traían fresas con nata, helados al corte, todas las cosas que me gustaban.
17.- Me acuerdo de mi infancia felicísima y de tener recuerdo maravillosos.


Nacemos

HISTORIA MIA.-
Me encontraba agustísimo en mi casita fabricada por la naturaleza, aunque de vez cuando me movía extrañamente, no sabía a que era debido, luego a lo largo de los años, supe porque, mi madre era modista y en aquella época no había máquinas de coser eléctricas. De pronto note movimientos extraños, pequeños tironcitos, luego más fuerte. Iba a venir a este mundo maravilloso para mí. Tuve la suerte de nacer  en una familia que me deseaba, que siempre me quiso, más que eso, me adoraban. A lo largo de mi vida plena y llena, doy gracias a Dios, hasta ahora, de la felicidad que he disfrutado.


HISTORIA DE MI MADRE.-

       Hoy es 29 de julio, hace un calor en Madrid horrible, estoy terminado un traje de novia, no puede esperar y me estoy poniendo molesta, ya es el segundo hijo y sé cómo funciona el ponerse de parto. A la siete termino el vestido, llamo a doña Ramona que es la comadrona y cuando llega, mi madre ya lo ha preparado todo. Fue rapidísimo, nació mi hija, momento felicísimo, después de la tristeza de haber perdido a mi primer niñito. Salió llorrando, toda colorada, era mi niña, maravilla de la naturaleza. Jamás hija mía, mientras yo esté por este

mundo , no haré otra cosa que quererte con todo mi corazón.  

Mala experiencia


Empezaré como si fuera un cuento, pero no lo es ni mucho menos, podía haber sido una experiencia con consecuencia desagradable para una chavala jovencita, un tanto inmadura.
Había vez una chiquilla muy guapa y simpática, que sabía que entraba por los ojos a cualquier hombre que la viera. El día en que se desarrolla esta pequeña historia, era la mañana de Noche Buena, en el trabajo dieron la hora a las doce del medio día  y la gente joven se marcharon a tomar copitas por varios bares, primero cerveza, vino, tapitas y después se siguió con bebidas más fuertes, si no estás acostumbrada te sienta fatal, eso le pasó a la protagonista de la historia.
Un compañero la llevó a pasear y tomar un poco el fresco, pero para fresco ya estaba él, empezó el besuqueo, toqueteo y ella estaba mareadísima, lo que quería es irse a su casa y el muy golfo, pidió un taxi, llevándola a una casa que acostumbraba a ir con alguna que otra mujer. Estando en ella, se dio cuenta que no sabía nada de su compañera, por no saber, no sabía ni su edad, le miró el bolso y vio que tenía 19 años, en la época que se desarrolla esta historia, no se era mayor de edad hasta los 21 años y era delito acostarse con una menor, eso y solo eso, le impidió cometer una infamia.
Estos hechos son reales, aunque parezcan que son cosas que ocurren ahora, no es así, siempre ocurrirán por culpa de chavalas  sin seso y de hombres con una moral penosísima.

De esta historia se saca una experiencia positiva, siempre hay que ver el lado del que se aprende algo, por eso se dice que la vida es la mejor Universidad, lo que hay que pedir a Dios, es que los errores, no sean muy graves y si lo son afrontarlos con valentía-

La Casona y sus secretos

               
      Esta historia que voy a contar, sucedió en uno de los pueblecitos que fui de veraneo cuando era jovencita, no se la fecha, pero ocurrió mucho tiempo antes de enterarme de los hechos que me contaron, ahora al cabo de los años, comprendo que no era extraordinario, sino que era lo corriente que acontecía por aquellos  años, lo que sí fue raro es como terminó y como afectó a cada uno de los personajes. 
      El pueblo  constaba de una casona, la Iglesia, el Ayuntamiento y el Colegio, todo típico de los tiempos. La casona dominaba todo el pueblo porque estaba en lo alto de un monte, allí vivían los dueños cuando iban y  siempre estaba preparada por si se les ocurría aparecer.
     Una de las guardesas que atendía la casa, era una viuda joven, que tenía dos hijos mellizos de 17 años, el muchacho llamado Ricardo, se ocupaba de ir con el ganado al campo y de una pequeña huerta que había hecho a su madre para la comida de la casa. La muchacha llamada María, ayudaba a su madre en la limpieza y cuidado de la casona.
     En el pueblo había un Colegio y un único maestro,  que daba clase a todos los niños, tuvieran la edad que tuviesen, era un gran maestro, vocacional y siempre pendiente de sus alumnos. En aquella época los niños dejaban de ir a la escuela a los 12 años, para poder ayudar a sus padres trabajando en lo que podían. Esto ocurrió con María y Ricardo que dejaron de ir a la escuela, en contra del criterio del maestro que adujo una inteligencia fuera de lo normal, pidió al padre cuando vivía y a la madre cuando este murió, que siguieran dando clases y mandarles a la capital cuando fueran más mayores, pero la madre se negó, no tenía dinero suficiente y así siguieron sus vidas, el uno con el ganado y la otra con las tareas de la casa.
     Un verano, no sé la fecha, llegaron cuatro coches cargados de maletas, con todos los criados de la Capital, venían a instalarse en la casa,   nadie sabía  los motivos, ya que ellos sí iban, era para pasar solo unos días; alguna vez un mes con los niños, pero poco más, el señor venía a cazar con sus amigos en la época de caza. La señora venia solo en Noviembre por Todos los Santos, ya que   tenía enterrados en la  Iglesia de la casa a sus padres.
     El Administrador llamó  a Adela la guardesa a la casa grande, para comunicarla que su hija María tenía que encargarse de los dos niños pequeños que tenían los señores, eran unos diablillos de 5 y 6 años, se llamaban Pedro y Pablo, no paraban quietos ni un minuto. A María le hizo mucha ilusión salir de la monotonía de estar siempre con su madre en su casa. Además de estos pequeños había dos hijos más, una niña de 15 años llamada Carolina, la pobrecita estaba impedida, había sufrido de pequeña poliomielitis, estaba siempre en silla de ruedas, era guapísima, buena, cariñosa y muy dulce y un varón de 20 años  llamado Alejandro, siempre estaba entre libros,  le  gustaba la música, tocaba el piano maravillosamente y pintaba unos cuadros preciosos, era un artista en toda la expresión de la palabra,  lo opuesto a su padre que le gustaba el aire libre, los caballos y la caza, estudiaba arquitectura en la Universidad,  muy inteligente y físicamente tampoco estaba mal, tenía un buen tipo y de cara  con ojos y pelo negro y sobre todo la bondad se reflejaba en su rostro.
     La señora de la casa era muy guapa, un poco estirada, enseguida que llegó fue a verla el médico, estaba enferma, tenía tuberculosis y la pobre, se encontraba  aislada en la parte de la casa más sana, donde daba el sol de mañana; solo podía dar pequeños paseos por el jardín, enseguida se cansaba, tenía que comer poquito y a menudo y reposar mucho. En aquella época no existía la penicilina y era una enfermedad casi siempre mortal. A los niños los veía de lejos y estaba muy triste.
      La vida en la casa era bastante agitada, entre los niños, el padre con sus amigos y la madre enferma; para María la monotonía de su vida anterior la parecía un recuerdo a veces agradable,  por las mañanas llevaba a los niños al Colegio, la madre no consintió traer un preceptor, decía que los niños deben de estar con niños, no criarse aislados del resto del mundo, a ellos  no les gustaba ir al colegio y  no paraban de refunfuñar.
-          María no quiero ir al Colegio.- decía Pedro.
-          María no he hecho los deberes y el maestro me va a regañar.- decía Pablo.
    María con toda la paciencia del mundo les decía:
-          Ojala yo fuera al colegio.
Los niños no entendían porque  María no había ido  al colegio a estudiar.
Un día los pequeños se lo comentaron a Carolina y Alejandro a la hora de la merienda, estos preguntaron a María el porqué de no haber asistido a la escuela y ella les dijo los motivos y lo que había dicho el maestro con respecto a que siguieran estudiando.
       Alejandro se lo comentó a su madre y esta le dijo que en el campo se obraba así, ir a la escuela hasta los 12 años, luego se tenían que poner a trabajar, este no dudo un momento:    Madre me parece una injusticia, no podríamos nosotros hacer algo por ellos, deberías hablar  con padre y éste con el maestro a ver qué opina él y que sí hubiera alguna solución.
      Veré que puedo hacer,  pero tu padre no es amigo de cambios, las cosas están cono están y punto. 
     Pasó el tiempo y todo siguió como siempre, pero la semilla estaba sembrada y en buena tierra. Alejandro se fue a la Capital a estudiar, en aquella época los estudiantes adinerados, debían tener un criado, este hizo todo lo posible para que el padre dejara ir con él a Ricardo,  con la única condición de que no fuera a dar clases, pero la tozudez del padre, también la tenía el hijo y fue él el que le dio clases, aprendió rápidamente, parecía una esponja, todo lo absorbía.
     Al ver el resultado de sus enseñanzas escribió una carta al maestro para pedirle consejo y este fue a la Capital, habló con sus profesores que tenían un Colegio religioso, le concedieron una beca. Ricardo se hizo maestro.
     El fin de este personaje de mi relato, fue fruto de la bondad de un lado y de la tenacidad de otro.
        Volviendo a la historia originaria y siguiendo con los mellizos, María seguía cuidándolos, estos creciendo y ella llevándolos a la escuela, el maestro iba a la Casona a  dar clases a Carolina, María aprendía todo lo que la enseñaba, pero Carolina, que era una niña enfermiza se agravo, el médico del pueblo no sabía lo que le pasaba, tenían  miedo de que fuera tuberculosis, decidieron llevarla a la Capital a ver a un especialista y que la acompañara  Adela y su hija María. Se fueron a vivir las tres a la casa que los señores tenían en la Ciudad, fueron al médico y efectivamente la niña había contraído la enfermedad de la madre, pero lo que llamaban tuberculosis galopante, muy agresiva y como estaba muy débil tuvieron que ingresarla en un Hospital, centros que había para enfermedades infecciosas, se encontraban en lugares secos y fríos normalmente en la sierra.  
       La madre estaba desesperada, por la lejanía de su hija, por su enfermedad y sabiendo, porque se lo había dicho el médico que no tenía cura.  Se ingresó en el mismo Hospital para estar el lado de su hija, aunque empeorara ella, ya que estaba bastante mejor, pero no podía estar lejos de su hija, tomó una decisión que le costó la vida.
       Fue tristísimo, fallecieron las dos en un tiempo récor, la Casona se inundó de pena y tristeza, el señor, no era el mismo, no volvió a la Capital, no cazaba, no venían amigos, no salía a montar a caballo, nada, era como si fuera un fantasma de sí mismo.
      Adela la guardesa llevaba la casa y María cuidaba de los Mellizos, los pobrecitos ya no jugaban como antes, ni eran tan traviesos,  el Maestro se preocupó muchísimo y habló con el padre, debían de sacarlos de allí, cambiar de aires, ya que podían ponerse malos de melancolía, sería bueno que se fueran a la Capital, a un Colegio con muchos niños, para que jugasen con ellos y olvidaran un poco tanta pena que tenían en sus corazones. 
      Salieron de la Casona camino de la Capital con Adela y María para cuidarles y el maestro habló con sus antiguos profesores para que los niños entraran en el Colegio donde él había estudiado. Alejandro iba todas la tardes a ver a sus hermanos y Ricardo a su madre y hermana, merendaban y a veces se quedaban a cenar, otros días salían a pasear, hasta que el amor entró en sus corazones, ese amor juvenil, maravilloso, que no atiende a razones, ni en la sociedad en la que vives, solamente quieres estar juntos, besarse, amarse, la maravilla de entregarse al ser amado. Adela habló con Ricardo, para que a su vez hablara con María e intentara hacerla comprender que no era posible su amor con Alejandro, este no aceptó la forma de ver la situación de su madre, dijo que eran libres, jóvenes y se querían y eso era suficiente.
      Un día desaparecieron, sin dejar rastro, nadie sabía  donde se encontraban, Adela estaba enloquecida, el señor que ya estaba depresivo y melancólico, no lo aguantó y un día apareció colgado en el dormitorio de la casa. Fue una noticia difícil de asimilar en la época que ocurrió.
     En la capital se instalaron Adela y su hijo Ricardo, el dando clases y ella cuidándole, no supieron en mucho tiempo nada de María y Alejandro. Un día llego una carta de Argentina, el matasellos era de Buenos Aires, había tardado en llegar un mes y medio, en aquellos tiempos, solo se hacían los viajes en barco y les anunciaban que pensaban volver a verlos, ellos y sus hijos, que estaban bien y felices,  que Alejandro era un arquitecto de renombre y  que no habían escrito antes por qué no sabían la dirección en  donde vivían, la habían encontrado a través de unos abogados, ya que la Casona estaba prácticamente en ruinas, que los querían mucho y que los verían por Navidad.
     La sorpresa que recibieron, era inenarrable, no podían creerlo, después de tantos años sin saber nada y de pronto, la carta y todas las noticias que incluía en ella, era maravilloso, fueron felicísimos, máxime con la llegada en Navidad de todos, por fin se iban a reunir, aunque no estuvieran al completo.
     Esta historia fue real, el pueblecito existe, ahora es irreconocible, lo único que no ha variado son las ruinas de la Casona, no la quisieron reconstruir, dijeron que había habido mucha tristeza en ella y que era mejor dejarla como estaba, lo único que está cuidado es el mausoleo en el que están los restos de todos los fallecidos de la familia.
       
            
                                    

         


miércoles, 2 de octubre de 2013

Celebración de la risa.

José Luis Castro, el carpintero del barrio, tiene muy buena mano. La madera que sabe que él la quiere, se deja hacer.
El padre de José Luis había venido al Rio de la Plata desde una aldea de Pontevedra. Recuerda el hijo al padre, el rostro encendido bajo el sombrero panamá, la corbata de seda en el cuello del pijama celeste, y siempre, siempre contando historias desopilantes. Donde él estaba, recuerda el hijo, ocurría la risa. De todas partes acudían a reírse, cuando él contaba, y se agolpaba el gentío. En los velorios había que levantar el ataúd, para que cupieran todos- y así el muerto se ponía de pie para escuchar con el debido respeto aquellas cosas dichas con tanta gracia.
Y de todo lo que José Luis aprendió de su padre, eso fue lo principal:
-Lo importante es reír- le enseñó el viejo-. Y reír juntos.

Eduardo Galeano.
El libro de los abrazos.
 
Deseando comenzar...