lunes, 18 de marzo de 2013


¿Por qué escribo?


Quiero creer que escribo…


·         Para indagar, para desvelar, para intentar reconstruir el “escenario del crimen”. Sí, siempre hay un “crimen”:  hechos, sucesos, procesos que hacen daño, que no fueron, o no son, lo que se esperaba que fuesen o lo que deberían ser. Cosas que dan que pensar. Y que hacen aflorar las dimensiones menos visibles de las personas. De ellos, de nosotros. Y obligan a repasar, a reconsiderar y reelaborar los esquemas estandarizados que tenemos sobre las presuntas características de la condición humana…


·         Para creer que puedo comprender mejor algunas cosas, sacarlas de la opacidad, de la fugacidad, de la aparente arbitrariedad con que se manifiestan en lo cotidiano, y ordenarlas en conjuntos más significativos, o al menos más satisfactorios para unas necesidades psíquicas determinadas (las mías, y las de aquellas otras personas que puedan compartir de alguna manera mis percepciones del mundo y mi sensibilidad).


·         Para intentar conocerme mejor a mí mismo a través de la ficción de vicisitudes y decisiones protagonizadas por los otros que hay en mí.


·         Para descubrir todos los posibles significados que esconden las palabras; y la esencia, y las dificultades, y las verdades y los engaños de la misma escritura.


·         Para creer que sigo siendo capaz de discurrir, de poder ir ensartando  hechos, cualidades, sucesos, mutaciones, conceptos… en interrelaciones y procesos que den cuenta de forma más o menos convincente de la extraña y fascinante naturaleza de todo lo que me alcanza.


·         Para intentar elaborar (quizás encontrarme con ellas por casualidad) cosas bellas hechas por medio del manejo de las palabras y los discursos: cosas que puedan resultar curiosas, o sorprendentes, atractivas, o misteriosas, perturbadoras o convincentes, reveladoras, ojalá que hermosas, sugestivas, inteligentes.



¿Para quién lo hago?


              Escribo para mí y para los desconocidos.

Por Rafael Parreño Boza

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