Tras
cinco años de carrera, dos másters y un doctorado Cum laude, en
Arquitectura, creo poder afirmar con total seguridad que sé
interpretar un plano, un render o un dibujo infantil sobre un piso.
Por
fin el destino me brindaba la oportunidad de volver a mi pais. Mi
empresa abría sucursal en Oporto, y me nombraban Jefa de Nuevas
Construcciones Turísticas en el área luso-española. Así que
decidí invertir todo el dinero ahorrado estos años como arquitecta
de los hoteles Golden Dubai, en un piso en mi amada ciudad porteña.
Comprar
sobre plano no me suponía ningún problema dada mi formación,
aparte de que no me quedaba otra, si no quería perder el apartamento
al que había echado el ojo en mi última visita familiar.
Caro,
sí, pero me lo podía permitir. Pequeño, sí, apenas 65 metros
cuadrados según plano, pero en plena Rúa das Flores, a mano de
todo. Cerca de la Ribeira, de la Estación de San Bemto, de Aliados y
de Clérigos... Y en una calle peatonal llena de vida.
Muy
pequeño en comparación con mi loft de 237 metros cuadrados, sí,
pero me acostumbraría.
Era
el piso perfecto.
Juro
por Dios que en el plano aparecían tres habitaciones: salón con
cocina americana, dormitorio y baño, además de un minúsculo
balcón.
Eso
compré, por eso pagué y eso me encontré cuando me mudé allí hace
un mes. Tres habitaciones que encargué amueblar desde mi anterior y
espaciosa residencia en Dubai.
Reconozco
que ya sentí algo extraño el primer día. Una opresión en el pecho
nada más entrar, que me asustó un poco, pero que concluí serían
los nervios de la mudanza, el nuevo cargo y la vuelta a mi ciudad.
Las
primeras noches que pasé en mi nuevo, aunque pequeño, hogar, al
acostarme, sentía como si el apartamento respirase y hasta se
desperezase. Sí, mi piso parecía practicar estiramientos mientras
yo intentaba dormir y adaptarme al nuevo espacio.
Primero
pensé que eran sueños míos que una vez despierta seguían
resonando dentro de mí, pero aquello no podía ser sólo un sueño.
El
sofá chaise longe, que mandé hacer a medida porque si no no cabría
en el mínimo salón, ahora no sólo cabía, sino que a su lado había
aparecido un hueco para una mesita auxiliar, un revistero grande o
una lámpara de lectura.
En
mi baño, con placa de ducha de 70 por 70, me he encontrado,
inexplicablemente, una bañera con patas doradas, idéntica a la que
mi abuela Casilda me dejó en herencia.
Hace
menos de una semana, encontré el estante especiero roto en el suelo,
y todos los botes de especias desperdigados por la cocina, porque
misteriosa y sorprendentemente, las alcayatas que lo sujetaban se
habían separado 33 centímetros la una de la otra.
Mi
piso respira, agente, respira, y se despereza y se estira. Y lo hace
por la noche, señor agente, que es cuando estoy yo en casa. Lo hace
mientras duermo, o mientras intento dormir, para ser más exactos.
Hace
ya trece días que no pego ojo.
¿Que
por qué sigo viviendo allí si me provoca tanto estrés? Comprenderá
que para una arquitecta de prestigio como yo, no deja de ser
fascinante intentar descubrir cómo puede suceder algo así en el
espacio.
Los
demás apartamentos del edificio siguen midiendo 65 metros cuadrados
útiles, mientras que el mío había llegado ya a los 87.
Bueno,
eso hace tres días. Porque desde entonces la cosa ha empeorado.
Cuando desperté el primer día me encontré con una puerta que antes
no estaba. Temblando la abrí y, ¿sabe qué había? Otro dormitorio,
con un ventanal enorme, precioso. Amueblado y todo.
Pero
es que el jueves apareció un trastero y ayer, ayer, una escalera.
¡Una escalera!
¿Que
qué ha aparecido hoy? No lo sé, señor agente. Algo seguro, porque
cuando ustedes han venido a detenerme justo volvía a escuchar el
estruendo que precede a la aparición de un nuevo cuarto, pero con su
llegada, no he podido verlo.
Por
cierto, ¿por qué estoy retenida en esta comisaria?
Señora
Lello, usted se ha dedicado a tirar los tabiques del apartamento
contiguo con una machota aprovechando que los dueños estaban de
viaje.
Esta
noche, al llegar de su periplo, la descubrieron en su cocina, con
ojos enloquecidos y martillo en ristre, a punto de tirar la pared del
otro apartamento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Cuenta, cuenta...