Estado gaseoso
Aquí me veo flotando por los
aires sin despeinarme, sin sentir frío ni calor, ni pena ni alegría. Me
encuentro en un estado gaseoso formado por millones de partículas compuestas de ilusiones,
ansias frustradas, sueños perdidos, ambiciones guardadas en cajones olvidados,
rabia contenida, momentos felices, abrazos, besos, placeres, risas, logros, ternura, complicidades y mucho
amor.
Las partículas que me forman en
estos momentos, raramente han convivido de forma tan pacífica en mi estado
anterior. Recuerdo lo mal que se llevaban, peleándose y discutiendo
a todas horas, compitiendo entre ellas a ver quien destacaba más, si las que se
decían en el espejo –Nena, tú vales mucho- o las que se castigaban en las
noches oscuras y lacrimógenas clamando -¿Qué he hecho yo para merecer esto?-
Miro desde esta cómoda altura y
compruebo que mis huellas han quedado marcadas en el camino recorrido, algunas
sobre polvo de oro, otras sobre el fango pero todas han sido fruto de mis pies,
de mis actos; las reconozco todas.
Veo los momentos vividos como si
llevara unas gafas tridimensionales y puedo elegir dónde mirar y detenerme y me
ha llamado la atención que en casi todas las escenas estoy en un apresurado
movimiento, siempre ocupada, cargada o con algo entre las manos, libros,
bolsos, ordenador, telas, bolsas de compra, cajas de mudanza, bombonas, muebles, más cajas..
Pero… ¿Dónde voy siempre corriendo y siempre
cargada? ¿Por qué esa falta de
tranquilidad y de sosiego? Viéndome así comprendo los continuos dolores de espalda,
las contracturas, el lumbago y todos los demás padecimientos.
Ahora que no me duele nada, lanzo
a correr por los barrancos llenos de jaramagos y amapolas sintiendo el vértigo
de la bajada en mi estómago y el olor de la lluvia de verano impregnando el
aire hasta aterrizar en… ¡Pero eso que veo abajo no es yerba, ni tierra mojada…Parece
un cuerpo dormido sobre unas sábanas blancas!
- ¿De quién es ese cuerpo? ¡Menos mal que no es el mío! ¡No puede ser mi cuerpo, para nada se parece le
parece!
Yo soy joven, guapa, con una piel
morena y estirada, unos labios gruesos y unos muslos de mulata. Y esa piel que
veo es verdosa, arrugada y mate. Esos labios son pequeños y arrugados y ese
cuerpo carece de curvas. Definitivamente no es el mío.
¿Qué estoy viendo? Reconozco ese
pie que sale fuera de la sábana, ¡Vaya si lo reconozco, ese dedo torcido es mío!
Me ha costado reconocerme, pero
ese cuerpo que veo es el envoltorio de mis millones de partículas desparramadas,
libres y contentas, que ahora a ver cómo
las convenzo yo para que se compriman de nuevo en ese saco de huesos donde el
conflicto entre ellas está asegurado.
Quizás ha sido esa la causa del
incesante movimiento que he contemplado en las escenas tridimensionales, que no
tenían el espacio suficiente para ser ellas mismas y tenían prisa por disfrutar
tranquilamente de sus momentos más preciosos mientras las otras empujaban
porque querían disfrutar de los suyos.
¿Qué hago? ¿Vuelvo a meterme en ese
pellejo que no reconozco o me quedo en este estado gaseoso donde mis partículas
conviven en armonía?
Me quedaré un rato más en este
desconocido estado y reviviré los momentos más felices y los más amargos,
entonces decidiré si me comprimo o me quedo expandida.
Araceli Míguez
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