jueves, 6 de noviembre de 2014

Rojo sobre blanco

Me gusta recordar mis comienzos al sumergirme en el líquido rojo y aspirar su olor dulzón y férrico.
Cuando ocurrió, yo apenas contaba con siete años. Nadie supo nunca lo que vi. Nadie relacionó nunca mi súbita mudez con aquel acontecimiento, y mucho menos con los que sucederían a partir de entonces...
Pensaban que era muy pequeña para presenciar aquello, por lo que cada año, el día de los difuntos, fecha en que se celebraba la matanza, me enviaban al bosque a buscar setas con mis primas mayores.
Aquella fría mañana ellas tenían planes más románticos, así que yo me escabullí sin dificultad hasta la linde de la granja, y detrás de unos árboles pude verlo todo.
Los hombres sacaron al cerdo de la porquera, y sujetándolo con fuerza lo colocaron en una mesa que se me antojaba altar de sacrificios. Uno de ellos hundió un cuchillo en su cuello, desangrándolo. El líquido caía a borbotones en un cubo que sujetaba mi abuela, y en el que a ratos introducía su mano para mover la sangre derramada y evitar así que cuajara por el frío.
Yo miraba, entre fascinada y asqueada, las caras encarnadas y sonrientes de mis familiares mientras aquel animal chillaba y chillaba en su agonía. Su alarido se volvió mío, y perdí la voz.
Durante un tiempo indeterminado mis sueños se tiñeron del rojo de la mano de mi abuela, y se llenaron de gritos animales. Me despertaba sobrecogida y perlada de un sudor helado en la noche e intentaba llamar a mi madre, pero de mi garganta no salía ningún sonido.
En lo más profundo de mi ser sabía qué tenía que hacer para encontrar la paz y dejar de oír a las bestias gritando.
Con la desaparición del periquito de mi tía y de la cobaya de mi vecina Marieta,
apareció mi voz. Gracias al gato del quiosquero y el perro de mi mejor amigo, Luís, conseguí descansar algunas noches.
Con el paso de los años mi técnica y fuerzas se perfeccionaron y crecieron, por lo que pude hacerme cargo de animales más grandes. Aunque pronto tuve que dejar de trabajar en el hipódromo al intensificarse la investigación sobre la desaparición de caballos.
Dulces recuerdos los de aquellos tiempos.
Ahora, cada noviembre, en el Día de los difuntos, me permito este baño —ya que nunca volví a la matanza del pueblo—, como ofrenda. Trabajar como voluntaria en ese barrio marginal me lo facilita...
...A pesar de ello, mis noches continúan llenas de gritos.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Estado gaseoso

Estado gaseoso

Aquí me veo flotando por los aires sin despeinarme, sin sentir frío ni calor, ni pena ni alegría. Me encuentro en un estado gaseoso formado por millones de partículas compuestas de ilusiones, ansias frustradas, sueños perdidos,  ambiciones guardadas en cajones olvidados, rabia contenida, momentos felices, abrazos, besos, placeres, risas, logros, ternura, complicidades y mucho amor.

Las partículas que me forman en estos momentos, raramente han convivido de forma tan pacífica en mi estado anterior. Recuerdo lo mal que se llevaban, peleándose y discutiendo a todas horas, compitiendo entre ellas a ver quien destacaba más, si las que se decían en el espejo –Nena, tú vales mucho- o las que se castigaban en las noches oscuras y lacrimógenas clamando -¿Qué he hecho yo para merecer esto?-

Miro desde esta cómoda altura y compruebo que mis huellas han quedado marcadas en el camino recorrido, algunas sobre polvo de oro, otras sobre el fango pero todas han sido fruto de mis pies, de mis actos;  las reconozco todas.

Veo los momentos vividos como si llevara unas gafas tridimensionales y puedo elegir dónde mirar y detenerme y me ha llamado la atención que en casi todas las escenas estoy en un apresurado movimiento, siempre ocupada, cargada o con algo entre las manos, libros, bolsos, ordenador, telas, bolsas de compra, cajas de mudanza,  bombonas, muebles, más cajas..

 Pero… ¿Dónde voy siempre corriendo y siempre cargada? ¿Por qué esa  falta de tranquilidad y de sosiego? Viéndome así  comprendo los continuos dolores de espalda, las contracturas, el lumbago y todos los demás padecimientos.

Ahora que no me duele nada, lanzo a correr por los barrancos llenos de jaramagos y amapolas sintiendo el vértigo de la bajada en mi estómago y el olor de la lluvia de verano impregnando el aire hasta aterrizar en… ¡Pero eso que veo abajo no es yerba, ni tierra mojada…Parece un cuerpo dormido sobre unas sábanas blancas!

- ¿De quién es ese cuerpo?  ¡Menos mal que no es el mío!  ¡No puede ser mi cuerpo, para nada se parece le parece!

Yo soy joven, guapa, con una piel morena y estirada, unos labios gruesos y unos muslos de mulata. Y esa piel que veo es verdosa, arrugada y mate. Esos labios son pequeños y arrugados y ese cuerpo carece de curvas. Definitivamente no es el mío.

¿Qué estoy viendo? Reconozco ese pie que sale fuera de la sábana, ¡Vaya si lo reconozco, ese dedo torcido es mío!

Me ha costado reconocerme, pero ese cuerpo que veo es el envoltorio de mis millones de partículas desparramadas, libres y contentas,  que ahora a ver cómo las convenzo yo para que se compriman de nuevo en ese saco de huesos donde el conflicto entre ellas está asegurado.

Quizás ha sido esa la causa del incesante movimiento que he contemplado en las escenas tridimensionales, que no tenían el espacio suficiente para ser ellas mismas y tenían prisa por disfrutar tranquilamente de sus momentos más preciosos mientras las otras empujaban porque querían disfrutar de los suyos.

¿Qué hago? ¿Vuelvo a meterme en ese pellejo que no reconozco o me quedo en este estado gaseoso donde mis partículas conviven en armonía?

Me quedaré un rato más en este desconocido estado y reviviré los momentos más felices y los más amargos, entonces decidiré si me comprimo o me quedo expandida.


Araceli Míguez

Raro despertar

Raro despertar

Suena el despertador como cada mañana y salgo de la cama somnolienta y dando tumbos, me dirijo al baño y mientras me dispongo a despójame del  pijama de franela me miro en el espejo y lanzo un angustioso grito.

Estoy confusa, mi aspecto me recuerda a alguien que conozco pero no atino a saber quién. Me exploro y veo mi cabeza rizada y canosa, las arrugas surcan mi cara y al mirarme el cuerpo descubro muchas cicatrices y una piel marchita por los años.

¿Qué me pasa?- me pregunto-  voy al salón y encuentro libros apilados, periódicos en varios idiomas y un sinfín de cosas extrañas que no sé para qué sirven. No reconozco ni el salón ni las demás estancias de la casa. Abro la puerta y salgo a un gran porche con butacas de madera y delante un pequeño jardín. Estoy perdida y desorientada, queriendo despertar de una pesadilla que me vuelva a una realidad conocida.

Vuelvo dentro y encuentro la cocina – me haré un té, a ver si me despejo- me digo y en ese momento descubro un ordenador sobre la encimera y no dudo en lanzarme sobre él como si la máquina tuviera todas las respuestas que busco.

Tecleo un buscador e introduzco las seis letras de un periódico que recordaba haber leído durante mucho tiempo, aparece de la pantalla una fecha increíble 12 de mayo de 2063 y en ese momento salen de la pantalla proyectados un conjunto de círculos que me rodean y me dejan dentro de una gran esfera desde la que, sólo dirigiendo mi retina hacia una imagen salen de un pequeño cubo, se expanden y me rodean, dejándome como un extra en la escena de una película, sólo que son noticias reproducidas virtualmente.

Después de asimilar varias noticias contemplando las escenas desde dentro, dirijo la vista hacia un cubo virtual que llama mi atención donde se ve en miniatura lo que parece ser una explosión y en ese momento la escena cobra vida y me veo entre  un gran número de personas apabulladas que ven pequeñas explosiones sobre sus cabezas.

Me acerco a un chico que habla solo, después descubro que está grabando con una pequeña cámara que lleva prendida en el hombro a modo de pin; deduzco que es un reportero o un periodista que está comentando el suceso.

Atiendo a lo que dice y quedo estupefacta; la NASA y las industrias armamentísticas junto a laboratorios de genética estaban trabajando en un experimento parecido a “Un mundo feliz”, basado en buscar un comportamiento humano sumiso y dirigido mediante el engaño del cerebro, que vería sólo aquello que los que habían pagado el experimento quisieran que viera y aceptara con agrado todo cuanto le fuera impuesto.

Miembros en la clandestinidad de un movimiento de resistencia habían entrado en los laboratorios saboteando el experimento poniendo una bomba en los depósitos de algo que me recordaba al “soma”.  La explosión fue liberando otros gases y sustancias destinadas a otros fines, entre ellas las destinadas a clonar, alterar los átomos e intercambiar la electricidad cerebral entre cuerpos humanos.

Cerré el ordenador y volví a dirigirme al baño para contemplarme nuevamente en el espejo, ahora sabía de quien era mi aspecto, no sabía si reír o llorar pues habían pasado 50 años desde la última fecha que recordaba y ahora no tenía la menor idea de por dónde debía comenzar a tirar del hilo para reconstruir ese periodo no vivido o no recordado.

Después de llorar, patear y maldecir pensé que no todo estaba perdido y que mi nuevo aspecto podría  ayudarme a buscar información sobre lo sucedido y encontrar a mi familia aunque dudaba de si los reconocería dada la catástrofe ocurrida, todos estaríamos irreconocibles.

Lo intentaría aunque no sabía la reacción de los míos cuando me presentara ante ellos metida en el cuerpo de Nelson Mandela.

Araceli Míguez


En la sala de espera

En la sala de espera

Son las 14 horas y 28 minutos;

Me encuentro en la sala de espera de Dermatología del hospital Virgen Macarena, escuchando por el altavoz un sinfín de nombres de pacientes que son llamados a las distintas consultas.

En los bancos corridos  metálicos con asientos de madera,  me fijo en las personas que están en la misma estancia.

A mi lado una señora de unos  sesenta y tantos años acompañada por un hombre también esperan. La oigo comentar algo de una operación de cadera de la que aún no se ha recuperado y  de los achaques que la tienen  fastidiada. El hombre,  calvo y obeso,  de unos 50 años le responde que también su rodilla está fastidiada y casi no puede andar.

Yo espero mirando mi móvil cada vez que suena un nuevo mensaje mientras mi hermana, que me acompaña, mira por la ventana.

Suena el teléfono y el hombre obeso lo mira y contesta de mala gana.

–Dime
()
– Pero si yo te dije que este fin de semana me iba de viaje. ¿Cómo voy a recoger a los niños?
()
– Que no te has enterado, que te cambié el del 3 por el del 24, ¿no te acuerdas?
()
– Imposible, hoy no puedo quedarme con los niños, avíatelas como puedas porque te lo dije hace tiempo y ya tengo mis planes hechos.
()
– No empecemos, que ya nos conocemos. Que es que no y punto. – Y diciendo esto suelta el teléfono en el banco, con evidente enojo.

–Voy al baño– dice con brusquedad, levantándose para entrar en la puerta cercana  donde se lee la palabra Aseos

A los cinco minutos regresa.

– Era Herminia ¿verdad? Pregunta la señora mayor con voz triste, devolviéndole el teléfono que él había dejado en el banco.

–¿Quién va a ser si no? Siempre lo mismo. Me quiere endosar a los niños en los puentes y cuando a ella le conviene para irse con el gilipollas ese en plan tortolitos. No le da vergüenza con la edad que tiene ir de la manita, como una adolescente. Pues  la lleva clara conmigo.

– Si tú te quieres irte a cualquier sitio, los niños se pueden quedar conmigo, que ya son mayores y no  me dan trabajo, pero no me habías dicho nada de irte este puente.

–No me voy a ningún sitio, mamá. ¿A dónde voy a ir sin un duro?  Pero no me da la gana que ella disponga de mí como si yo no tuviera otra cosa que hacer que estar cuando a ella se le antoje.

–Llámala y dile que los niños se quedan en casa conmigo y no la fastidies más. Se está ocupando de tus hijos todo el tiempo y no te puedes quejar de cómo los lleva, además es  aún joven y tiene derecho a divertirse y a enamorarse.

–Sí, eso. Que se divierta con la pensión de los niños que yo le paso todos los meses.

–Pero si los niños entre comida, colegio, ropa, zapatos, móvil, actividades y no sé que más, gastan más de lo que tú les pasas, ¿o crees que con los 400 € se puede criar a dos adolescentes?

–Será poco, pero yo tengo que vivir contigo porque no puedo pagarme un alquiler con lo que me queda, y ella viviendo como una reina, la muy..

Al otro lado del banco, dos señoras mayores sentadas junto a una joven con un apósito en la parte derecha de la cara, que  han oído la conversación lo miran con pena y asienten con la cabeza, dándole la razón.

En ese momento oigo mi nombre por el altavoz y me dirijo a la consulta nº 6 junto a mi hermana para que la dermatóloga colegiada nº 3451 me mire unas rojeces en la piel muy extrañas que me producen picor.

En ese momento veo aproximarse a un chico de unos doce años y una chica de unos catorce.

–Hola papá, hola abuela. Los saludan con besos en las mejillas.

–Pero…¿Qué hacéis aquí?– pregunta confuso el hombre calvo.

–Hemos recibido tu wappsap para que viniéramos aquí después de las clases para pasar el puente contigo. 

–¿Cómo? Pregunta abrumado el sujeto, buscando el móvil en sus bolsillos.

En ese momento, la mujer mayor se levanta y abrazando a los jóvenes les dice con una sonrisa
–Ya veis, vuestro padre está deseando de pasar con vosotros este puente y os va a llevar esta noche a cenar a la pizzería que tanto os gusta. ¡Qué suerte tenéis!

– Ante la cara de sorpresa del padre, los dos adolescentes abrazan a la mujer, le hacen un guiño y un gesto con la mano derecha cerrada y el pulgar  hacia arriba.

–¡Mola, abu!

Miro el rejoj, son las 14 horas y 53 minutos.


–Buenas tardes, soy la doctora Ana Jaén, siéntense por favor. Vamos  a ver esas rojeces que comenta el informe de su médico de cabecera…

Araceli Míguez  
25 minutos

lunes, 20 de octubre de 2014

II Certamen de relatos cortos "Día de los difuntos" Ateneo de Valencina

Ya está aquí el segundo certamen de relatos cortos sobre la festividad del día de los difuntos.

El concurso se regirá por las siguientes bases:

1. El certamen tendrá dos categorías:
Categoría Juvenil: participantes de 14 a 17 años.
Categoría Adultos: participantes mayores de 18 años.
2. Cada participante podrá presentar una sola obra a concurso que no haya sido
premiada en otro certamen.
3. El tema para este certamen es: “El día de los difuntos”. Las obras serán en español y la extensión máxima no superará las 500 palabras.
4. Las obras participantes se enviarán, exclusivamente vía E-mail, a la dirección de correo electrónico: certamenateneo@gmail.com .Cada participante remitirá dos ficheros pdf a la dirección facilitada. Uno de los documentos llevará por nombre la categoría en la que se participa y el título del relato presentado a concurso (éste deberá ser anónimo o ir firmado bajo seudónimo) y un segundo documento será la plica, en la que se hará constar el título de la obra, el seudónimo utilizado, nombre y apellidos del autor o autora, número de teléfono y dirección de E-mail para contacto.
5. No se mantendrá ningún tipo de comunicación entre el jurado y los/las  participantes en relación a sus obras.
6. El plazo de presentación comenzará a las 0:00 horas del 15 de octubre de  2014 y finalizará a las 24:00 horas del día 27 de octubre de 2014.
7. El fallo lo emitirá un jurado formado por tres componentes pertenecientes a
diversas áreas profesionales, dentro y fuera de la localidad. El fallo será inapelable y no podrá ser declarado desierto.
8. Habrá, para cada categoría, un relato ganador y dos finalistas.
9. El primer premio en ambas categorías consistirá en una placa de cerámica artesanal y un lote de libros. Para los/las finalistas habrá diploma. Además, los seis trabajos seleccionados, serán leídos durante el acto de entrega de premios.
10. los ganadores o ganadoras podrán formar parte del jurado para ediciones
posteriores, no pudiendo presentarse a concurso nuevamente. No así, los  finalistas.
11. Las obras presentadas, ganadoras o no, podrán ser empleadas en el transcurso de un año por el Ateneo de Valencina con compromiso de identificar en todo momento su autoría para la promoción de alguna actividad literaria o de animación a la lectura dentro de sus proyectos.
12. La entrega de premios tendrá lugar el jueves, 6 de noviembre de 2014, en la
Biblioteca Municipal “Alfonso Grosso” de Valencina de la Concepción (Sevilla) en el horario que para ello se determine y del que serán informados con antelación todas y todos los participantes del certamen.

Para más información: ateneodevalencina@gmail.com // certamenateneo@gmail.com

viernes, 17 de octubre de 2014

Arte en el cuerpo

La artista japonesa Chooo San es conocida por sus obras de "body art" realista.
Hoy os dejamos aquí una imagen de una de sus obras, como fuente de inspiración para alguna historia.
Podéis dejar vuestros relatos en los comentarios.

lunes, 28 de julio de 2014

Lápiz y papel, mercromina para las heridas

Coger lápiz y papel, o un teclado, y convertir los sentimientos en palabras es para muchos un alivio emocional. Sin embargo, la escritura va más allá de lo puramente emocional. Un reciente estudio de la Universidad de Auckland (Nueva Zelanda) ha comprobado que escribir ayuda también a la cicatrización de las heridas físicas.
Elizabeth Broadbent, psicóloga del departamento de medicina que ha dirigido el estudio ‘Escritura expresiva y curación de heridas en personas mayores’, publicado en el número de julio de Psychosomatic Medicine, asegura que escribir sobre cosas tristes o sentimientos profundos de uno mismo ayuda a acelerar la cicatrización las heridas.
en esta investigación han participado adultos de 64 a 97 años. A los 49 participantes se les hizo una biopsia que dejó una herida en sus brazos, se les pidió que escribieran durante 20 minutos al día y cada cuatro o cinco días, los investigadores fotografiaron sus lesiones hasta que curaron. Una mitad relataba en un papel sus pensamientos, experiencias traumáticas y emociones, y la otra escribía sobre sus planes del día evitando mencionar aspectos sentimentales. A los once días, un 76,2% de integrantes del primer grupo ya había curado la herida, frente al 42,1% del segundo. La explicación a este fenómeno es que “el estrés y la depresión están relacionados con una curación de las heridas más lenta”, dice el informe. 
El artículo de elpais.com recoge el resultado de otras investigaciones que relacionan directamente la escritura con las emociones, así como algunos consejos para la escritura terapéutica del profesor James W. Pennebaker, experto en la escritura expresiva.

http://www.launiversidademocional.com/public/la_verdad/la_verdad.php?id=4

viernes, 13 de junio de 2014

Cuerpos

El sol entra por la ventana y cae justamente en mis ojos, que se contraen con fuerza, hasta casi convertir los dos párpados en uno solo. Pero no funciona, así que me doy la vuelta en la cama.
Nada. Sigue habiendo mucha luz en el dormitorio. Creo que se me acabó el sueño por hoy. Menudo dolor de cabeza. No vuelvo a fumar. ¿Cómo se me ocurriría, con la de años que hacía que no probaba un cigarro? Me pudo el nerviosismo, y ese olor que desprende el Chesterfield, que me subyuga, uf. En cualquier caso este dolor de cabeza es desproporcionado.
Mejor será que me dé una ducha, a ver si me despejo un poco. Y luego, café. Café en vena. ¿Café en vena? ¿Ein? ¿Desde cuándo he necesitado yo café para despabilarme? En fin. A la ducha.
Qué dormidísimo está Víctor. Qué envidia me da esa forma de dormir. No se entera de nada. ¿Y los niños? Esos sí que duermen como quieren. De cualquier postura, profundamente, sin nada que les nuble el pensamiento ni les dé dolor de cabeza tan temprano. Mis niños. Ay.
No lo digo más. ¡¡A la ducha ya!!

Hay que ver lo estrecho que se me ha quedado el pijama. Jolines. No me había dado cuenta de lo incómoda que estoy con él. Y con lo que me gusta dormir sin ropa, ni sé por qué me lo puse anoche.
Pis. ¿Por qué llevo una tobillera? Es bonita. ¿¿Por qué llevo una tobillera??
La ducha no ha terminado de quitarme el embotamiento que arrastro esta mañana. Probaré con el café. Vayamos por orden, primero peinarme, que como se me enrede el pelo después no hay quien lo ponga en su sitio, con lo rebelde que es.

El espejo se ha empañado con el vapor de agua. Vaya. Haré un redondelillo para verme la car… ¡Ay, madre! ¿Quién es esa? ¿Es Araceli? ¡Es Araceli! ¡Soy Araceli!
¿Seguro que lo que fumé anoche fue Chester? ¡A ver si me dieron otra cosa y estoy alucinando!

Me vestiré lo más pronto posible e intentaré salir sin que me vea Víctor. Aquí pasa algo raro y no sé cómo respondería a las preguntas que podría hacerme si me viera.

Me tomaré el café por ahí. Necesito pensar con calma.
Soy Araceli. Bien. Supongo que ella será yo. La llamaré, a ver si sabe algo de todo esto.

    Hola Araceli, buenos días… Una pregunta ¿Cómo estás? ¿te has levantado bien?
    Hola. ¿Yo? Estooo, sí. Me he levantado perfectamente. Mira, tengo a Teresa por el teléfono fijo esperando, te llamo en otro momento.
    Noo, espera un segundo, no cuelgues. Ha pasado algo…
    Rosa, de verdad, estoy en medio de un lío mu gordo, ya hablamos.
    ¡Araceli! Que soy tú. Vamos, que me he despertado con tu cuerpo como pijama.
    ¡Ay! ¿Tú lo tienes? Menos mal. Pensaba que lo tenía Teresa y ella no sabe nada.
    ¿Teresa? ¿Por qué?
    Porque yo me he levantado siendo ella.
    Ooooh. ¿Entonces tú no eres yo? Ayy ¿Quién tendrá mi cuerpo? No lo tendrá ella por casualidad, ¿no?
    ¡Qué va! Ella tiene el de Ángela.
    ¡¿Pero qué es todo esto?! Araceli, no vuelvo a ir contigo a ninguna fiesta étnica de esas, paso. Ahora voy para tu casa.
    Nooo. A mi casa no. Quedamos en el bar del Hotel Vereda Real.
    Vale.

Uuuuf. Esto es muuuuy raro. Rarísimo.

Jesús me llama. A ver qué quiere.

    Hola Jesús.
    Hola Rosa, tengo que contart…
    ¡Ay! ¡Esa es mi voz! ¿Lo tienes tú? ¿Eres yo?
    Síí ¿qué ha pasado? Tú no tienes voz de hombre. ¿Quién tendrá mi cuerpo?
    No, yo soy Araceli. Hemos quedado luego en el Vereda Real. Ella es Teresa.
    Joder. Ya te dije yo que esa fiesta era un poco rara.
    Ya, ya. No vuelvo a hacerle caso. Ni recaudar dinero para el Ateneo ni porras. Luego nos vemos. Un beso.
    Jajaja. Te estás mandando un beso a ti misma.
    ¿Ni en esta situación puedes dejar de picarme? ¡Qué hombre!
    Vale, vale. Un poco de humor…Un beso.

Mmmm. Qué rico está este café. Pero con un cigarrito estaría más bueno.
    ¿Perdone? ¿Me daría un cigarrillo y fuego? ¡Gracias!

Un cigarro. Vas a fumarte un cigarro, Rosita. OTRO cigarro.
Ya. ¿Qué más da? Creo que hoy me lo puedo permitir, joder. Tengo un problemilla más serio que un posible enganche con el tabaco.
Pues sí que es mona la tobillera.

Voy a acercarme a la tienda de abalorios que abrió hace poco en Triana. Tengo ganas de hacerme un colgante y unos pendientes a juego con ella.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Agua

¿Qué me ha despertado? El frío, sin duda.
Tanteo en la oscuridad buscando la manta que siempre tenemos sobre el sofá, para taparme. La localizo, la estiro y la echo sobre mi cuerpo helado. Si lo hago con los ojos cerrados no me despertaré del todo; con bastante probabilidad mi mente se alejará apenas un par de pasos del mundo de los sueños y podrá regresar a él sin problemas.
Me arrebujo bajo la manta y aprieto con fuerza los párpados. Ya no puedo subir a mi dormitorio, me desvelaría sin remedio.
Doy otra vuelta en estrecho sofá. El martilleante sonido del agua sobre el tejadillo me está angustiando, igual que el incesante viento.
Me siento un poco mareada, parece como si la habitación se moviese…No, no es un mareo, ¡la habitación se mueve! Debo estar soñando. Sí, eso debe ser: un sueño.
El viento aúlla a la lluvia. Uf. Será mejor que encienda la luz y me tranquilice un poco.

Un escalofrío paralizante recorre a Marisa al incorporarse: el agua ha entrado en casa. Sus pies se han sumergido en ella al levantarse del flotante sofá.
Lágrimas corren por sus mejillas hasta caer a ese lago casero y confundirse con él.
La luz no funciona. La oscuridad es densa. A tientas, chocándose con los muebles que navegan sin rumbo por el salón, busca la ventana. Sube la persiana y, cuando sus ojos se acostumbran al negro, observa los coches calle abajo, en rápida huída sin dueño. Hay caos en la calle. Ahora, totalmente despierta ya, es consciente de la situación.
El agua está trepando por sus piernas. Ya la nota en los muslos. Subir, esa es la única alternativa. Corre escaleras arriba, abre un armario y se cambia la ropa mojada por una seca. Busca prendas cálidas, y recordando súbitamente el paradero de los chubasqueros que llevaba meses sin encontrar, va a por ellos y se los pone también.
No sabe cuánto tiempo ha debido pasar desde que se despertó, cree que no ha pasado tanto como para volver a sentir el agua en sus pies. ¿Quince minutos? ¿Veinte? Calza unas botas de montaña impermeables sobre varios pares de calcetines y sube a la buhardilla, intentando dominar el miedo, el pánico que desde pequeña le impidió disfrutar en playas y piscinas.
Desde la buhardilla podrá salir a la azotea y subirse al tejado si fuera preciso, como tantas veces ha visto en las noticias acerca de catástrofes naturales.
Se sienta en un sofá y vuelve a notar la humedad. Se dirige hacia la puerta de la azotea, corriendo. Está cerrada con llave. Debió olvidar abrirla a la vuelta de su último viaje.
Se sube al escritorio, que ya empieza a navegar, y espera. Jamás pensó morir así.

Imagina las dos plantas de su casa flotando, vencidas, sumergidas, ahogadas, y llora. El agua helada sube y sube por su cuerpo, hasta que sus lágrimas ya no tienen que resbalar para confundirse con ella…

viernes, 16 de mayo de 2014

El fin. El principio

Cuando una una sale con un uno, llega un momento en el que, de repente, sin venir a qué, empieza a caérsele la baba al ver a hombres paseando bebés en sus carritos, hombres con bebés en brazos, hombres columpiando a niños en el parque. A partir de ese instante, la una comienza a ver al uno como el protagonista de esas estampas, y se enternece. Todo le parece idílico: un padre con un hijo, el de ella, el de la una, en feliz armonía y sintonía familiar. En esa idea ideal, el embarazo aparece como un estado de gracia, en el que la una flota, es feliz, come por dos, engorda pero está guapa, y se le permite y excusa todo porque, al fin y al cabo, son las hormonas las que hablan y actúan por la una. No es ella misma. No es la una, es la otra.
Y toman la decisión. Y el predictor se torna doblemente rosa mucho antes de lo previsto. Qué eficacia, qué rapidez. Pues nada, en marcha. Los unos van a ser papás si todo sale bien.
Uf. Qué sueño. La una se duerme por todas partes. Le falta resuello al subir tres escalones, y se hace pipí cada dos horas aproximadamente, las mismas que aguanta sin comer, y piensa: “Si ya estoy así y ni siquiera tengo barriga, ¿cómo estaré cuando pasen unos meses?” Y no la dejan coger peso porque está embarazada, ni que retire los platos porque está embarazada, ni enterarse de malas noticias porque está embarazada, ni respirar, porque está embarazada. Y no puede comer jamón porque está embarazada, y debe lavar bien la lechuga, y no tocar a los gatos, ni la tierra, y no comer quesos blancos, que son los que le gustan…porque está embarazada. Y no tomar café, ni té ni cocacola… Y lo de comer por dos… ¿quién ha dicho eso? Dieta equilibrada. Comer lo mismo pero cada menos tiempo. Y encima diabetes. Así que a todo lo anterior añade los dulces, o mejor dicho, quítale los dulces y añade leche destanada y natillas de chocolate sin azúcar. Ay. Qué hambre pasa la una. Y la líbido, por los suelos. Ay. Qué hambre pasa el uno.
La una, que no es muy amiga de ir a revisiones médicas, tiene una cada quince días. Y, al menos, ve cómo en su interior crece algo. Algo en blanco y negro, cabezón, con las extremidades preocupantemente cortas, y con un corazón que late unas tres veces más rápido que el de la una. Y la una se emociona cuando ve esa especie de radiografía, y también se asusta, porque el niño parece excesivamente cabezón y taquicárdico, pero no se atreve a expresar sus miedos porque, según el ginecólogo, todo va estupendamente. Y se marcha a casa obsesionada con lo que ha visto, y busca en Internet las malas noticias que el ginecólogo, a todas luces un completo inepto, no ha querido comunicarle. Y no halla nada raro en Internet, y se preocupa aún más.
Y así va pasando el tiempo, entre preocupaciones, análisis de sangre y orina un mes sí y otro también, pesando la comida antes de ingerirla, comiendo donuts a escondidas, sintiendo ardores y culpabilidad, chocándose con las columnas en los aparcamientos porque su concepción del espacio ha mutado, y haciendo cada vez más pis, que eso no debe ser ni sano ni nada. Hasta que un día, de repente, siente un burbujeo totalmente nuevo en su vientre. “¿Gases? Sí, deben ser gases.”, se dice a sí misma para no hacerse ilusiones. Pero lo vuelve a sentir, sobre todo cuando está tranquila y relajada. Y una vez, y otra más. El uno le pone la mano en la barriga cada vez que la una dice sentir algo, pero él no nota nada. Es un juego entre su interior y ella. Y ella comienza a llevar mejor la dieta, y las revisiones quincenales, y el pis, y el cansancio. Y se lleva la mano al vientre, y le habla casi sin darse cuenta. En voz bajita, para que sólo su interior la oiga. Y el burbujeo crece y se vuelve patadas. Y el juego ya es buscado entre los dos. Y el uno ya lo puede notar a veces. Pataditas, caricias desde dentro con sus pequeños pies y manos, que parece que ya van tomando una longitud más normalizada. Menos mal.
El interior crece y el exterior también, la tripa ya es considerable. Aparecen los dolores de espalda y los andares de pato. Oficialmente, está embarazada. Ya le ceden el sitio en el autobús y en el metro. Ya le tocan la barriga desconocidas en la cola del súper. Y la una se pavonea y se cree la única embarazada en el mundo. Única y especial. El centro de atención. Pero no lo es y se fastidia un poco, le molesta y se entristece y llora porque nadie la entiende. Ay, las hormonas.
Y sigue pasando el tiempo. Se acerca el momento y llega la obsesión por la casa limpia y el orden, y se enfada porque nuevamente, nadie parece entenderla. Y limpia armarios subida a escaleras aún a sabiendas de que no debería hacerlo. Pero la obsesión enfermiza por la limpieza y el orden puede con la una.
Y se acuesta cansada, exhausta, incomprendida, triste, pero con la casa limpia.
Y de madrugada hace uno de sus numerosos pises y nota algo. Ya está. Ya viene. Y la maleta sin hacer. Se acuesta. Hay tiempo. No quiere despertar al uno aún. Que descanse un poco más. La barriga le duele y se pone dura dura. Ya está aquí. “Uno, despierta, ya viene”. Y corren, vuelan hacia el hospital. La una se retuerce de dolor al llegar. Ya no puede más. Inspira, espira, inspira, espira. Duele. El médico no llega y la una quiere acabar. Su interior lucha por salir. La una se rinde. Duele. Sal, sal ya. Quiere acabar. Quiere verlo.

Un llanto anuncia el fin. El principio. Y a esas nuevas lágrimas se unen las del uno y la una. Felices. 

viernes, 25 de abril de 2014

Sálvese quien pueda

— ¿Jura usted decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?
Rosa respiró profundamente y alzó la mano.
— Sí, lo juro.

Jamás pensó que se encontraría en una situación similar. Ella, tan pacífica, con una vida tan cómoda, tan tranquila: su trabajo, su familia, sus aficiones... Sus aficiones, ese era el problema. Su mente y su cuerpo habían descubierto los placeres de la vida bohemia: la escritura, la pintura, los buenos libros, los buenos vinos, algún que otro masaje relajante en unos baños árabes... En fin, que no era barato, y con los recortes que su nómina había sufrido en los últimos años, comenzaba a verse un poco ahogada. Su carácter caprichoso le impedía renunciar a ninguno de esos gozos, por lo que no tuvo más remedio que plantearse una salida. Una salida desesperada.

— Señora Domínguez, ¿se encuentra bien?
— ¿Qué? Sí, sí, dígame.
— Le preguntaba si sabe por qué está aquí.
— Sí, lo sé.
— Señores y señoras del jurado, la señora María Rosa Domínguez Moreno está acusada del asesinato de la difunta María José Morales Mora.
El fiscal pasará a continuación a su interrogatorio, para que el jurado pueda recapacitar después sobre su inocencia o culpabilidad.
— Buenos días señora Domínguez. Dígame, ¿dónde se encontraba la tarde del 23 de abril del presente año a las 18.30 horas?
— Buenos días. Me encontraba en el médico. Tenía cita a las 18.35 horas.
— ¿Está enferma? ¿A qué fue allí?
— A una revisión ginecológica, señor.
— ¿Hacía mucho que había pedido esa cita?
— Yo no la pedí. Me la dio la enfermera del doctor Santos, me tocaba en esa fecha.
— ¿Alguien la vio? ¿Hay testigos de su visita médica?
— El personal de administración de la clínica, los pacientes de la sala de espera (que no eran muchos), etc. Además, tienen ustedes en su poder el justificante de asistencia a consulta que me dieron allí.
— Señora, esos justificantes se expiden como churros sin necesidad siquiera de que la vea ningún doctor. Lo hemos comprobado. ¿Llegó a entrar a su revisión? ¿La vio su médico? Y, por cierto, ¿por qué pidió usted un justificante? ¿Trabaja por las tardes?

Rosa se puso lívida, después roja como un tomate y lívida de nuevo.

— No no trabajo por las tardes. La costumbre de pedirlo, supongo.
— No ha contestado a la primera pregunta ¿la vio su médico?
— Yo...
— ¿Cómo explica entonces que el señor Juan José Alarcón Bocanegra la descubriera en el Ateneo de Valencina de la Concepción, junto al señor Jesús Gelo Cotán en flagrante acto criminal?

La acusada se desmoronó. De sus ojos comenzaron a brotar lágrimas sin consuelo. Cuando logró tranquilizarse — no tardó mucho — su mirada era fría y decidida.

— Sí, estuve en el Ateneo, señor Juez. El señor Gelo, Jesús, me utilizó y después me convirtió en cómplice de esta atrocidad. Unas semanas antes me había contado sus planes de quitar de en medio a nuestra profesora del taller de escritura creativa, como solución a nuestros problemas económicos. ¿Sabe? No dejan de recortarnos el sueldo, y ambos tenemos gastos ineludibles.
Coordinar este taller y dividirnos los beneficios, ese era el plan. Yo, para alimentar a mi familia. Él, no sé, para financiar sus largos viajes, supongo.
Yo sólo tenía que mover los hilos para cambiar la sesión de día sin que se enterase nadie más que María, y después abrir el Ateneo, pues yo tengo una copia de la llave, y desaparecer de allí. Jesús se ocuparía de lo demás. Con lo demás, pensaba yo que Jesús se refería a convencerla de alguna forma para que nos cediese este taller — coordinaba varios, ¿sabe usted? — Jesús es bastante persuasivo, y como me pidió que les dejase solos, pensé que su plan era camelarla de otra forma. El novio de María vive en Madrid. Estaba muy sola aquí, ya me entiende. Nunca imaginé que llegaría a hacer algo así.
Pero una vez en el Ateneo no me dejó irme, y casi sin cerrar la puerta comenzó a golpear violentamente a María.
Yo no hice nada... Yo no fui, se lo juro.
— Señora Domínguez, le recuerdo que está usted bajo juramento. No diga nada de lo que después pueda arrepentirse. Si usted no fue ¿cómo es que el monopatín del hijo de la señora Teresa Rodríguez contiene tanto sus huellas dactilares como las de sus zapatos?
— Un par de semanas antes habíamos tenido nuestra reunión semanal en casa de Teresa. Su hijo nos mostró su monopatín y estuvimos haciendo un poco el tonto encima del juguete.
— Es bastante casualidad que la última vez que vieron a la fallecida fuese, precisamente, en la casa del dueño del arma homicida.
— Bueno, tampoco es tanta casualidad. No es raro trasladar el taller a la casa de alguno de nosotros de vez en cuando.
— Si nadie sabía de sus planes de cambio de día del taller ¿por qué apareció por allí el señor Alarcón?
— Le avisó Araceli.
— ¿Se refiere usted a Araceli  Míguez Salas?
— Sí.
— ¿Con qué propósito avisaría la Señora Míguez al señor Alarcón?
— Pretendía que nos descubriese.
— ¿Que les descubriese? Usted afirma ser víctima de las argucias del señor Gelo, no su cómplice ¿No le parece una contradicción ese .que nos descubriese.?
— Es una forma de hablar.
— Comprendo. ¿Cómo pudo poner sobre aviso la Señora Míguez al señor Alarcón si nadie estaba al corriente de sus planes?
— Araceli había leído los correos antes de que yo pudiera borrarlos.
— ¿Por qué tenía usted acceso a los correos de sus compañeros?
— Porque administro el blog del grupo. Ellos mismos me cedieron sus contraseñas al comienzo del taller para que colgase sus escritos. Los muy ilusos nunca cambiaron sus claves.
— Señora Domínguez, cuéntenos cómo consiguieron el monopatín.
— Jesús estaba haciendo un curso en Sevilla por aquella fecha. El hijo de Teresa patina por allí cerca. No fue difícil.
— Antes dijo no conocer las verdaderas intenciones del señor Gelo... Muy curioso que supiera ese detalle...
— ¡Está bien! ¡Lo confieso! Lo planeamos juntos. ¿Usted cree que es fácil mantener este nivel de vida con un simple sueldo de maestra? Yo necesito liquidez para ir a conciertos, comprar libros, vinos con D.O.... Sí, lo hicimos. La matamos. Pero la culpa no es mía, ni de Jesús. No, señor juez, la culpa la tienen los recortes de nuestros gobiernos. ¡Ellos son los culpables!

Y dicho esto, se desmayó sobre su silla.
El jurado, tras mucho deliberar, la encontró inocente, pues claramente era una víctima de este sistema.

El taller de escritura se disolvió. Sus miembros nunca volvieron a verse, a excepción de Jesús y Rosa que, con la cuantiosa indemnización que el Estado tuvo que pagarles por haberlos llevado hasta esa desesperada situación, fundaron una escuela de escritores de gran prestigio: Libros con vino.

jueves, 24 de abril de 2014

Cómo se escriben las fechas en textos

Os transcribo aquí un pequeño texto con aclaraciones sobre cómo escribir correctamente fechas en textos.
Podéis consultar más información aquí.

He visto en muchos sitios usar incorrectamente el punto para separar los «miles» al escribir el año, algo que es incorrecto. Buscando una referencia sobre esto encontré una página donde se explica muchas cosas más sobre cómo escribir correctamente las fechas:
Rayas, signos y otros palitos – El orden normal en nuestro idioma es día + mes + año, tanto si se escribe todo con letras como si se combina números y letras, o sólo números. En países donde coexistan varios formatos de hora o donde la influencia de otro idioma sea grande, puede ser recomendable escribir los meses en números romanos.
Tanto en las fechas como en cualquier otro contexto numérico, es incorrecto añadir un cero delante de los números de una sola cifra (no en vano tenemos la expresión Vales menos que un cero a la izquierda).
Los nombres de los meses —igual que los de las estaciones y los días de la semana— se escriben en minúsculas
Los números de cuatro cifras no deben llevar separador de miles pues no hay duda sobre su lectura en ningún caso (nací en 1954; me dio 1245 dólares para el viaje). Por uniformidad y alineación con otros números, puede ser conveniente usar el separador de millares en columnas numéricas, cuentas, listas de precios, contabilidad, etc.
Hubo hace tiempo un intento de normalizar el formato de fecha para fuera año + mes + día pero no parece que fuera muy popular, porque seguimos como siempre.
Actualización: Razorbuzz nos recuerda también otro error típico «cuando comienzas una carta, por ejemplo, has de colocar un «de» delante del año, no un «del» como se hace en muchísimmas ocasiones. Es decir, lo correcto es «14 de enero de 2006» y no «14 de enero del 2006»

viernes, 11 de abril de 2014

Aventura en la Gruta de Naga

Bestiario

La tribu de los Frinkos  vive en unas grandes y escondidas cuevas de una profundidad tal que tienen su propio sistema solar: una minúscula constelación formada por  un sol al que llaman Naga, dos planetas, Cado e Hiro  y dos lunas, Jise y Nila. Se desplaza por la oquedad muy lentamente de norte a sur.

Los Frinkos se comunican en un lenguaje donde las consonantes labiales, en distintos tonos  e intensidad constituyen la mayor parte de sus sonidos, y a través de su mirada que cambia de color según el estado anímico.

Existen cuatro sexos en la tribu y  la reproducción entre ellos puede darse según el sexo y las características de los distintos grupos étnicos que la constituyen.

Los Draws son los más altos, tienen unos cuerpos azulados, esbeltos y elegantes, el cuello extensible unos 30 centímetros más o menos. Van vestidos con túnicas de tejidos claros y sedosos.

Una larga cabellera les cubre la cabeza y la espalda. La llevan recogida de diversas formas y estilos, algunos con cuerdas de colores, otros con telas o con el propio pelo. Las hembras tienen el pelo en tonos rojizos,  los másculas en tonos grisáceos y los vomas tirando a verde. Se desplazan grácilmente, como si danzaran.  Unas orejas puntiagudas y diminutas asoman entre sus largas cabelleras. Los dos ojos ocupan casi la mitad de su rostro, tienen una nariz parecida a la de un felino y una diminuta boca.

Para reproducirse, la hembra saca de su cuerpo un huevo y cuando cree que hay otro draw de cualquiera de los tres sexos, que puede aportar una buena cualidad a su vástago, lo invita para  acariciarlo y arrullarlo juntos durante tres noches. El huevo de color azul turquesa, es así fecundado y la hembra lo guarda en una bolsa, al estilo de los marsupiales que lleva en su espalda durante tres meses. El pequeño draw nace en la bolsa, abrigado por la cabellera de su madre que también le sirve de alimento.

Los Lumas son más bajos, de color anaranjado, tienen un ojo delante y otro detrás en una cabeza alargada, cubierta de pelo corto y rizado. Tienen siete dedos en la mano derecha y tres en la izquierda, se mueven de forma rápida y vigorosa, son muy juguetones y traviesos y relucen en la oscuridad. Se reproducen por clonación.

Los Colfus son seres mágicos, tienen el cuerpo de cintura para abajo de guepardo, las extremidades superiores humanas y unas alas vigorosas. Su cabeza  coronada por un pelaje felino y ojos azules grandes e intensos.

Todos estos grupos étnicos viven en estas inexploradas cuevas con una fauna diversa: lagarmariposa,  pezperro, gallicomadreja, vacavestruz, ratagato, y los susús, unos seres voladores pequeños de formas estrelladas o esféricas de pelo muy suave,  que se posan en los hombros y en los lomos de los demás  seres y tienen poder relajante,  causan buen humor con su roce, por lo que están  muy solicitados y son bienvenidos en cualquier lugar.

Cuento
Marta y Alex habían llegado desde lejos a realizar una excavación arqueológica por la zona y cuando empezaron a cavar en el terreno señalado, se sintieron embriagados por unos aromas que emanaban de la tierra. Siguieron excavando hasta descubrir un hueco del que salía una potente luz y sin dudarlo se deslizaron a través de una cuerda.

No podían creer lo que aparecía ante sus ojos y se miraron boquiabiertos mientras descendían a la orilla de un precioso estanque rodeado árboles y de seres  nunca vistos.

Empezaba la época de la floración  y la gruta llena de lagos, flores y prados se tornaba en un bello y perfumado paisaje incitando a todos los habitantes a entrar en un estado de apasionamiento por todo cuanto hacían: cocinar exquisitos manjares para compartir en las distintas celebraciones, fabricar elegantes vestimentas y ornamentar las estancias con piedras y cristales.

Los draws se acercaron a ellos y los rodearon, miraban atentamente sus ojos y emitían suaves sonidos. Mey, la más sabia de su etnia,  tomó su blanca cabellera y la acercó hacia los recién llegados, que desconcertados no sabían qué hacer. Marta se quitó el pañuelo que llevaba al cuello y con mucha suavidad lo anudó al cabello que Mey le ofrecía haciendo un lazo para rematar el adorno.

Alex cogió su móvil, eligió una música alegre y festiva,  lo colocó en el suelo y comenzó a balancearse de un lado a otro de la mano de Marta y dieron unas vueltas al son de la música. Los demás intentaron imitar los movimientos aunque eran mucho más ágiles y al elevarse del suelo su movilidad era mucho mayor. Mey tomando de la mano a Marta le ofreció unos cuencos con lo que parecían hojas y flores y tomando una flor la metió en su boca invitando a los humanos a hacer lo mismo.

Un luma también se acercó a ellos poniendo flores en sus hombros y saltando de un lado a otro con su característica elasticidad.
Alex cogió una flor azul y al comerla sintió en su boca un sabor que le recordaba al de las nueces  con miel y exclamó ¡Que rico!
Los demás inmediatamente dijeron lo mismo, en el mismo tono sonriendo al imitar la voz y los gestos de Alex.
Los colfus también estaban muy activos;  volaban con sus brillantes alas portando cestas y vasijas de un lado hacia otro.

Mey escrutó los ojos de Alex y enseguida supo cómo comunicarse con él, hizo unos sonidos y para asombro de Marta, supo lo que estaba diciendo aunque los sonidos eran del todo extraños para ella. “Seguidme, vamos a ver al resto de mi familia”.

Los llevaron por un sendero hasta llegar a una explanada donde los demás habitantes de las diferentes etnias elaboraban unos coloristas platos con flores y hojas, adornaban las mesas de piedra con trozos de cristales de colores y después del momento de sorpresa por los humanos, todos se sentaron y se comunicaban entre ellos, mientras los susus se posaban en los hombros de los congregados.

Mey mostró mucha curiosidad por el mundo de donde provenía la pareja y parecía que todo lo que contaban ya lo sabía, pues no mostraba sorpresa alguna. Toyu, de la etnia Luma se mostraba temeroso y comentó que si los extranjeros se quedaban podrían contaminar la gruta y causar grietas y fisuras que podrían dejarla al descubierto. Decía que se los descubrían otros seres podrían llegar allí con intenciones invasoras, como ya había pasado en la gruta anterior de la que habían huido y que al ser descubierta la invadieron con focos, turistas y artefactos extraños, acabando con sus habitantes. La habían abandonado porque ya no podían vivir tranquilos siempre escondiéndose del tropel de humanos husmeando su gruta.

Alex y Marta habían pensado lo mismo; ese sitio tan maravilloso de criaturas tan extrañas tendría que mostrarse al mundo y ellos serían famosos,  se les recordaría  por ese maravilloso espacio que había estado oculto durante milenios. Ya veían sus nombres en las revistas del momento y sus caras en todas las noticias del mundo.

Alex piensa en las expediciones de científicos que vendrán a investigar a estos seres y la fuente de riqueza que supondrá organizar estos viajes, escribir artículos, conceder entrevistas… Todo acceso a la gruta pasará por sus manos…

Durante varios días Alex y Marta recorrieron la gruta disfrutando de su flora y su fauna, se comunicaban sin problemas con todas las etnias, asistieron al nacimiento de algunos bebés, jugaron, comieron y bebieron y empezaron a pensar que tendrían que regresar pues sus familias y amigos estarían preocupados por ellos.

Llegó el día de la despedida;  los draws pasaron sus largas cabelleras por las manos de la pareja, los lumas los rozaron en la barbilla, iluminándolos de azul y los colfus batieron sus alas y ofrecieron un flor a cada uno. El ambiente era relajado y alegre y la euforia por el descubrimiento de aquel lugar embargaba a Alex y hacía soñar a Marta con la fama. Cuando empezaron a trepar los susus los acompañaron sobre sus hombros durante el recorrido vertical.

Trepando por la cuerda miraron hacia arriba, no se veía ningún hueco hasta que unas largamariposas cavaron en el techo y apareció una pequeña abertura por la que salieron de nuevo al terreno acotado donde se disponían a excavar.
Una vez fuera, Alex pregunta

–¿He dormido mucho tiempo?  ¡Me siento genial!
–Creo que si no me despiertas aún seguiría durmiendo– contesta Marta y mirando su reloj –Media hora más o menos, creo que veníamos muy cansados del viaje.

–Pues parece que he dormido tres días. Por cierto aquí no ha habido suerte, mira todos los hoyos que hemos hecho y no hemos encontrado nada de lo que venimos a buscar. Recogemos y bajamos unos cincuenta kilómetros al sur, por los apuntes que he recogido, creo que allí descubriremos algo grande.

Siglos atrás los seres de la gruta  habían realizado un hechizo por el que los que llegaban hasta allí, una vez que hubieran sido bien acogidos en la Gruta de Naga, si albergaban deseos de enriquecimiento y avaricia, nunca podrían revelar el secreto porque al salir a la superficie,  se borraría ese recuerdo de su cerebro.

Alex y Marta suben al potente todoterreno y emprenden el camino hacia otro lugar, soñando en realizar un gran descubrimiento que los encumbre,  dejando tras de sí una gran polvareda.

 Araceli Míguez

 Marzo 2014

Tarde de ocio

Daniela se dirige a las salas de cine del centro comercial cercano a la parada del metro. Había quedado con Angelo y Mauricio, sus compañeros,  estudiantes de intercambio que querían aprovechar al máximo su estancia en la ciudad.
En las taquillas Daniela mira impaciente a un lado y al otro pero sus amigos no llegan y la película empezará en unos minutos.  Compra su entrada y se queda sorprendida al ver a la persona que le entrega su ticket. Tiene cara de bebé, los ojos de un azul intenso, la cabeza cubierta de rizos rubios y succiona un chupete estruendosamente. Mira a su alrededor y un hombre uniformado que está detrás de Daniela habla a través del móvil; 

–Tengo a otra sospechosa– y agarrando a Daniela por el brazo le pregunta dónde estaban los demás.

Daniela confusa y boquiabierta mira  a su alrededor sin saber qué le está ocurriendo. Se fija en las dependientas y las cajeras del centro comercial; todas tienen la misma cara, van con el mismo peinado, el mismo maquillaje y por supuesto el mismo uniforme, actúan de manera automática, con los mismos movimientos acompasados cogen los productos de la cinta transportadora y los pasan al otro lado una vez escaneados. Es evidente que son autómatas clonadas.

Daniela ve a Mauricio y Angelo  que llegan apresurados y al verla agarrada del brazo por aquel guardia de seguridad  le preguntan al oído– ¿qué has hecho? ¿es que eres de la mafia o de alguna mara?– Podías haberlo comentado, nosotros somos de la mafia calabresa, y estamos buscando a gente que quiera unirse para emprender una lucha contra la mafia americana por el control del mercado de humanos.–

Cuando Daniela, asombrada intenta preguntarles de qué están hablando, se les acerca un hombre con pinta desaliñada, barba canosa y gafas, con un aerógrafo que incorpora una aguja en la mano diciendo que tiene que tatuarles una estrella en el brazo derecho para distinguirlos de los autómatas.

Al escuchar esto, el guarda que agarra el brazo de Daniela sale corriendo arrollando a su paso a toda persona que se encuentra a su paso.  Una  mujer que conduce su carro metálico lleno de productos  saca una pistola y le lanza una carga de pintura amarilla a lo que el sujeto responde lanzando un chorro de pintura roja.

El altavoz anuncia que las pinturas son comestibles y están de oferta; cuatro paquetes de distintos colores y sabores por el precio de tres; pueden encontrarse en el pasillo cuatro.
Muchos de los presentes sacan también sus pistolas y comienzan a disparar con distintos colores hasta que el centro parece una paleta cromática y el suelo se convierte en una pista de patinaje multicolor.

La gente comienza a deslizarse ente risas y caídas. Daniela, Angelo y Mauricio abandonan la idea del cine y de las mafias y se lanzan a patinar cubiertos de pintura.

De nuevo el altavoz emite una música y a continuación anuncia otra novedosa oferta; 

–Hombres, mujeres y niños a precios increíbles. Compren sus humanos  ya. Se regala collar y casco antimordeduras. Pueden encontrarlos de oferta en el pasillo diez –

Daniela mientras patina, observa como un numeroso grupo de personas se apiñan en la puerta de entrada del hipermercado, al cabo de unos minutos van saliendo con un carro automático portando a un ser humano esposado y con una especie de casco formado por tubos  de aluminio que cubre la cabeza hasta el cuello y un saco donde se lee “pienso para humanos”.

Daniela busca al hombre del aerógrafo para que le explique lo que está pasando y lo encuentra, junto a una niña de unos seis años, ambos  esposados y con el casco, en el carro de una mujer que viste con ropa deportiva que se pone a la cola de las cajas para pagar la compra.

–Por favor, explícame lo del tatuaje. ¿Por qué tenemos que tatuarnos una estrella? –pregunta Daniela de forma apresurada al tatuador, en el momento en que la mujer se aleja, en busca de algún producto olvidado.

–Sin estrella no estás identificada como libre, te pueden capturar y vender en cualquier cadena de supermercados. ¡Rápido, coge mi aerógrafo del bolsillo izquierdo, tatúanos y después lo haces tú!. Así podremos demostrar que somos humanos– le contesta en un susurro el tatuador.

Daniela rebuscaba en el bolsillo indicado, cuando siente que la agarran por cada brazo  dos enormes payasos que había visto a la entrada del centro  anunciando hamburguesas Mcdowal. Uno de ellos levanta su manga derecha y le inyecta algún producto que la adormece de forma inmediata.

Lo siguiente que ve Daniela al despertar es un camino de baldosas amarillas delante de ella que le recuerda a su película favorita de cuando era pequeña. Intenta dar un paso para seguirlo pero sus pies y sus manos están esposados, aterrada mira a su alrededor, su visión se encuentra dividida por unas cuadrículas formadas por tubos de aluminio.

Intenta gritar pero no tiene voz, algo ha pasado en su garganta, pues solo emite susurros. Divisa a su derecha un largo pasillo con personas como ella, inmovilizadas y puestas en fila y del techo cuelgan grandes carteles de colores fluorescente,  anunciado ofertas  de “dos por el precio de uno”.

Daniela observa con tristeza e impotencia las grandes colas formadas en las cajas registradoras donde las mismas chicas uniformadas y repetidas, pasan a una velocidad de vértigo los códigos de barra de los productos y los humanos que compran compulsivamente los clientes. Al otro lado de  las cajeras, una multitud, ajena a lo que está ocurriendo, se divierte patinando sobre pintura y jugando a la guerra.
Araceli Míguez

Abril de 2014