Bestiario
La tribu de los Frinkos vive en unas grandes y escondidas cuevas de una profundidad tal que tienen su propio sistema solar: una minúscula constelación formada por un sol al que llaman Naga, dos planetas, Cado e Hiro y dos lunas, Jise y Nila. Se desplaza por la oquedad muy lentamente de norte a sur.
La tribu de los Frinkos vive en unas grandes y escondidas cuevas de una profundidad tal que tienen su propio sistema solar: una minúscula constelación formada por un sol al que llaman Naga, dos planetas, Cado e Hiro y dos lunas, Jise y Nila. Se desplaza por la oquedad muy lentamente de norte a sur.
Los Frinkos se comunican en un
lenguaje donde las consonantes labiales, en distintos tonos e intensidad constituyen la mayor parte de
sus sonidos, y a través de su mirada que cambia de color según el estado
anímico.
Existen cuatro sexos en la tribu
y la reproducción entre ellos puede
darse según el sexo y las características de los distintos grupos étnicos que
la constituyen.
Los Draws son los más altos, tienen unos cuerpos azulados, esbeltos
y elegantes, el cuello extensible unos 30 centímetros más o menos. Van vestidos
con túnicas de tejidos claros y sedosos.
Una larga cabellera les cubre la cabeza y la
espalda. La llevan recogida de diversas formas y estilos, algunos con cuerdas
de colores, otros con telas o con el propio pelo. Las hembras tienen el pelo en
tonos rojizos, los másculas en tonos
grisáceos y los vomas tirando a verde. Se desplazan grácilmente, como si
danzaran. Unas orejas puntiagudas y
diminutas asoman entre sus largas cabelleras. Los dos ojos ocupan casi la mitad
de su rostro, tienen una nariz parecida a la de un felino y una diminuta boca.
Para reproducirse, la hembra saca
de su cuerpo un huevo y cuando cree que hay otro draw de cualquiera de los tres
sexos, que puede aportar una buena cualidad a su vástago, lo invita para acariciarlo y arrullarlo juntos durante tres
noches. El huevo de color azul turquesa, es así fecundado y la hembra lo guarda
en una bolsa, al estilo de los marsupiales que lleva en su espalda durante tres
meses. El pequeño draw nace en la bolsa, abrigado por la cabellera de su madre
que también le sirve de alimento.
Los Lumas son más bajos, de color anaranjado, tienen un ojo delante
y otro detrás en una cabeza alargada, cubierta de pelo corto y rizado. Tienen
siete dedos en la mano derecha y tres en la izquierda, se mueven de forma
rápida y vigorosa, son muy juguetones y traviesos y relucen en la oscuridad. Se
reproducen por clonación.
Los Colfus son seres mágicos, tienen el cuerpo de cintura para
abajo de guepardo, las extremidades superiores humanas y unas alas vigorosas. Su
cabeza coronada por un pelaje felino y
ojos azules grandes e intensos.
Todos estos grupos étnicos viven
en estas inexploradas cuevas con una fauna diversa: lagarmariposa, pezperro, gallicomadreja, vacavestruz, ratagato, y los susús, unos seres voladores
pequeños de formas estrelladas o esféricas de pelo muy suave, que se posan en los hombros y en los lomos de
los demás seres y tienen poder relajante,
causan buen humor con su roce, por lo
que están muy solicitados y son
bienvenidos en cualquier lugar.
Cuento
Marta y Alex habían llegado desde
lejos a realizar una excavación arqueológica por la zona y cuando empezaron a
cavar en el terreno señalado, se sintieron embriagados por unos aromas que
emanaban de la tierra. Siguieron excavando hasta descubrir un hueco del que
salía una potente luz y sin dudarlo se deslizaron a través de una cuerda.
No podían creer lo que aparecía
ante sus ojos y se miraron boquiabiertos mientras descendían a la orilla de un
precioso estanque rodeado árboles y de seres
nunca vistos.
Empezaba la época de la
floración y la gruta llena de
lagos, flores y prados se tornaba en un bello y perfumado paisaje incitando a
todos los habitantes a entrar en un estado de apasionamiento por todo cuanto
hacían: cocinar exquisitos manjares para compartir en las distintas
celebraciones, fabricar elegantes vestimentas y ornamentar las estancias con
piedras y cristales.
Los draws se acercaron a ellos y
los rodearon, miraban atentamente sus ojos y emitían suaves sonidos. Mey, la
más sabia de su etnia, tomó su blanca
cabellera y la acercó hacia los recién llegados, que desconcertados no sabían
qué hacer. Marta se quitó el pañuelo que llevaba al cuello y con mucha suavidad
lo anudó al cabello que Mey le ofrecía haciendo un lazo para rematar el adorno.
Alex cogió su móvil, eligió una
música alegre y festiva, lo colocó en el
suelo y comenzó a balancearse de un lado a otro de la mano de Marta y dieron
unas vueltas al son de la música. Los demás intentaron imitar los movimientos
aunque eran mucho más ágiles y al elevarse del suelo su movilidad era mucho
mayor. Mey tomando de la mano a Marta le ofreció unos cuencos con lo que
parecían hojas y flores y tomando una flor la metió en su boca invitando a los
humanos a hacer lo mismo.
Un luma también se acercó a ellos
poniendo flores en sus hombros y saltando de un lado a otro con su
característica elasticidad.
Alex cogió una flor azul y al
comerla sintió en su boca un sabor que le recordaba al de las nueces con miel y exclamó ¡Que rico!
Los demás inmediatamente dijeron
lo mismo, en el mismo tono sonriendo al imitar la voz y los gestos de Alex.
Los colfus también estaban muy
activos; volaban con sus brillantes alas
portando cestas y vasijas de un lado hacia otro.
Mey escrutó los ojos de Alex y
enseguida supo cómo comunicarse con él, hizo unos sonidos y para asombro de
Marta, supo lo que estaba diciendo aunque los sonidos eran del todo extraños
para ella. “Seguidme, vamos a ver al resto de mi familia”.
Los llevaron por un sendero hasta
llegar a una explanada donde los demás habitantes de las diferentes etnias
elaboraban unos coloristas platos con flores y hojas, adornaban las mesas de
piedra con trozos de cristales de colores y después del momento de sorpresa por
los humanos, todos se sentaron y se comunicaban entre ellos, mientras los susus
se posaban en los hombros de los congregados.
Mey mostró mucha curiosidad por
el mundo de donde provenía la pareja y parecía que todo lo que contaban ya lo
sabía, pues no mostraba sorpresa alguna. Toyu, de la etnia Luma se mostraba
temeroso y comentó que si los extranjeros se quedaban podrían contaminar la gruta
y causar grietas y fisuras que podrían dejarla al descubierto. Decía que se los
descubrían otros seres podrían llegar allí con intenciones invasoras, como ya
había pasado en la gruta anterior de la que habían huido y que al ser
descubierta la invadieron con focos, turistas y artefactos extraños, acabando
con sus habitantes. La habían abandonado
porque ya no podían vivir tranquilos siempre escondiéndose del tropel de
humanos husmeando su gruta.
Alex y Marta habían pensado lo
mismo; ese sitio tan maravilloso de criaturas tan extrañas tendría que
mostrarse al mundo y ellos serían famosos,
se les recordaría por ese
maravilloso espacio que había estado oculto durante milenios. Ya veían sus
nombres en las revistas del momento y sus caras en todas las noticias del
mundo.
Alex piensa en las expediciones
de científicos que vendrán a investigar a estos seres y la fuente de riqueza
que supondrá organizar estos viajes, escribir artículos, conceder entrevistas…
Todo acceso a la gruta pasará por sus manos…
Durante varios días Alex y Marta recorrieron
la gruta disfrutando de su flora y su fauna, se comunicaban sin problemas con
todas las etnias, asistieron al nacimiento de algunos bebés, jugaron, comieron
y bebieron y empezaron a pensar que tendrían que regresar pues sus familias y
amigos estarían preocupados por ellos.
Llegó el día de la despedida; los draws pasaron sus largas cabelleras por las
manos de la pareja, los lumas los rozaron en la barbilla, iluminándolos de azul
y los colfus batieron sus alas y ofrecieron un flor a cada uno. El ambiente era
relajado y alegre y la euforia por el descubrimiento de aquel lugar embargaba a
Alex y hacía soñar a Marta con la fama. Cuando empezaron a trepar los susus los
acompañaron sobre sus hombros durante el recorrido vertical.
Trepando por la cuerda miraron
hacia arriba, no se veía ningún hueco hasta que unas largamariposas cavaron en
el techo y apareció una pequeña abertura por la que salieron de nuevo al
terreno acotado donde se disponían a excavar.
Una vez fuera, Alex pregunta
–¿He dormido mucho tiempo? ¡Me siento genial!
–Creo que si no me despiertas aún
seguiría durmiendo– contesta Marta y mirando su reloj –Media hora más o menos, creo que
veníamos muy cansados del viaje.
–Pues parece que he dormido tres
días. Por cierto aquí no ha habido suerte, mira todos los hoyos que hemos hecho
y no hemos encontrado nada de lo que venimos a buscar. Recogemos y bajamos unos
cincuenta kilómetros al sur, por los apuntes que he recogido, creo que allí descubriremos
algo grande.
Siglos atrás los seres de la
gruta habían realizado un hechizo por el
que los que llegaban hasta allí, una vez que hubieran sido bien acogidos en la
Gruta de Naga, si albergaban deseos de enriquecimiento y avaricia, nunca podrían revelar el secreto porque al salir a la
superficie, se borraría ese recuerdo de
su cerebro.
Alex y Marta suben al potente
todoterreno y emprenden el camino hacia otro lugar, soñando en realizar un gran
descubrimiento que los encumbre, dejando
tras de sí una gran polvareda.
Araceli Míguez
Marzo 2014
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