¿Por
qué escribo?
Quiero
creer que escribo…
·
Para
indagar, para desvelar, para intentar reconstruir el “escenario del crimen”.
Sí, siempre hay un “crimen”: hechos,
sucesos, procesos que hacen daño, que no fueron, o no son, lo que se esperaba
que fuesen o lo que deberían ser. Cosas que dan que pensar. Y que hacen aflorar
las dimensiones menos visibles de las personas. De ellos, de nosotros. Y
obligan a repasar, a reconsiderar y reelaborar los esquemas estandarizados que
tenemos sobre las presuntas características de la condición humana…
·
Para
creer que puedo comprender mejor algunas cosas, sacarlas de la opacidad, de la
fugacidad, de la aparente arbitrariedad con que se manifiestan en lo cotidiano,
y ordenarlas en conjuntos más significativos, o al menos más satisfactorios
para unas necesidades psíquicas determinadas (las mías, y las de aquellas otras
personas que puedan compartir de alguna manera mis percepciones del mundo y mi
sensibilidad).
·
Para
intentar conocerme mejor a mí mismo a través de la ficción de vicisitudes y
decisiones protagonizadas por los otros que hay en mí.
·
Para
descubrir todos los posibles significados que esconden las palabras; y la
esencia, y las dificultades, y las verdades y los engaños de la misma
escritura.
·
Para
creer que sigo siendo capaz de discurrir, de poder ir ensartando hechos, cualidades, sucesos, mutaciones,
conceptos… en interrelaciones y procesos que den cuenta de forma más o menos
convincente de la extraña y fascinante naturaleza de todo lo que me alcanza.
·
Para
intentar elaborar (quizás encontrarme con ellas por casualidad) cosas bellas
hechas por medio del manejo de las palabras y los discursos: cosas que puedan
resultar curiosas, o sorprendentes, atractivas, o misteriosas, perturbadoras o
convincentes, reveladoras, ojalá que hermosas, sugestivas, inteligentes.
¿Para
quién lo hago?
Escribo para mí y para los
desconocidos.
Por Rafael Parreño Boza
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