domingo, 6 de abril de 2014

Tarde gris

Llegué temprano, así que me tocó esperar. En realidad lo hago aposta. Desde siempre lo he preferido, pues no llevo bien que me tachen de impuntual. Además, me gusta pasar un rato a solas, ordenando mis pensamientos, antes de ver a alguien.
La tarde estaba desapaciblemente gris y húmeda, con las nubes a punto de descargar y un viento frío aconsejaba esperar con una taza de café en la mano, pero el ambiente del bar no me gustaba, y preferí quedarme fuera, oliendo la lluvia en el aire. No era la única que pensaba de esa forma pues, en la plaza, varias personas disfrutaban del soportable frío. Algunos críos jugaban en los columpios, o con las bicis. Un par de amigos fumaban bajo un toldo, supongo que para no tener que dejar sus cigarrillos a medias si comenzaba a llover. Gente iba y venía por los bares, animando aquel mustio atardecer de domingo.
Una familia entera captó mi atención, pues se movían en bloque, de un árbol a otro. Un padre, una madre, una hija, un hijo, y una tía, o quizás amiga, deambulaban mirando por entre las ramas de los olivos que adornan aquel lugar. Mi curiosidad iba en aumento, pues no lograba descubrir qué buscaban ¿aceitunas? ¿una pelota? Un dedo acusador me informó al fin:
    ¡Allí! Ha volado hacia ese árbol. — Y allí que se encaminaron todos.
¡Un pájaro! Buscaban un pájaro. Satisfechas mis ansias de saber, seguí observando divertida sus idas y venidas. Las de ellos y las del pajarillo: un inseparable que revoloteaba nervioso y asustado de olivo en olivo.
El personal comenzaba a impacientarse, pues no lograban dar caza al minúsculo ave, así que la madre, con actitud decidida, se quitó el abrigo y escaló por el tronco, intentando hacerse con el animal.
Al salir volando de nuevo, la madre, harta ya de la infructuosa persecución, echó a volar tras él, y les perdí la pista a los dos.
    ¡Hola! ¿Llevas mucho tiempo esperando?

    ¡Hola! No, unos cinco minutos. ¿Tomamos un café? Hace frío.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cuenta, cuenta...