En
el Valle del Omo, mi tribu, la de los bellos y valientes Mursi, empieza a
desperezarse bajo un cielo rosáceo que anuncia otro duro día de trabajo. Nuestra subsistencia depende
completamente de las inundaciones del río Omo, que al igual que el Nilo, al
desbordarse nos ofrece sus ricos limos para obtener una buena cosecha y
alimentar a nuestro pueblo.
Me
llamo Alauri, al amanecer salgo con el
rebaño a la búsqueda de los mejores pastos en las riberas del río, donde mis
animales pueden disfrutar de agua y yerba fresca mientras contemplo el
horizonte o me sumerjo entre juncos para aliviar el calor.
Antes
de salir de mi choza decoro mi cuerpo con los colores y minerales que regala
esta roja tierra
y con lo que la madre naturaleza me quiera agasajar; con mis dibujos doy las gracias al
planeta por proporcionarnos la vida y
homenajeo a mis ancestros, para que me protejan y sepan que les recuerdo con
cada pincelada de mi piel.
He
elegido para la mañana de este día puntos y motivos florales para torso y una
rama con diminutas flores para la cabeza, creo que deleitará a los buenos espíritus.
Mientras
camino junto al ganado me cruzo con jóvenes y esbeltos cuerpos que me hacen silbar alguna canción de amor. En
noches de luna nueva a escondidas y muy apartado de las chozas disfruto de
algún encuentro con alguno de ellos a sabiendas que si me descubren la Jalaba, los
hombres más viejos del poblado, me castigará con saña por amar alguien como yo,
al tiempo que mi esposa y mis hijos serán objeto de burla y escarnio.
Esta
mañana han llegado miembros de las tribus vecinas bodi, kwegu y suri anunciando que todos los habitantes de la ribera tendremos que
abandonar de nuevo nuestros hermosos poblados; los corruptos funcionarios del
gobierno y la
African Parks Foundation atacan de nuevo a nuestra gente. Ya
sufrimos con horror el 25 de noviembre de 2005, cuando nos quemaron más de 450
casas y nos arrojaron de las tierras que ocupábamos para hacerse con el mando
del Parque Nacional de Nechisar.
Hoy
de nuevo quieren arrojar a mi pueblo de sus tierras, en esta ocasión el motivo
es la construcción de la
presa Gibe III , la presa más
destructiva que se está construyendo en África y condenará a más de medio
millón de las personas más vulnerables de la región a la hambruna y arruinará a
más de doscientos mil pastores, que al
igual que yo cuida de los animales y de la tierra para dejarla a nuestros hijos
y nietos como la hemos recibido.
La
presa traerá irremediablemente la sequía y el agua, ahora de todos, será sólo de
unos cuantos ricos que comerciarán con ella a costa del dolor y la miseria de
mi pueblo.
Me
arrojan de mi tierra una vez más, no deseo estar en ningún otro lugar y
resistiré hasta que el cansancio o las balas me conviertan en espíritu; Me
confío a mis ancestros para que la tierra me acoja en sus brazos en cualquier
lugar rumbo al horizonte.
Araceli Míguez
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